Escape del calabozo.

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La tenue luz entraba por la ventana, abrí los ojos por un momento y pude observar las paredes húmedas del calabozo

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La tenue luz entraba por la ventana, abrí los ojos por un momento y pude observar las paredes húmedas del calabozo.

¿Cuánto tiempo ya llevaba aquí? Supongo que cerca de tres años, sabiendo que habían pasado cerca de tres Eid.

Mire la cama de paja donde dormía la segunda mujer más hermosa que había visto.

La primera era evidente que era mi madre, La Sultana Magnífica.

Mejor conocida como La Sultana De Hierro por los Otomanos al ser una mujer difícil de vencer y de Gran carácter.

Mi madre, La emperatriz Safavida Kösem.

Que Allah la tenga en su gloria.

La mujer de cabello rojo dormía, dormía con la esperanza de que todo lo vivido en los últimos cinco años fuese una pesadilla y que al despertar, encontraría a todos sus hijos y nietos con vida.

Yo también deseaba que esto solo fuese una pesadilla y que al despertarme, mi madre estuviese allí para acariciar mi cabello y besar mi frente, mientras me decía que todo ya habia pasado.

Quería que mi padre me esperase en el comedor para desayunar nuevamente juntos como todas la mañanas, quería que Mehmed me arrastrara por el jardín de nuestro palacio mientras me contaba sus ideas de como dominar el mundo, quería que Fatma y Gevherhan volviesen a trenzar mi cabello.

 Lamentablemente todo se quedaría en un "Quería.", por que nada de eso será posible, no oiría nuevamente a la Sultana Kosem tararear canciones de cuna mientras mecía a su ultimo hijo, no volvería a ver al Sultán Ahmed revisar documentos, no vería nuevamente a ninguno de los que e recordaban que lo había perdido todo.

Me acerque hacia mi abuela, y acurruque mi cabeza en la paja, en estos tres años recuerdo haber dormido en la losa, mientras ella dormía en la paja, aunque al principio La Sultana Hurrem se había negado, termino accediendo.

Incluso en nuestra desgracia priorizaba a mi abuela, desvié la mirada hacia las rendijas, las cuales lucían un poco más abiertas que de costumbre, me levante y me acerque a las rendijas, coloque mis manos alrededor de las barras de metal, quemaban por el calor del Sol.

Un ave apareció volando cerca a la ventana, como si me presumiese que ella es libre y yo no, ¿Algún día yo volvería a ser libre? ¿Algún día yo volvería a caminar sobre el pasto y sentir la lluvia sobre mi piel?, ¿Volvería a sentir el viento sobre mi cara mientras mueve mi cabello?, ¿Algún día seria libre?

Y en ese momento, mi cerebro pareció iluminarse, una idea cruzo mi mente, dándome una leve esperanza, moví un poco las rendijas, las cuales se abrieron dejando un espacio considerablemente grande, las corrí por un lado.

Me asomé para ver la altura del calabozo, y para mi suerte y sorpresa, no era muy alto, tranquilamente podría bajar.

Sentí los pasos del jenízaro que se encargaba de alimentarnos, y volví a dejar a las rejas en su sitio correspondiente, me senté en el frio suelo, el hombre dejo los platos con arroz y papa en el suelo junto a dos vasos de agua.

Una vez se fue, sonreí, una fuerte deseo había crecido en mi interior y nada ni nadie iba a detenerme, nunca más alguien me arrebataría mi libertad, nunca más me alejarían de la gente que amaba, nunca más alguien pasaría por encima mío.

Acabare con todos los que un día me dañaron, acabare con los que acabaron con mi imperio, acabare con quienes le hicieron esto a mi abuela.

Acabaría con el "Sultán." Suleiman, La Sultana Hatice, Ibrahim y con todo aquel que se interponga en mi camino.

Lo haría por mi, por la Sultana Hurrem, por la Sultana Kosem, por él Sultán Ahmed, por mis hermanos, por mis tíos y primos, no dejaría que nadie los olvidase.

Espere pacientemente que cayese la noche, la cuál afortunadamente no tardo en aparecer, allí decidí despertar a mi abuela.

──Abuela.──Llame suavemente, logrando despertarla.

──¿Qué ocurre Ayse?──Pregunto ella aun adormecida.

──Levántate, escaparemos.

Aquello hizo que se despertara rápidamente y me mirase como si estuviese loca, yo solo sonreí y guie mi vista hacia la ventana con las rejas movidas.

──¿Eso es siquiera posible?──Pregunto ella caminando hasta la ventana.──No, claro que no, y en caso que lo hiciéramos, nos atraparían a los segundos.

──¿Confías en mi?──Pregunte sacando la cuerda de paja que hice durante toda la tarde.

──Lo hago.

──Entonces huyamos abuelita.──Sonreí para tomar su mano.──Salgamos de aquí, no tenemos que pasar penurias por más tiempo, huyamos a Edirne, allí nos esperan la Tía Sahrazad y la Tía Nurbanu.

La Sultana pelirroja dudo un poco, pero luego asintió, coloque la cuerda en una de las rejas y comenzamos a bajar, baje yo primero para que ayudar a mi abuela al momento que le tocase bajar.

Y así, volvimos a respirar aire fresco, hacia frio, era evidente, pero nada de eso importo, tome su mano y corrimos hasta el puerto.

──Disculpe, ¿Este barco lleva a Edirne?──Pregunto mi abuela esta vez.

──Claro que si señora.

Nos subimos sin esperar nada más, la Sultana Hurrem saco un brazalete de perlas y se lo dio al barquero, él cuál inmediatamente empezó a llevarnos a Edirne.

Una vez llegáramos allí, me encargaría de planear todo minuciosamente.




𝕷𝖆 𝕾𝖚𝖑𝖙𝖆𝖓𝖆 𝕯𝖊 𝕸𝖊𝖙𝖆𝖑|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora