Capítulo 7

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|Victoria|

Me asomé por la puerta, no había nada que dijera que el lugar estuviera cerrado, pero no tampoco nadie detrás del mostrador ni regando las plantas. Se suponía que me encontraría con el Nico en la florería en la que trabaja antes de juntarnos con los demás en la playa.

Revisé mi teléfono y no habian mensajes ni llamadas, estuve por escribirle cuando escuché una voz desde una puerta tras el mostrador. Me acerqué y abrí la puerta pidiendo permiso en voz baja. El Nico estaba sentado dándome la espalda, tenía una llamada  y pareció no escucharme porque siguió con lo que parecía una discusión.

— Mamá, de verdad que no quiero hablar de esto... — Movía la pierna de arriba a abajo de forma inconsciente y su voz sonaba tensa, pensé en salir de este tipo de taller y esperarlo en el mostrador, pero me miró sobre su hombro, su mirada pareció suavizarse y suspiró. — Estoy ocupado...

Creí que era para mí y estaba por retroceder cuando cortó la llamada, se levantó y noté que tenía su mano derecha con manchas de pintura.

— ¿Estai bien? — Fueron las únicas palabras que salieron de mi boca. Luego me di cuenta que en verdad me había metido a esta habitación sin permiso. — Perdón por meterme, no te pille y creí escuchar tu voz...

Él dejó el teléfono en una mesa y noté que había bastantes cosas hechas con cerámica y arcilla. — No importa, estaba hablando con mi mamá. Me salvaste de que esa llamada durará más. — Me hizo una seña para que me acercara.

Tenía ganas de preguntar si quería hablar de eso, pero me distraje cuando él dejó una tacita junto a una que tenía diseño de olas mal hechas, la pintura seguía fresca y era del mismo color que la que había en los dedos del Nico.

— ¿Esta es la sorpresa superurgente por la que me escribiste tan temprano? — Más específicamente a las nueve de la mañana, pidiendo que fuera a verlo después del almuerzo.

Le sonreí viendo las tacitas, platos y hasta floreros pintados a mano que había en la mesa, él no parecía muy animado, pero cuando me volteé, me sonrió. Tomé una taza que tenía un patito pintado de forma muy tierna.

— Bueno, el otro día dijiste que dibujas — Me tendió un pincel. — Entonces se me ocurrió que podrías venir a pintar para probar algo diferente.

Lo miré emocionada y le mostré la taza de pato. — ¿La hiciste tú?

— No, yo hice esta — Tomó la que aún tenía pintura fresca y la mostró con orgullo. — La que tienes la hizo la Caty, mi jefa. Este es su taller donde hace estas cosas, yo igual hago algo, pero no soy tan bueno como ella.

Sonreí y miré de reojo al Nico. — Ahora quiero verte haciendo alguna taza.

Él se rio y se quitó el poleron mientras se alejaba. — Podríamos tratar. Iré lento porque juro que si no queda la embarra'.

Escuchamos unos pasos acercarse, luego se asomó una mujer con curiosidad.

— ¿Qué planeas hacer lento? — Preguntó ella.

Sonreí algo nerviosa, me había mentalizado solo para estar con el Nico y no conocer a alguien más. Ella se acercó y sonrió emocionada antes de que el Nico respondiera.

— Tú debí ser la Victoria. — Dijo y me beso en la mejilla con esa ternura de abuelita. Ella volvió a ver al Nico. — No habías dicho que era tan linda.

Trató de susurrar y aun así lo escuché y me sonroje un poco, sonriendo y obligándome a hablar sin que mi voz saliera torpe.

— Catherine... — Dijo entre dientes el Nico, algo nervioso.

Nuestro desastre [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora