Capítulo XXII.

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(Narra Babi)

Acabado el partido, Jesús y yo nos fuimos solos a dar un paseo.

Jesús se empeñó en ir a dar un paseo por las afueras del pueblo y no sería yo quien se negase.

Andamos durante más de una hora de aquí para allá. Empezó a anochecer. A mi me encantaba ver el sol mientras anochecía así que nos sentamos en unos bancos que había junto a una pista de skate vacía en la que no había más que descampados al rededor, lo que hacía que el cielo se viese sin obstáculo alguno.

El mundo era nuestro, no existíamos más que él y yo, éramos nosotros.

-No puedes irte, ¿qué será de nosotros? -Dije preocupada, estallé. No podía aguantar más, me acostumbré a él y por una parte eso me mataba.

-Nos seguiremos viendo, te lo prometo.

-No será igual, Jesús me he acostumbrado a verte despertar a mi lado, a reírme junto a ti y a que con tus manos seques mis lágrimas cuando no puedo más.

-No quiero que estés así por mi.

-Y yo no quiero que te vayas.

-Yo tampoco quiero irme.

Estábamos enamorados.

Esa es la sensación más bonita, más pura cuando lo estás de verdad.

Es sentir tocar el cielo con las manos. Es poder vivir y morir por la misma persona a la vez. Es mirar a la otra persona y preguntarse qué haría si no la tuviera.

Qué perfecto sería poder estar todos los días con Jesús.

-Eres lo más importante de mi vida.-Dije amándole, como siempre.

-Te amo hasta el infinito y más allá con pasitos de caracol ida y vuelta.-Dijo sonriendo.

Era idiota, pero los idiotas son los únicos capaces de hacerte sonreír incluso cuando no te apetece más que llorar.

A pesar de ser idiota, era la persona más tierna del mundo. Yo me moría por ese idiota.

Me besó.

Se me olvidó decir que los idiotas son los que mejor besan.

Se le saltaron las lágrimas, y yo no podía con eso.

-Eh.-Dije cogiendo su barbilla.- No llores, no permito que llores.

-No voy a irme.-Dijo entristecido.

-Sí, tienes que irte, no es por que quieras Jesús, es por tu carrera musical, no puedes dejarla de lado por mi. La fama podría desaparecer pero te juro que pase lo que pase yo siempre estaré para ti. ¿Acaso no quieres ser el mejor cantante?

-Por supuesto que quiero, quiero que mi nombre sea recordado por siempre.

Sonreí.

-Te aseguro que todos te recordarán, haré lo posible por que así sea mi niño. -Le acerqué a mi hombro. -Todos te recordarán, al menos yo sí.

-Te quiero Babi.

-Te amo, te amo muchísimo Jesús.

(...)

Llegué a casa. Jesús me trajo en moto y se fué, el día siguiente sería su último día en Mairena y tenía que aprovecharlo al máximo. Comprensible.

Yo me dirigí a por un batido de chocolate para antes de dormir. Cuando estaba a punto de bebermelo una jodida cucaracha apareció a dos metros de mi y por el susto me vacié el vaso encima, dejando el suelo perdido de chocolate.

Maté a la cucaracha con tres botes de flisflis para los bichos y me dirigí al cuartito de la fregona para fregar todo el chocolate.

al cogerla, se cayeron de la estantería unos cuantos botes de pintura en spray de diferentes colores.

Una perfecta idea me vino a la cabeza.

Si Jesús quería que su nombre fuese recordado, lo sería.

(Narra Jesús)

Mi último día en Mairena. Saldría esa misma noche, a las 22:40 cogía el avión con destino a Madrid.

Me levanté a las 10 de la mañana más o menos.

Mi madre se empeñó en que la acompañaramos a hacer una última compra antes de irse. Dani y yo no pudimos negarnos.

Íbamos de camino al centro de Sevilla cuando, en mitad del camino, en las casas por hacer y bloques de pisos abandonados encontramos pintadas como "Jesús y Daniel", "Danisú" o "Gemeliers".

Y entonces lo recordé. Le dije a Babi que quería que mi nombre fuera recordado por siempre.

Ahora pase lo que pase lo será.

Babi.

Solo Babi seria capaz de hacer esto.

Ella es increíble.

Sentí la irreprimible necesidad de ir a su casa y abrazarla hasta espachurrarla.

Pero no, tenia que mantener las formas. ¿Qué cara se le quedaría a mi madre si me viera bajar como un loco del coche y ponerme a correr hacia nosedónde?

Se le quedó una cara muy graciosa, la verdad.

Bajé del coche aprovechando que estábamos cerca de la casa de Babi y eché a correr.

Dani sabía perfectamente a lo que iba así que él fue quien le dio las explicaciones a mi madre.

Llegué a la puerta de la casa de Babi. Agotado. Correr en Septiembre a las once de la mañana por Sevilla cansa un poco.

Toqué a la puerta de su casa y esperé unos segundos a que me abriera la puerta.

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