Capítulos XXIV.

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(Narra Babi)

Dani abrió la puerta de la habitación de Jesús. Nos vio a los dos llorando como tontos y abrazados y hasta se asustó.

-Ven aquí tú también tonto. -Le hice un gesto para que viniese a abrazarme.

Les iba a echar demasiado de menos, a los dos.

No, no se podían ir de mi vida, joder, ¿por qué la vida me los arrebata?

Se escuchó una voz, Eva:

-Vamos, tenemos que irnos.

Dani se soltó.

-Os dejo solos un momento. -Dijo después de darme un abrazo.

Salió de la habitación y solo nos quedamos Jesús y yo.

-Supongo que tendremos que despedirnos.-Dijo secándose las lágrimas.

-¿Por qué? Una despedida es un adiós, y lo nuestro es un hasta luego. -Dije mirándole a los ojos. No podía con esa situación pero intentaba no llorar para que él no se pusiese peor.

Sonrió.

-En ese caso, hasta luego, ¿no?

No, no podía.

Estallé en lágrimas. Le abrazé.

-Mis días junto a ti han sido los mejores de mi vida.-Dije apoyada en su pecho.

-Es difícil dejar ir a alguien, ¿sabes? Pero es aún más difícil cuando el que se va eres tú.

-Pero volveremos a vernos, ¿no?

-Te lo prometo, y las promesas contigo sí las cumplo.

Eva volvió a llamarnos:

-Jesús, te estamos esperando.

Me besó. Supongo que el beso más sincero que nos hemos dado nunca. Nuestras manos estaban enlazadas y mi piel se erizó como si fuese mi primer beso, aunque algo me decía que seria el último.

-Vamos. -Dije.-Te van a regañar.

Bajamos las escaleras y él cogió su maleta. La subió en el coche y miró a su casa.

Mientras Jesús metía la maleta en el coche, me despedí de Dani. El tonto lloraba a más no poder.

-Pero no llores tonto. -Le dije entre lágrimas.

-Le dijo la sartén al cazo. -Contestó dejando ver una pequeña sonrisa.

Se metió en el coche y dio paso a que Jesús me abrazase.

-Mi imbécil. -Dijo. Nunca un insulto había sonado tan bien.

-Te quiero Jesús.

-Yo más, más de lo que imaginas.

Se metió en el coche. Este arrancó. Salio destino a la estación.

No pude contener mis ganas y salí corriendo detras de él. Iba lento así que me puse muy cerca suya.

Jesús sacó la cabeza por la ventanilla.

-¡Babi! -Gritó para que le escuchase alto y claro.

-¿Sí? -Contesté.

-Te amo. -Gritó a pleno pulmón. Una lágrima volvió a escaparse.

Me quedé parada.

-Yo más. -Grité con todas mis fuerzas.

El coche desaparecía de la calle hasta que llegó el punto en que no le veía.

-Por ahí se va el gran amor de mi vida. -Me dije a mi misma.

Jamás pensé que diría eso.

Fui dando un paseo hasta mi casa. Un paseo de una hora y media, pero un paseo al fin y al cabo.

Mientras andaba, recordaba todos esos momentos vividos con Jesús.

Me preguntaba si todas las palabras que se nos quedaron en la punta de la lengua hubiesen cambiado nuestra vida de haberlas dicho.

Llegué a casa. Como siempre no había nadie, ni mi hermana, ni mi padre, ni siquiera una maldita mosca.

Me tumbé en el salón, solo esperaba que la vida pasara, que esta época de mi vida se esfumara y que todo lo que había pasado entre Jesús y yo quedase en un simple recuerdo que llamara a la nostalgia, pero que ya no doliese.

¿A quién iba a engañar? Eso es imposible.

En fin, esa fue nuestra historia,

No fue la más bonita, ni la más perfecta, simplemente era nuestra, y con eso basta.

Más de lo que imaginas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora