14┋❝𝔱𝔥𝔢 𝔢𝔫𝔡 𝔬𝔣 𝔱𝔥𝔢 𝔯𝔦𝔳𝔢𝔯❞

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Varias cosas pasaron en los últimos tres años

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Varias cosas pasaron en los últimos tres años. Los magos y brujas del Mundo Mágico pudieron votar al nuevo ministro —o mejor dicho, la nueva ministra— del Ministerio de Magia. Harry, Hermione y Ron se convirtieron en aurores. Sortilegios Weasley arrasó con sus ventas y tuvo una portada memorable en El Profeta.

Y en cuanto a George, él estaba bien. No creía que hubo muchos cambios con respecto a su persona, se mantenía en una línea recta que no se desviaba ni para arriba ni para abajo.

Por alguna razón, tuvo la tonta idea de que el tiempo lo iba a hacer olvidarse de Solace, pero no fue así. Él la recordaba mañana, tarde y noche. Todos los días. Fue por eso que no mantuvo ningún tipo de relación con ninguna chica, como si por arte de magia Solace fuera a regresar a sus brazos.

Un día, mientras George dormía tranquilamente en su apartamento, se despertó por el sonido de su puerta siendo golpeada una y otra vez. El primer pensamiento que vino a su mente fue que algo muy pero muy malo había sucedido. Él se levantó de la cama de inmediato, tan adormilado que sentía que quizás aún estaba soñando, y abrió la puerta, encontrándose no solo con su familia, sino que también con Harry y Hermione.

¿Qué rayos estaban haciendo ellos un sábado a la mañana en su apartamento?

Eso no hizo sino hacerlo creer que algo malo había pasado de verdad, aunque sus rostros demostraran lo contrario.

—¿Qué pasó? —preguntó él, antes de bostezar, preparándose para cualquier mala noticia que fueran a anunciarle.

Su madre lo abrazó, él le devolvió el abrazo.

—Sucedió, hijo.

—¿Qué? ¿Qué sucedió?

—Esta semana el Ministerio de Magia estuvo debatiendo sobre la ley Unión Mago-Muggle —le explicó su padre—, la ley fue derogada.

George lo miró muy confundido a todos.

No, no podía ser.

Él estaba soñando.

—¿Esto es un sueño?

Su padre rio antes de abrazarlo.

—No, hijo, esto es la realidad. Ya no existe ley que impida a los magos y brujas estar con muggles.

Una sonrisa de oreja a oreja se esbozó en el rostro de George, pero se borró casi al segundo.

¿De qué servía? Ya no podía estar con Solace.

Él no sabía dónde ella estaba.

Ella no sabía quién él era.

Pero de todas maneras, debía ponerse feliz, pues el fin de esa ley significaba que ningún otro mago o bruja iba a tener que pasar por lo que él pasó. Eso al menos lo ponía un poco contento.

—Vístete —le dijo su madre—, iremos a festejar afuera del ministerio, querido.

Cuando George se cambió de ropa, él caminó con su familia hasta el Ministerio de Magia. Esta vez el camino se le hizo muchísimo más corto que la última vez que fue. Varias personas se unieron, cantando, haciendo ruido con instrumentos, festejando la bella libertad de amar.

𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐍𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐃𝐄 【𝐆.𝐖】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora