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No sabía cuántas ganas tenía de salir corriendo del hospital, estaba asustada, le temblaban las manos.

Claro que necesitaba que las cosas salieran bien, necesitaba que Emma Sano saliera bien del quirófano. Todos lo necesitaban, y claro que ella era la única que sabía el momento crítico.

Porque podía ser una persona extremadamente calculadora, pero el miedo que tenía que dar saber que todo el plan B podía arruinarse si el cirujano salía y decía que la operación era un desastre no podía ser algo que pudiera calcularse con facilidad.

Claro que si la operación funcionaba con éxito, podía usar la recuperación de Emma Sano, como incentivó motivacional para el Sano y el Kurokawa, causando que ambos tuvieran una recuperación más pronta y de esta manera poder hablar con su hermana menor.

Claramente no era del todo certero que las cosas funcionaran de ese modo, y si tenía que ser sincera, tenía miedo de lo poco certero que eran las cosas, y de lo poco que ayudaba de que no saliera como el plan.

Claro que eso no era algo que pudiera manejar por lo que lo único que le quedaba era hacer una apuesta con el destino, claro que últimamente el destino no estaba de su lado y había tenido que usar juegos sucios para que las cosas salieran mejor de lo esperado.

Y claro que si las cosas no salían bien no solo sería una misión casi que imposible sacar a Boten si no que también tendría muchos problemas con otros de los muchos participantes de otras bandas criminales como Draken o otros muchos que dudo les alegre que la hermana de su amigo murió por culpa de un intento de fe y esperanza.

Claro que al igual que las cosas malas ahí cosas buenas, y una de las muchas podría decirse es disminuir el odio que le tenían aquellos dos chicos que a veces pareciera que hubieran sido creados con el único propósito de odiarla.

Incluso cuando ella había sido creada para amarlos, porque incondicionalmente hicieran lo que hicieran la lastimaran como la lastimaban y la culparan de cosas que no tenía culpa aún así, ella seguía condenada a amarlos.

Como cadenas amarradas a sus brazos y con cerraduras.

Aun así, a pesar de las mil y un emociones que estaba padeciendo en esas horas que parecían días, la joven chica estaba cada vez menos estresada.

Con las rodillas temblando y los pulmones sin poder respirar correctamente, cada minuto más era mejor que el anterior.

Por lo que poco a poco se estaba relatando, el problema llegó al momento en el que la puerta del quirófano se abrió.

Nuevamente el aire luchaba por salir de los pulmones quemando todo a su paso, las rodillas no eran capaces de estar en pie, y los brazos ni siquiera se podían mover.

Solo los ojos quienes rogaban en silencio una respuesta positiva.

—Fue un rotundo éxito — Exclamó el doctor después de dos minutos de tortura.

El aire salió de los pulmones en un suspiro de alivio y las rodillas aceptaron dar los pasos suficientes para abrazar al doctor.

—Gracias, joder gracias. —Exclamó la chica en lágrimas.

Las piernas le fallaron y las manos le temblaron, el golpe en sus rodillas molestaba y posiblemente le dejaría un moretón.

Pero había logrado su objetivo y no había nada mejor que eso.

—No se preocupe, se estima que despertará en dos o tres meses. Se le dará de alta en un año como máximo.

—Gracias —Susurro una vez más.

Cerraduras  |BotenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora