08┋❝𝔱𝔥𝔢 𝔴𝔯𝔬𝔫𝔤 𝔫𝔞𝔪𝔢❞

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Y así de rápido George había regresado al principio, aunque ahora no solo pensaba en Fred, sino que también en Solace

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Y así de rápido George había regresado al principio, aunque ahora no solo pensaba en Fred, sino que también en Solace. Sentía una presión en su pecho que no se quitaba ni siquiera con los intentos de respirar hondo. Su vida se había arruinado por completo. No era, como muchos decían, un amor de adolescentes. Él sentía algo muy fuerte por Solace. Temía que jamás fuera a enamorarse de otra chica de la manera en la que se había enamorado de ella.

¿Por qué no la podía tener? ¿Por qué el mundo siempre estaba en su contra?

Alguien tocó su puerta. George no se dignó ni en responder ni en abrir.

Molly abrió de todas formas, con una taza de té en una mano y un plato con un pedazo de tarta en la otra.

—Te he traído el desayuno.

George la miró con desaprobación.

—No puedes simplemente venir a mi habitación el desayuno, sonriendo, esperando a que las cosas hayan cambiado de un día a otro.

—Lo sé, George. Te traje el desayuno porque ya van a ser las doce y aún no has desayunado, no porque creo que las cosas ya están bien.

—Gracias, entonces. Deja la taza y el plato en la mesita de luz y no te olvides de cerrar la puerta luego de irte.

—¿No quieres hablar?

—¿Hablar de qué, exactamente? No hay nada de que hablar.

—Podemos hablar de cómo te sientes, por ejemplo.

—No podré ni ver ni interactuar otra vez con alguien que yo quiero, ¿cómo se supone que debo sentirme, eh?

—Lo sé, por eso vine a ver cómo te sentías. Puedes hablar con nosotros, cariño.

—Contigo no.

—Conmigo también. —Suspiró—. Sé que ahora mismo me ves como una villana, como alguien cruel y vil, pero no lo soy. Quise protegerte, créeme que si la ley no existiera me encantaría que viniera a casa para conocerla.

George miró el suelo, negando con la cabeza, entristecido por el pensamiento que le había llegado a la mente.

—No tuviste que haberme acusado con el Ministerio de Magia.

Molly asintió.

—Lo sé, me arrepiento mucho de ello.

—No tuviste que hacerlo, porque de todos modos ya no iba a poder verla a Solace. Su padre es alguien estricto con el tema de salir con chicos. Casi me dio una paliza cuando fui a su casa el otro día.

Su madre decía que se arrepentía de haberlo acusado, pero George no le creía. Le era imposible hacerlo.

—Ya puedes irte. Gracias por el desayuno.

—De nada.

Molly, luego de salir de la habitación, cerró la puerta y se apoyó en ella, cerrando los ojos. Verlo a George tan triste luego de haberlo visto sonreír —algo que no hacía desde hace tiempo— le rompía el corazón, y le rompía el corazón que ella hubiera sido la causa de ello.

𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐍𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐃𝐄 【𝐆.𝐖】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora