Capítulo 9

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Para el momento en que la puerta de Renjun se cerró, Jeno estaba preparado para aceptar cualquier consecuencia que Huang Randolph le adjudicara. Había herido a Renjun. No a propósito, pero el resultado era el mismo, Jeno había puesto esas marcas alrededor del cuello del chico, no importaba cuanto él las hubiese deseado tener allí, y ahora, él había creado un problema más grande entre Renjun y su padre.

Jeno nunca debió dejar la Marina. Después de algunos meses, estaba claro que no tenía la más mínima idea de cómo funcionar en el mundo exterior. Mark le había encargado un trabajo de seis dígitos, y él lo había echado a perder en una semana. Un trabajo de niñero de un niño bajo arresto domiciliario. Eso tenía que ser alguna especie de récord. Él debió haberse ido al extranjero y encontrar un trabajo como mercenario. Hacían buen dinero y no tenían que pretender que aún formaban parte de la sociedad educada. Debería comenzar a empacar, pero iba a dejar que el senador diera su opinión, por el bien de Mark.

—Jeno, puedo entender mejor que nadie lo frustrante que ese chico puede ser. Es un bocón, perezoso, se preocupa más por su cabello que por graduarse o contribuir de forma positiva a la sociedad. Jamás toma una decisión correcta. Es mi decepción más grande.

La sangre se precipitó hacia los oídos de Jeno, el pulso disparándose. ¿Era en serio? Ese hombre estaba echándole la culpa a Renjun por las marcas en su cuello. Esa era una racionalización de otro nivel, incluso para un político. Jeno metió las manos en sus bolsillos para evitar darle al senador unos moretones que hicieran juego.

—Han habido millones de momentos en mi vida, en donde quise estrangular al muchacho, pero no lo hice. ¿Sabes por qué? Porque no puedo permitirme alegaciones de abuso infantil. Hoy en día, nadie entiende los beneficios de la disciplina. De los castigos físicos. Es todo trofeos de participación y derechos. ¿Entiendes a lo que me refiero?

—No —Jeno respondió con honestidad.

—Estoy seguro que para este momento habrás notado que mi hijo tiene ciertas... inclinaciones.

— ¿Inclinaciones? —Jeno gruñó, sin poder evitar que sus labios se curvaran.

Los ojos del senador brillaron, su expresión imitando la de Jeno. —¡Sí! ¿Ves? Esa expresión, justo ahora. Ese desagrado. Lo entiendo. Puedo entenderlo. Me enerva, también. Ese hijo mío haría lo que fuera para molestarme, hacerme ver mal, incluso comportándose como algún... sodomita. Es completamente antinatural —El hombre estaba caminando ahora, agitando los brazos como algún predicador de fuego y azufre. Jeno conocía su tipo. Había pasado los primeros diez años de su vida en una pequeña ciudad de Mississippi, y había sido el receptor de más de uno de esos sermones presuntuosos.

—Es... Es malévolo, eso es lo que es. Repulsivo, moralmente reprensible, y solo Dios sabe que he intentado razonar con él, intenté conseguir los mejores terapeutas, lo matricule en los mejores programas una vez supe lo que era. Los Ministros de la Luz de Dios tienen uno de los mejores programas de conversión. Lo inscribí apenas tenía catorce años. Tres años seguidos estuvo con ellos y aun así... Aun así, sigue comportándose de esa forma.

—¿Cuál es su punto? —Preguntó Jeno entre dientes apretados antes de agregar disgustado. —Señor —Recordándose que todavía representaba a Mark.

—Mi punto es, que entiendo tu rabia. Imagino que un marín como tu ve a un... desviado... como mi hijo, como una abominación. Claramente te enojas y puedo entenderlo. Lo hago. Pero cualquier acción disciplinaria que tomes debe estar fuera de vista. Aún ahora, en arresto domiciliario, la pequeña bruja salvaje que dice llamar amiga podría correr a los periódicos y decir que él está siendo abusado por el empleado de su padre. ¿Si ves lo mal que podría verse para mí, verdad? Solo deseo un período más en la oficina. Me ocuparé de todo lo demás después de Noviembre.

✶𝕰 𝖒 𝖇 𝖗 𝖎 𝖆 𝖌 𝖆 𝖉 𝖔 𝖗✶    ||ɴᴏʀᴇɴ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora