Capítulo XXIII.

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(Narra Babi)

Once menos cuarto de la mañana.

Bajé a la piscina de mi jardín para despejar un poco mi mente.

Me imaginaba la cara de Jesús cuando viese todas esas pintadas con su nombre y el de su hermano. Sevillano se acordaría de su nombre cada vez que mirasen a los edificios.

La única pega era que también me acordaría yo, y de la distancia que nos separaba.

Escuché el tiembre de casa. Me asome y vi que Jesús esperaba.

Se iba a ir por que pensaba que no estaba.

No se me ocurrió nada más que subirme encima de él evitando que se fuese. Estaba empapada debido a que acababa de salir de la piscina, aunque estoy segura de que no le molestó.

Le mordí la mejilla y él sonrió.

Me bajé de encima suya y se dio la vuelta.

Estábamos frente a frente. Ojos cafés a ojos verdes.

Por un momento se me olvidó que estaba en bikini en la puerta de mi casa, con todos lo vecinos entrando y saliendo de sus casas. Le cogí de la mano y le arrastré a mi jardín.

Me besó mientras el sol iluminaba el ambiente.

-Me ha encantado lo que has hecho, ya veo que te lo tomas todo al pie de la letra.

-Sí, es que yo soy así.

-Te quiero muchísimo.

-Yo a ti mil veces más.

Mientras me miraba a los ojos desafiantemente, se quitó la camiseta. A continuación las deportivas y los calcetines.

Ya sabía por donde iba, y me gustaba.

Me cogió de la cadera y se situó a escasos milímetros de mis labios.

Se cree que soy imbécil.

Fue a cogerme para tirarme a la piscina, pero no le fue nada fácil, me escurrí de sus brazos y ahora era yo la que la miraba desafiante.

-Ya veo que no eres fácil de engañar.

Yo sonreí.

Era tan mono cuando se quedaba con ganas de más, con ganas de mi.

Le ofrecí la mano para que la cogiera, pero esta vez la tonta fui yo.

No sé que clase de movimiento hizo para que acabase en la piscina con los pelos en la cara y habiéndome tragado más de tres litros de agua.

-¿Pero tú qué eres? ¿un niño o un teletransportador? Que ha sido tocarte y aparecer en la piscina. -Dije con el acento más sevillano de mis adentros.

El se río. Se descogonó, directamente.

-Que tampoco hace tanta gracia. -Añado con el mismo acento.

Salgo de la piscina preocupada.

A este chico le va a dar un ataque de risa.

Se me pegó su risa.

Parecíamos dos locos riéndonos de tal manera.

Éramos dos locos, locos de amor.

Sabía perfectamente que estaba enamorada de Jesús. Lo sabía por que cuando estaba con él todas las canciones adquirían sentido. Todo cuadraba.

Dios, éramos el uno para el otro, tan compatibles que asustaba. Sin embargo no estábamos destinados a estar juntos, y eso dolía.

Dolía muchísimo.

Duele el saber que la persona que amas se va a ir a kilómetros de ti y que tú no puedes hacer nada para evitarlo.

(...)

Las dos menos veinticinco de la tarde. Jesús se fue dejandome aquí sola.

Con un dolor en el pecho que me mataba.

¿Por qué en las películas de Disney no hablan del amor a distancia? ¿O de lo mucho que duele el amor?

Me apetecía ver a Jesús de nuevo. ¿Cómo iba a aguantar no verle cada dia?

Dios, de solo pensarlo se me ponía la pien se gallina. No quería ni imaginarlo.

Me di una ducha y me puse unos boyfriend muy desaliñados y una camiseta negra muy ancha. Me solté el pelo y lo cepille. Acabé poniéndome unas Vans negras y me tumbé en el sofá.

Esperaba a que llegase la hora en que pasara un autobús para poder ir a ver a Jesús.

En media hora ya estaba en la puerta de su casa.

No me dio tiempo de tocar a la puerta de su casa cuando salio su madre con unas cuantas cajas de cosas que faltaban por llevarse a su nueva casa.

Se me quedo mirando de la cabeza a los pies en una décima de segundo y me dedicó una sonrisa.

-Buscas a Jesús, ¿no?

-Sí. -Respondí tímidamente.

-Está arriba, en su cuarto. Pasa por favor.

-Vale, gracias. -Le dije con una sonrisa.

Entré a su casa y subí directamente a la habitación de Jesús.

Estaba con el móvil en la mano y llorando como un niño.

No, no, no. No llores joder.

-Hola. -Dije para que supiese que estaba en su habitación. Antes de girarse para mirarme se secó las lágrimas.

-Hola mi niña. -Dijo con la voz rota debido a haber estado llorando.

En su habitación estaba todo empaquetado, se me hacía difícil verle así.

-Estaba a punto de llamarte. Nos vamos en media hora. -Dijo sin poder retener sus lágrimas. -Así que supongo que esto es una despedida. -Añadió llorando.

-No. -Dije segura. -Las despedidas solo son para las personas que no se volverán a ver y ese no es nuestro caso. Nos veremos, muy pronto, te lo aseguro.

Sonrió.

Es difícil decirle adiós a alguien al que ya te has acostumbrado. Por eso odio la despedidas, por que llevan un mensaje subliminal dentro que grita que no puede haber un mañana.

Joder, dos personas que se aman tanto merecen estar juntas.

Me abrazó fuerte. Muy fuerte.

-No te vas a librar de mi tan fácilmente, no de coña vamos. -Le dije apoyada a su pecho. Lágrimas se precipitaban de mis ojos.

Nos cogimos de las manos.

-No quiero que te vayas. -Dije.

-No quero irme.

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