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⚠️Puede que este capítulo contenga ciertos errores ortográficos, o quizás horrores⚠️

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Extra capítulo anterior.
PV: Sesshomaru.

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Sesshomaru trataba de convencerse de que el único motivo por el cual se encontraba en ese lugar, era porque quería asegurarse de ahuyentar a cualquier monstruo que pudiera poner en peligro la vida de su protegida, aun sabiendo que eso no era necesario.

No había yokai en el Sengoku que no supiera que esa aldea estaba bajo su protección, además de que allí vivían los guerreros que habían derrotado al temible Naraku.

La niña estaba más que resguardada. Entonces, ¿por qué cualquier pretexto era bueno para estar cerca de la aldea? Él ya sabía la respuesta a esas interrogantes, solo que su terrible ego congelado por años no le permitía aceptar algo que consideraba inútil en la vida de un demonio tan poderoso como él.

Él no era débil como su padre, solamente quería entender esas molestas sensaciones que lo estaban inquietando desde su último encuentro con la miko y luego borrarlas definitivamente de su mente. Así que había decidido observarla, manteniéndose siempre a una distancia segura, por supuesto.

Sentado al pie de un gran árbol, inmerso en la atmósfera mística del atardecer, cavilaba fastidiado, tratando de apaciguar sin éxito la incómoda confusión en la que se encontraba. De repente sus pensamientos fueron interrumpidos por sus afinados sentidos, atentos a percibir una presencia que se acercaba con cautela. Era ella.

Permaneció inmóvil esperándola, escuchó los crujidos de la tierra con cada paso sigiloso que ella daba, la vio fijarse en él y esconderse, percibió los acelerados latidos de su corazón.

Le parecía extraño que ella estuviese emocionada por verlo.

¿Le temía?

Por alguna extraña razón, esa idea le desagradaba.

—Sé que estás ahí

Oyó que los latidos de la chica se aceleraban de nuevo, antes de escuchar su débil voz quebrada por quién sabe qué, quizás por una emoción humana sin sentido.

—Yo-no te estaba espiando, pensé que estabas dormido y no quería molestarte —se justificó la sacerdotisa.

—¿Creíste que no me habría dado cuenta de tu presencia?

El estado emocional de la sacerdotisa era una mezcla interesante, dividida entre la vergüenza, nerviosismo, admiración y, algo más, una nota suave y deliciosa. Su aroma la delataba.

La escuchó salir de su escondite, pero no volteó a mirarla. Aún así, podía sentir su intensa mirada sobre su piel.

—¿Me observas, miko?

Enamorarse de nuevo ( Pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora