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Que lindo día, el sol estaba en su mejor esplendor, las nubes lo cubrían levemente permitiendo un clima realmente refrescante.

Aunque el sol no cambiaba los moretones, los rasguños, las heridas, la sangre seca, o la que estaba recorriendo sutilmente su camino en el suelo, saliendo fresca y con su característico sabor a metal...

Bueno, ya no era tan lindo el día.

Cuando los demás se fueron, uno de los chicos, el que parecía el menos herido se levanto y ayudo a su hermano a levantarse.

__ Déjame izana —Pidió el menor, le dolían las costillas y el suelo parecía ser más cómodo de lo normal.

__ Tengo que... Tengo que curar vuestras heridas, no me arriesgaré a que se infecten.

Ninguno respondió, ni siquiera mikey, izana dio todo de sí para acomodarlo pero su hermano se desplomó, se había desmayado.

El chico trató de mantener el peso del menor pero no le fue posible, ambos cayeron al suelo.

El mayor abrió los ojos por el impacto y trató de levantarse, sus brazos temblaron y le prohibieron cualquier movimiento.

__ Desearía que esto terminara. Desearía ser feliz una vez más. — Susurro.

Y en ese momento el sol brilló como nunca nada más había brillado, las nubes parecían bailar y los pájaros Gozaban de alegría cantando sus hermosas canciones mientras volaban alegremente.

Los chicos por los golpes y heridas no tardaron en desmayarse.

Al despertar estaban en sus celdas, acostados, tenían vendas en las heridas y extrañamente estaban arropados y casi que limpios.

Kokonoi trató de levantarse lo cual le dolió en el abdomen y el brazo, lo más sorprendente fue cuando noto que no tenía ninguna cadena o algún collar como solía llevar.

La noche había llegado, y no les sorprendió cuando escucharon algunos pasos acercarse, como de costumbre la celda se abrió y los mismos de siempre entraron.

Tomaron a Rinduo y a Kokonoi. Nadie dijo nada, ni siquiera Ran. Solo miraba con impotencia cómo se llevaban a su hermano.

El lugar se consumió de un terrible silencio, lo único que se podía escuchar era unos pasos acercándose lentamente y la respiración agitada de Mikey, quien parecía tener fiebre.

Los pasos se acercaron lentamente. Las luces se prendieron sorpresivamente.

Los ojos se dirigieron automáticamente a la silueta femenina.

La joven tenía los ojos negros con mirada sería, los brazos enrollados y los puños apretados.

Los chicos se quedaron viendo por mucho tiempo, era la primera vez que veían una mujer aparte de las de la cafetería, quienes no gozaban de ningún tipo de belleza.

La chica miró la manera brusca en la que agarraban a los dos jóvenes y la manera en la que ambos parecían disimular un leve temblor en las piernas.

Chasqueo la lengua.

__ Creo que habrá algunos cambios en esta instalación. — Bromeó, o bueno eso pareció.

Algunos segundos después un montón de guardias que nunca habían visto entraron.

__ Empecemos por el personal.

La chica se acercó lentamente a los 3 chicos quienes sostenían abusivamente a los otros dos.

__Y la actitud. — Sonrió amablemente. Aunque su acción demostró desprecio, los guardias quienes acababan de entrar agarraron a los 3 chicos.

La joven volvió a mirar a los chicos. No dijo nada, dio media vuelta.

Cuando salió del lugar, cuando las luces se apagaron. Fue en ese momento en el que aquel lugar cambió por completo.

La mañana siguiente todos los presos quedaron confundidos. Había nuevo personal.

Personas que nunca habían visto estaban custodiando los alrededores tenían armas y municiones.

Su rostro era serio y no parecían ser amigables.

En el comedor había nuevas señoras de comida.

Y cuando el desayuno se sirvió fue como si dejaran de estar en una prisión a estar en un hotel.

El desayuno era huevo revuelto con tomate y cebolla. Tenía jugos de naranja y frutas variadas para escoger.

Y como postre cereal.

Nadie podía creer el cambio abrumador.

Pero, a diferencia de los demás quienes hacían filas desesperadas por el aperitivo habían 6 chicos en una mesa separada del resto, pidiendo que no los notará.

Aunque su deseo, al igual que los demás, no fue cumplido.

La misma chica de la noche llegó con 6 guardias cada uno tenía una bandeja de comida.

Los guardias dejaron la bandeja cerca de los chicos, y la joven también se sentó al lado de uno de ellos, el menor.

__ Mis guardias no son meseras, así que la próxima vez ustedes mismos van a recoger su desayuno.

La joven chica sonrió con amabilidad. Lo que dejó a los otros en shock.

¿Cuántas veces no habían pedido ser tratados con amabilidad?

Y ahora, una joven que llegaba de la nada les estaba sonriendo.

Incluso les llevó comida, y los ayudó la noche anterior.

¿Acaso habían muerto? ¿O estaban soñando?

__¿Qué esperan? Deben comer. Y tu — Señalo Mikey con la cuchara — debes descansar, tienes fiebre. Debes tomar una pastilla, ahorita a las 8.

La joven tomó un poco de huevo y comió tranquilamente con una sonrisa.

Los chicos seguían sin entender lo que pasaba.

Aun así, Ran el mayor, se animó a probar una cucharada con temor. Nada malo sucedió así que tomó otro bocata... Otra vez nada sucedió.

Con más confianza tomó del jugó y nada sucedió.

Pauso por unos minutos, y más animado agarro la cuchara y como un poco de huevo del plato de su hermano, sin previo aviso la metió en la boca del chico y lo obligó a tragar.

La chica se quedó mirando la manera en la que el mayor cucharear a su hermano quien parecía estar confuso. Hasta que en un punto empezó a comer con tranquilidad.

Entonces, con ánimo hizo lo mismo y le ofreció una cucharada a Mikey quien no había probado un bocado.

El chico se sorprendió al notar como una cucharada de comida entraba sin previo aviso a su boca.

Se obligó a tragar la comida y miró a la culpable.

Sus mejillas tomaron un tono rojo al ver como esta le sonreía y tenía ya lista otra cucharada.

Trago saliva y con dudas abrió lentamente la cominsula de la boca permitiendo paso a un nuevo bocado.

La chica casi salta de alegría mientras alistaba otro bocado.

Los chicos miraban confundidos su reacción, la joven por otra parte continuaba alegremente con su trabajo y alimentaba a el menor con paciencia, debido a que este masticaba realmente lento.

Cuando el menor ya había terminado de comer, la joven soltó una pequeña risa amable, los jóvenes se estremecieron al escucharla era la primera vez que alguien se reía de manera amable enfrente de ellos.

Entonces, fue en ese momento, en ese preciso instante en el que se dieron cuenta de que el mundo se estaba apiadando de ellos.

Ella llegó a sus vidas, con una sonrisa y un poco de amabilidad.

Llegó para mejorar, llegó para ser feliz.

Pero...

Para enseñarles a amar.

Ella era amable.

Y ellos la soledad. 

Cerraduras  |BotenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora