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Perdón por los pequeños retrasos, es que estoy teniendo problemas con el wifi

Sin más que decir aquí está el nuevo cap.

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Lauren

   

    No pu­edo cre­er que me ha­ya ara­ña­do. Co­mo un ga­ti­to eno­j­ado, me most­ró sus gar­ras. Es una luc­ha­do­ra, y me gus­ta. Me gus­ta có­mo se enf­ren­ta a mí, inc­lu­so cu­an­do es­tá ca­ga­da de mi­edo co­mo sé que lo es­tá aho­ra mis­mo. Pu­ede es­tar asus­ta­da, pe­ro sus ins­tin­tos le di­cen que luc­he, y esa luc­ha es exac­ta­men­te lo que ne­ce­si­to.

    Su del­ga­do cu­er­po es­tá temb­lan­do de­ba­jo de mí. Su pec­ho su­be y ba­ja tan rá­pi­da­men­te, que creo que pod­ría es­tar hi­per­ven­ti­lan­do. Inc­li­nán­do­me ha­cia aba­jo, de­jo que mi rost­ro se al­ce unos cen­tí­met­ros por en­ci­ma de la su­ya. Lo su­fi­ci­en­te­men­te cer­ca pa­ra sen­tir su ali­en­to en mi pi­el y pa­ra in­ha­lar su olor en mis pul­mo­nes. Co­co y al­go exó­ti­co, co­mo una is­la tro­pi­cal. Es in­to­xi­can­te.

    Sus oj­os, marrón chocolate sang­ran en los mí­os, un océ­ano de emo­ci­ones ref­le­j­án­do­se en mí. Es vul­ne­rab­le, muy de­li­ca­da, pe­ro no ac­tuó de esa ma­ne­ra. No has­ta aho­ra. Sus oj­os se ci­er­ran por la der­ro­ta, y gi­ra su ca­be­za le­j­os de mí. Me inc­li­no más y de­jo que mis la­bi­os des­ci­en­dan sob­re su cu­el­lo ex­pu­es­to. Pu­edo sen­tir la sang­re cor­ri­en­do por sus ve­nas ba­jo su pi­el se­do­sa mi­ent­ras de­jo al­gu­nos be­sos con la bo­ca abi­er­ta en su gar­gan­ta. Qu­i­ero sa­bo­re­ar­la, de­vo­rar­la, pe­ro no pu­edo, no lo ha­ré. To­da­vía no, al me­nos.

    Su cu­er­po se po­ne rí­gi­do, y ha­ce pe­qu­eños ge­mi­dos, sus oj­os ap­re­ta­dos. De­jo un úl­ti­mo be­so en su man­dí­bu­la an­tes de ale­j­ar­me de su cu­er­po. To­da la sang­re de mi cu­er­po se ha acu­mu­la­do en mi pol­la, la va­ra es­tá tan du­ra que me du­ele inc­lu­so al mo­ver­la. Qu­i­ero fol­lar­la, hun­dir­me pro­fun­da­men­te en su co­ño vir­gen, y en­vi­ar las sá­ba­nas en­sang­ren­ta­das a su pad­re, y lo ha­ré… pe­ro no es­ta noc­he.

    —Bebe el agua que te tra­je y lu­ego ve a dor­mir.

    Sus oj­os se ab­ren de gol­pe, y gi­ra la ca­be­za pa­ra mi­rar­me. Sus ce­j­as os­cu­ras se jun­tan por su con­fu­si­ón. Cree que es­toy min­ti­en­do. Pro­bab­le­men­te pi­en­sa que voy a las­ti­mar­la, a qu­itar­le al­go, y aun­que pu­di­era, no lo ha­ré. No de es­ta ma­ne­ra, de to­dos mo­dos. Qu­i­ero que me qu­i­era, que me ne­ce­si­te y que de­pen­da de mí. Eso no su­ce­de­rá si la las­ti­mo es­ta noc­he.

    —Bebe. —Ha­go un ges­to a la bo­tel­la de agua en la me­si­ta de noc­he.

    Se acer­ca y al­can­za la bo­tel­la. Bu­ena chi­ca. La veo de­sen­ros­car la ta­pa y to­mar unos sor­bos gran­des an­tes de vol­ver a de­j­ar la bo­tel­la don­de es­ta­ba an­tes.

    —Ahora acu­és­ta­te y du­er­me.

    Me mi­ra in­qu­isi­ti­va­men­te, pe­ro ha­ce lo que le di­go. No es por con­fi­an­za, si­no por me­ra inst­ruc­ci­ón, por­que no la he las­ti­ma­do, ha de­ci­di­do no dar más pe­lea.

    Apoyando su ca­be­za en la al­mo­ha­da, agar­ro la man­ta y la ti­ro ha­cia ar­ri­ba y sob­re mi mi­ent­ras me acu­es­to a su la­do. De­jo unos cen­tí­met­ros ent­re nu­est­ros cu­er­pos a pro­pó­si­to, de­j­án­do­le un po­co de es­pa­cio. Ese es to­do el es­pa­cio que va a te­ner. Dor­mi­rá en mi ca­ma to­das las noc­hes, aun­que yo me ase­gu­re de el­lo.

Inicios Salvajes  {Camren GP}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora