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Maratón 7/10

Camila

   

    Me qu­edo mi­ran­do el pa­pel ar­ru­ga­do que ten­go en la ma­no, le­yén­do­lo por cen­té­si­ma vez y, aun así, no es­toy se­gu­ra de si es re­al o no. Y si es re­al, ¿qué voy a ha­cer con él?

   

   

    CAMILA

   

    Vendré por ti, cariño.

    Sé fuerte, papá.

   

   

    La no­ta es­tá esc­ri­ta a ma­no, las let­ras me di­cen que fue mi pad­re qu­i­en la esc­ri­bió. La pre­gun­ta es, ¿por qué? ¿De ver­dad vi­ene por mí? ¿Inclu­so qu­i­ero que ven­ga des­pu­és de que me ven­dió co­mo un obj­eto? He te­ni­do dí­as pa­ra pen­sar en lo cru­el que fue al de­j­ar­me ir, ven­der­me co­mo si no fu­era na­da.

    Mi vi­da aquí es pe­or que la que vi­ví en ca­sa de mi pad­re, pe­ro, sin­ce­ra­men­te, no muc­ho. Te­nía al­gu­nas co­sas más que ha­cer en ca­sa, pe­ro no muc­has. Se­gún Lauren, tend­ré más li­ber­tad en al­gún mo­men­to, por lo que es­tar aquí pa­re­ce la me­j­or op­ci­ón.

    Lauren espera co­sas de mí, co­sas que no es­toy se­gu­ra de po­der dar­le, pe­ro ¿cu­áles son mis ot­ras op­ci­ones? Si de al­gu­na ma­ne­ra log­ro vol­ver a ca­sa, es­ta­ré so­la por el res­to de mi vi­da o mi pad­re me ca­sa­rá con ot­ra per­so­na. ¿Hay al­gún homb­re en el mun­do de mi pad­re que me tra­te de ma­ne­ra di­fe­ren­te? Lo du­do. To­do homb­re es un ma­fi­oso en­du­re­ci­do con el odio y la ra­bia ar­di­en­do por sus ve­nas.

    Entonces, ¿cu­ál es el mal me­nor?

    Doblar el pa­pel has­ta que sea so­lo un pe­qu­eño tro­zo de pa­pel. Ent­ro en el ar­ma­rio y lo me­to en el fon­do del ca­j­ón de mi ro­pa in­te­ri­or, con la es­pe­ran­za de que, sea cu­al sea el ca­mi­no que me lle­ve el fu­tu­ro, al­gún día se­ré lib­re.

   El res­to del día, me ocu­po de ma­te­má­ti­cas. Lauren ­no vi­ene a bus­car­me pa­ra ce­nar hoy. En cam­bio, una don­cel­la di­fe­ren­te me trae co­mi­da a la ha­bi­ta­ci­ón. Me pre­gun­to por qué no ha lle­ga­do to­da­vía, pe­ro tra­to de no pen­sar en eso. En cam­bio, en­ti­er­ro mi rost­ro ent­re las pá­gi­nas del lib­ro de tex­to.

    Lauren estaba sorp­ren­di­da por mi elec­ci­ón, pe­ro re­al­men­te no te­nía nin­gu­na du­da de qué lib­ro lle­var. Si hu­bi­era ele­gi­do una no­ve­la ro­mán­ti­ca, la hab­ría le­ído en unas po­cas ho­ras. Des­pu­és de eso, hab­ría vu­el­to al pun­to de par­ti­da sin na­da que ha­cer.

    No sé si tend­ré la opor­tu­ni­dad de ele­gir un se­gun­do lib­ro, así que tu­ve que ha­cer que es­te con­ta­ra. Es­te lib­ro me man­tend­rá ocu­pa­da du­ran­te muc­ho ti­em­po.

    Solo ten­go un prob­le­ma. Inc­lu­so si esc­ri­bo lo más pe­qu­eño que pu­edo, el pa­pel es­tá a pun­to de ago­tar­se. Ya he usa­do la par­te de­lan­te­ra y tra­se­ra. Sin pa­pel, no pu­edo re­sol­ver es­tas ecu­aci­ones y no qu­i­ero esc­ri­bir en el lib­ro.

    Llené el úl­ti­mo es­pa­cio del pa­pel, sin­ti­en­do una pe­qu­eña ola de log­ro. Ese sen­ti­mi­en­to se va rá­pi­da­men­te aho­gan­do por sen­ti­mi­en­tos me­nos ag­ra­dab­les.

Inicios Salvajes  {Camren GP}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora