Reencuentros.

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──Llegamos

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──Llegamos.──El carruaje se detuvo en el palacio de Edirne.

Eran las diez de la mañana, habíamos tenido siete horas de viaje en barco y tres horas más en carruaje, estabamos agotadas.

Sin esperar nada más, tome la mano de mi abuela y entre corriendo al palacio, sin importarme nada, los aghas y kalfas intentaron detenernos para preguntarnos quiénes eramos, pero en estos momentos no estaba dispuesta a responder duda alguna.

Abrí un bonita habitación en la que se encontraron dos mujeres, las dos palidecieron al vernos.

Mi abuela, es decir, la Sultana Hurrem llevo sus manos a su boca al tiempo que Sah Sultan corrió a abrazar a sus más leal.

Ambas se fundieron en un fuerte abrazo que estuvo lleno de lágrimas, las dos murmuraban sus nombres bajitos y sollozaban.

──Ayse.──La voz de una sultana pelinegra me llamo la atención.──Oh Allah, pero que grande estas.

──Sultana...──Mi voz sono más entrecortada de lo que me hubiera gustado.

──Ven aquí, dame un abrazo.──Nurbanu abrió sus brazos y me dio una sonrisa mientras sus lágrimas caían.

Sí, eso bastó para que corriera a abrazarla y llorar entre sus brazos, ocultando mi cabeza en su pecho, empapando de lágrimas sus ropajes.

Después de todo lo ocurrido, ella era parte de la única familia que me quedaba, ella era una pieza fundamental de mi vida y corazón, ella había sido una segunda madre.

──Eres idéntica a tu madre.──Susurró
Con una leve sonrisa mientras besaba mi cabello.

Sah y Hurrem se separaron y nos miraron con cariño, si, ellas dos se habían extrañado más que a nadie en este mundo.

──Tía Nurbanu.──Esa voz hizo que me apartara de Nurbanu con fuerza.

Me quede estática unos segundos, segundos que la Sultana pelirroja volvía a llorar y a taparse la boca con las manos.

Reconocía esa voz....

Esa voz era de....

Esa voz...

──¿Ayse?──Mi pequeño hermano me miro sorprendido.──¿Eres tú?

──¡Murad!──Grite mientras corría hasta él y besaba su cara con lágrimas.──¡Mi león!

──He-hermana.──Aquel niño de diez años puso su mano sobre mi cabello.──¡A-Ayse!

No tengo manera de describir los sentimientos que habitaban en mí, la alegría de tenerlo nuevamente conmigo era mayor.

Una vez me separe de él, este corrio a los brazos de su abuela, fundiendose con ella.

──Cuando vinimos a Edirne.──Inicio Nurbanu.──Lo primero que hice fue enviar a Canfeda al imperio Safavida, cuando ella llego los otomanos ya estaban allí, dominando el imperio..

──¿Que paso con Mehmed y Gevherhan?──Pregunte aún sabiendo la respuesta.

──Lo siento mucho Ayse...──Hablo Sah esta vez.──Cuando Canfeda regresó nos dijo que mi hermano acabo con ellos, Murad pudo salvarse por que se escondió en una especie de armario.

Trague en seco, si, Mehmed era imposible que haya sobrevivido, pues Suleiman debió haberlo eliminado del mapa si queria gobernar el estado safavida, pero ¿Gevherhan? Ella solo era una niña...No tenía nada que ver con esto...

──Pasemos al comedor.──Sonrió Sah, en un intento de mejorar el ambiente.

Las seguimos por los pasillos sin decir más, o bueno, al menos yo estaba en silencio, Nurbanu, Hurrem y Sah conversaban animadamente y yo solo me dedique a caminar con Murad a mi lado, el estaba igual de callado.

Cuando vi la mesa, Allah, no pude creerlo, la cantidad de comida que había allí, ¡Por fin no era pan duro de hace dos semanas son agua de no se donde!

Me sente al lado de Murad y comence a comer con desesperación, se que esos no eran los modales de una Sultana, pero tenía justificación, no comia cosas de calidad desde hace años, moria de hambre.

Y mi abuela estaba igual, solo que ella si se acordó de los modales y comió de manera delicada, la única que desentonaba era yo.

Converse un poco más con las mujeres que estaban a mi alrededor, y una vez acabamos la cena, las Sultanas me mandaron a dormir, compartiría habitación con mi pequeño hermano.

Una vez estuvo todo listo, me eche en mi cama y mire el techo, sí, tenía que vengarme, tenía que trazar un plan para ejecutar mi venganza, no podia vivir en paz sabiendo que me habían arrebatado todo lo que amaba.

──Ayse.──Mire a Murad.──Estoy feliz de verte, no pensé en volver a verlos nunca más, me dijeron que habían muerto todos.

──Estoy más viva que nunca.──Sonreí.──Yo también estoy contenta de verte mi pequeño león.

Ambos sonreimos y cerramos los ojos, Murad dormía pacíficamente, mientras yo buscaba una forma de contarle mi plan a las Sultanas.

𝕷𝖆 𝕾𝖚𝖑𝖙𝖆𝖓𝖆 𝕯𝖊 𝕸𝖊𝖙𝖆𝖑|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora