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Era un día soleado, el sol trenzaba hermosos rayos de luz que envolvían el pateo, por primera vez aquel lugar no parecía una cárcel, por primera vez aquel lugar no contenía el sufrimiento de 6 chicos en específico. Era la primera mañana en la que nadie los tocaba, ni siquiera los miraban, y eso era lo mejor que podía haber pasado.

Pero todo cambió cuando de la nada una bomba se escucho, la gente se conmocionó los guardias corrieron al lugar de la explosión las alarmas se activaron y los pacientes corrieron rápidamente a sus habitaciones, incluidos los de Boten, que no entendían el por que de la explosión.

No entendían bien por que de la nada, cuando todo estaba en calma una nuevo disturbio empezaba, o la razón exacta del por que las cosas habían ido bien y de la nada todo estaba cambiando de manera radical.

Fue en ese momento en el que el ruido seco, casi que de manera eterna, ya habían pasado varios minutos y nada se escuchaban.

Pequeños sonidos tan insignificantes como los sonidos de las gotas cayendo o los pajaritos cantando, y si para cualquiera sería un sonido agradable, pero después de una bomba resultaba ser un sonido fúnebre, un sonido confuso, un sonido que nadie desea.

Las cosas estaban en completo silencio en las habitaciones, pero en una oficina no muy lejos de estas mismas había el sonido de unos tacones chocando lentamente con el suelo de manera frenética.

Entonces de manera poco ética, aquella persona que generaba ese débil sonido agarró a uno de las personas presentes por el cuello, le dio una cachetada que cortó el silencio por unos segundos, y luego, luego todo empezó de nuevo, una sonrisa incapaz de corresponderse o de entenderse se asomo por las mejillas del mayor de manera completamente inhumana.

Y en ese momento el silencio fue cortado.

__¿Estas de coña? ¡Explotaste la entrada! —Grito finalmente, nadie le logro escuchar, excepto el joven que había causado aquel acto tan desalmado y tan... descabellado.

__ No aguanto más de este modo —Exclamó al final bajando la cabeza un poco triste — Ya no puedo encargarme de Boten sin ellos.

__Kakucho, explotaste la entrada — Susurro, sus puños serrados y sus ojos negros penetrantes como si quisiera matar al presente — ¡Hiciste Boom!

Sus manos se movieron en ayuda a la expresión, aunque el mayor no respondió, la chica solo cerró los ojos por unos minutos y mandó a sus guardias entrar.

Los guardias agarraron a el mayor sin lastimarlo y lo llevaron de buena gana a su nuevo "Hogar"

La puerta de la habitación de los de Bote se abrió, ellos se asustaron por instinto pero cuando en eso uno de sus conocidos entre lágrimas empezaron a salir, de modo que todos se lanzaron al nuevo invitado y este a ellos, estaban tan alegre de que por fin habían logrado estar con su mayor compañero.

Pero por otro lado una chica estaba cruzada de brazos mirando la escena con un disgusto que no era humano, no por el recuento o la felicidad, si no por que su ultima ayuda de conseguir que Boten saliera del manicomio había ingresado por cuenta propia, poco ortodoxa, al mismo manicomio. Sus ojos se tornaron blancos y tenía la sensación de que debía matar a alguien, el que fuera.

Aun así no se movió, se quedó con los brazos cruzados y su cadera apoyada en el marco de la puerta. Entonces las miradas se dirigieron casi que inmediatamente a ella, entonces entendió de que ese momento ella había terminado implicada en un desafortunado desastre.

__ Diles la verdad — Exclamó Kakucho, ella chasqueó la lengua y miró al chico como si matarlo a él, fuera la opción más factible y fácil de cometer, aun así no se movió y miró con amabilidad a los chicos.

Cerraduras  |BotenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora