Me refugié en un cuarto de vino que hallé al descender lo más que pude. No podía arriesgarme a ser descubierta en una posible situación en la que el hombre bajase por bebidas, así que me las apañé para hacer un pequeño cuarto secreto, así le llamaba yo, pero en realidad era un espacio diminuto rodeado por cajas. No era tan incómodo como la idea de morir a manos de un secuestrador, por ello, soporté algunos días en ese lugar, casi imperceptible.
Pasaron alrededor de dos días, no quise salir de allí por el miedo colosal que sentía, por lo tanto, moría de hambre y aburrimiento. No podía usar mi teléfono por el temor a que su batería muriera en un momento crucial, tampoco podía llenar mi estómago de vino por la premonición de una escandalosa borrachera que acabaría con mi vida.
Por ello, sin moverme, comer o beber, soporté un máximo de dos días sentada en una misma posición.
No quería morir, pero luego de tantas horas, comencé a considerar un disparo como una mejor muerte que la lentitud de un degradante y vacío estómago.
Salí con la idea de que llegar hasta la cocina para robar comida sería sencillo y así lo fue. Me sorprendí al no ver a nadie cerca, había terminado de comer y no se mostraba rastro de aquel hombre o de la chica. Empecé a cavilar que todo lo visto, habían sido desvaríos de una imaginación desbordada en una fuerte resaca, pues era difícil y extrañamente conveniente, pensar que no aparecerían en ningún momento, idea que se esfumó de mi mente al considerar el tamaño del barco — Si no está aquí, puede que esté en otro lugar — Reflexionaba mientras me escabullía con cuidado hacia el puente de mando. Estaba curiosa por nuestro destino, ya que el paso del tiempo no parecía cambiar el hecho de que no se divisara tierra en ninguna dirección.
Mis pasos fueron lentos y sigilosos para que de la misma manera me acabara asomando por una de las ventanas de aquella habitación. Agradecí al cielo por haber revisado antes de entrar, pues en ese lugar estaba un hombre sentado en una silla con sus pies reposados sobre la mesa, además, sobre su rostro tenía lo que parecía ser, un sombrero de policía.
— ¿Un policía? No, quizá robó ese sombrero y si no es así, ¿Cómo podría confiar en él? — Mis pensamientos arremetieron contra mí, obligándome a regresar con cuidado mientras pensaba en aquella chica que probablemente ya estaría muerta.
Había comido lo suficiente como para llenar mi estómago y con el objetivo de no arriesgarme seguido, me atreví a guardar en los bolsillos unas pocas frutas que me servirían para más adelante.
Me encontraba aburrida y por lo mismo, cerraba mis ojos con el deseo de dormirme rápido, ya era de noche y aquel tercer día había finalizado para mí. Ni siquiera procesaba del todo la idea del peligro que corría, pensaba en ello como una situación de película divertida que tarde o temprano acabaría... realmente deseaba que acabara.
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A la Deriva
Kısa HikayeLuego de beber hasta la inconsciencia, una joven se despierta en un yate desconocido en el que tendrá que mantenerse alerta ante las posibles amenazas que enfrentará.