[04]

314 31 56
                                    

La celda era oscura, carecía de algún toque de vida, de algún toque de felicidad, de algún toque de fe.

No había más que una sumisa luz que se permitía entrar débilmente por las rejas, aquel rayo débil permitía ver el charco de sangre mezclada.

Unos cinco, no, seis chicos llenos de moretones y heridas abiertas. Algunos rasguños en la piel de uno de ellos asustaban, aquellos rasguños venían desde las mejillas hasta el torso, tal vez un poco más abajo.

Pero, él no era el único, había uno que estaba temblando de miedo, en el rincón más alejado, con los ojos rojos y casi la misma cantidad de rasguños. Tenía sus brazos enrollados en sus piernas, temblaban, pero no de frío, más bien de miedo.

En un movimiento brusco el joven posó sus manos en el cabello, estaba asustado. Temblando de miedo, estaba apunto de llorar, no quería que llegara la noche, rogaba por que la luz del sol jamás desapareciera.

Los chicos no sabían qué decir, temían decir algo que lo paniquea más. No podían expresar su dolor, también tenían miedo, tal vez ellos serían los siguientes.

Tal vez no pasaría mucho para que alguno de ellos estuvieran en el mismo estado igual de desesperados, rogando que el sol no se escondiera.

Uno de los chicos, rinduo. Miraba al otro buscando las palabras que a él le hubiera gustado escuchar el mismo día en el que lo violaron por primera vez.

Pero no salían, no salían por que lo miraba a él, como agarraba sus cabellos descoloridos. y los millones que eran enrollados en sus dedos con brusquedad. Enterrando levemente sus uñas en la cabeza, aguantando las lágrimas y suplicando que el sol no se escondiera.

El joven haitani tomó fuerzas, se acercó en pasos lentos, tomó las manos del menor de los dos, quien extrañamente no se resistió.

El chico estaba que se moría del miedo, pero el otro quien ya había pasado incontables veces por eso decidió consolarlo, lo abrazó y dejó que el joven ocultaba sus lágrimas en sus hombros.

Esperando los dos el momento en el que el sol se ocultara, y pidiendo que saliera más rápido de lo normal, tal vez no tenía lógica, claramente no saldría pronto, y claramente el sufrimiento no duraría tanto, en promedio tal vez 3 a 4 horas.

Un largo tiempo, imposible de negar. Pero era lo mínimo que podían pedir.

Y luego de unas horas, el sol se ocultó, la celda se oscureció. Y al mismo tiempo, los pasos se acercaron. Sonando más y más cerca, ambos chicos se abrazaron con más fuerza, suplicando que el tiempo se detuviera. Esperando que todo cambiara, solo por unos minutos.

Deseando ver el amanecer, el anochecer, la luna y las estrellas. Esperando que algún día fueran libres de nuevo.

La reja se abrió y el abrazo fue más fuerte.

__ Por favor... Solo por hoy, déjenlo descansar. —Pidió el mayor —Koko necesita más tiempo para asimilar lo de ayer...

__¿Y eso... ¿Importa? — Agarro el pelo ya largo del mayor y con brutalidad lo golpeo con las rejas de la celda — No te metas, ¿Entendido?

Los demás chicos quisieron moverse, pero no fueron capaces por culpa de las cadenas que los ataban a las camas. Cadenas que les recordaban sutilmente que mejor no se movieran.

Rinduo sintió como unas manos le agarraron el hombro, y con pocas fuerzas se levantó lentamente ya asimilando lo pesada que sería aquella noche. Bajo la mirada a kokonoi quien tenía los ojos rojos y el cuerpo temblando.

Uno de los recién llegados agarró a koko y le tapo la boca con lo que parecía ser una corbata. Tomó los cabellos del contrario en sus manos y lo jalo para que se acercará a él.

—No te recomiendo gritar.

Kokonoi temblaba, trataba de no gritar, cerraba los ojos con fuerza y pedía que esto acabara rápido.

Tenía frío, estaba en el suelo sin ropa, y con algunos arañazos. Tenía tanto miedo, y al igual que Rinduo en sus primeras veces, suplico que el tiempo se detuviera, que todo acabara, que el dolor cesará.

Deseaba dejar de sentir como lo envestía abruptamente y acababan con la poca dignidad que le quedaba.

"Solo un segundo, uno será más que suficiente, solo uno... Por favor... Solo un segundo."

Ese segundo...

Jamás llegó.

La siguiente vez fue menos dolorosa, y entre más pasaba el tiempo, menos dolía, menos rogaba, más asimilaba de que ese era el único final, lo único que jamás pararía.

Y entre más pasaba el tiempo, menos miedo tenía de que la noche llegara, y si, nunca se acostumbrara, ni siquiera rinduo, pero ya no dolía, ya no rogaba por nada.

Ya esperaba la noche pacientemente, y de la misma manera esperaba que todo terminara. Y dolía, claro que dolía, pero no mentalmente. Y así, se fueron acostumbrando poco a poco, a su infierno, a su Karma, a su única vida.

Y ya en las noches, cuando miraban los pocos rayos de sol, ya no pedían que todo parara, ya no pedían ver el amanecer, el anochecer, la luna y las estrellas. Preferían ver fuego, ver dolor, ver lo que los demás denominan... El infierno, en el cual estaban condenados a vivir por el resto de sus vidas.

Y en las mañanas cuando despertaban lo único que podían pensar era que incluso los golpes y los maullidos dolorosos eran mejor que la noche, y que ellos mismos estaban ocultando las pocas posibilidades de salir, ellos mismos estaban fingiendo una sonrisa, soportando todo... Pensando que acabaría...

Cuando apenas empezaba.

Oh, espera un minuto. Haz una pausa, ¿No te lo dije antes? Tal vez no comprendiste, lo diré una vez más.

Quiero que escuches, quiero que entiendas, por que parece que no comprendes, parece que no entiendes, y eso es cruel, pensar que te lo dije y todavía te sientes mal.

No me parece justo, te lo dije ya, no tengo miedo de repetirlo, de igual manera falta poco.

"No hay mal que por bien no venga"

Puede que no lo comprendas todavía, así que te daré una pista.

No es un ángel, ni siquiera sabemos si existen. Pero... es la única, solo ella puede, ya sufrieron, ya es hora de parar, por que ya están empezando a comprender.

Y ella, no tardará en llegar, solo, esperen un poco más. Solo un poco, solo tienen que pedirlo, pero no con súplicas... Con palabras.

Y llegó el día, el feliz día, o al menos para algunos, por que para él.

Era solo un día más, con sufrimientos y dolores.

Aun así sonrió y caminó, esperando que al cruzar esa puerta, el mundo por fin le sonriera.

Él era el diablo.

Y ese día, era navidad. 

Cerraduras  |BotenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora