Cuando las cosas se hacen como no deberían.

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El peliblanco veía andar a su novia de un lado a otro, incluso estaba creyendo que componía alguna clase de melodía con el ruido de sus tacones...si, era el ritmo de la mujer colérica. Sería un buen titulo para lo que ahora sucedía en su habitación. Miro el ceño fruncido de la rubia, como su cabello rizado bailaba a cada paso, era una vista hermosa, que era cortada bruscamente por las blasfemias y palabras altisonantes que salían de la boca de la chica.

—No puedo creer que esos dos sean tan pendejos, y no  me mires mal Lys...no hay mejor palabra para describir a ese par de idiotas—dijo deteniéndose frente al chico, que se encontraba sentado en su cama. Tras terminar su discurso siguió su paseo cíclico por el cuarto.

Él la miro analítico, si hace unos años le hubieran dicho que se terminaría enamorando de una chica como esa, por muy grosero que suene, se hubiera reído en la cara del susodicho. Nunca lo hubiese considerado, la primera vez que la vio solo pensó que era una chica singular, con una actitud muy atrevida y de look coqueto; posteriormente descubrió que podía sentirse incomodo con esa chica e incluso molesto, llego a pensar que era un poco vulgar y...fácil, recordó que había experimentado mucha culpa después de solo pensarlo. Él era un caballero, pero esa muchacha de cabellos dorados sacaba lo peor de sí.

Después conoció el lado que le gusto, decidida, honesta, leal y amorosa; y con ello se enamoro intensamente por primera vez. Se mantuvo en bajo perfil mucho tiempo, solo conviviendo con ella, recordó que fue la primera en hacerle frente a Debrah cuando llego...bueno, si a arrastrar por media escuela de los cabellos a la castaña se le puede llamar hacerle frente. Recuerda lo mucho que lloro cuando Castiel no le creyó; y esa fue la primera vez que sintió celos. Ya que lo pensaba bien, Joylin fue sus muchas primeras veces y hasta la fecha le seguía sorprendiendo.

—A veces creo que te preocupas de más—hablo por primera vez en la tarde, la chica lo miró fijamente.

—Sabes que no puedo evitarlo Lys, son muy importantes para mí—comento afligida—Me molesta que ninguno de los dos piense con la cabeza fría—explico volviéndose a mostrar agobiada—De Castiel no me sorprende; pero, ¿Y qué demonios con Nathaniel? ¿Qué no es él el de la lógica y la voz de la razón? Y para coronar el pastel, arrastran a Xochilth y a Nekotanmi en sus tonterías—termino. Se dejo caer de cara al colchón; hundiendo su rostro en él, esperando ahogar sus pensamientos o su frustración.

El peliplata miro a su novia tumbada a su lado. Estiro su mano y acarició los suaves, y rubios cabellos de su amada; de cierta manera comprendía su inconformidad, recién ayer había hablado con su pelirrojo mejor amigo y al parecer todo se había resuelto...pero todo a su alrededor indicaba que no era así, que Castiel en verdad era idiota y que, aunque hiciera planes, siempre terminaría por actuar antes de pensar.

Se tumbo por completo al lado de la de ojos esmeralda. Acaricio con cariño la espalda de la muchacha, esperando reconfortarla; tarareo una melodía arrullándola, esperando hacerla dormir para que descansara un poco de todo lo que acontecía a su alrededor...a veces lo que mejor podían hacer las parejas juntas, era soñar.

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El rubio poso su mirada sobre la chica te locos cabellos y mirada alegre; la cual se encontraba exprimiendo un limón en su té de manzanilla endulzado con un poco de miel de abeja. Observo de nuevo el lugar a donde la chica lo había arrastrado recién saliendo de la universidad; era amplio, pero al mismo tiempo intimo y muy acogedor. Las paredes estaban pintadas de colores neutros que contrastaban con las columnas de madera y las mesas del mismo material; los sillones eran amplio y mullidos...realmente muy reconfortantes.

El lugar contaba con amplios ventanales, que alumbraban con gracia el lugar. Ellos se encontraban en la planta alta. Desde ahí se podía ver la barra del pequeño..."café" y la gran pizarra negra, donde con tiza se señalaban los tés, cafés, postres, aperitivos; todo orgánico, gusto del tipo que le gustan a la ojigris sentada frente a él.

—Hace mucho que no hacíamos esto ¿No, Nath?—llamó la chica, tomando la atención del chico de nuevo.

Nathaniel la miro confundido un momento; sin embargo, después recordó...siempre fue como una tradición para ellos, incluso desde antes de que empezaran a salir como pareja en la preparatoria.

La chica siempre se preocupo por él, y la nada sana rutina que llevaba como delegado principal del Amoris; siempre lleno de estrés y siempre apurado. La muchachita, sin consultárselo, lo arrastro un viernes a una casa de té cerca del instituto; sin proponérselo, eso se volvió una tradición sagrada entre ellos. Al entrar a la universidad, y estando en distintas facultades, se les había hecho casi imposible seguirlo haciendo.

—Así es—le respondió simple, dándole un trago a su té de arándanos— ¿Cómo encontraste este lugar? Es muy agradable—pregunto, dando un nuevo vistazo a su alrededor.

—Pues...cerca de por aquí hay una enorme tienda de materiales de dibujo—sus ojos brillaron ante la sola mención del sitio—Un día que vine de compras, decidí darme una vuelta por los alrededores y sin querer lo encontré—miro con interés lo ojos miel del muchacho—La verdad es que me hubiese gustado traerte antes Nath; pero, no encontraba el momento adecuado. Al parecer, el destino quiso que te trajera aquí en estos momentos—lo miro con seriedad—Se que prometí no preguntar...Pero, ¿Qué paso exactamente, entre Castiel y Tu?—cuestiono, esperando la verdad. El día de la exposición quiso darle su espacio y ser considerada, pero ahora quería que le contara lo que había pasado...no podía seguir con lo que acordaron el muchacho y ella, sino sabía los pormenores.

El blondo se movió incomodo en su lugar. El solo recuerdo le molestaba, mejor dicho, le dolía. Miro los penetrantes ojos grises de la delicada chica y supo que ella seguiría insistiendo si él no le contestaba en ese instante. Soltó un suspiro pesado y se acomodo mejor en su asiento, eso llevaría tiempo.

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La pelirroja lo miro fúrica, podía ver sus ojos azules destellar con odio. Por un momento temió por su seguridad y la de los pobre incautos que se encontraban en el pequeño local de discos. La chica lo había seguido después de que el timbre anunciara el término de las clases, seguido, todo el tiempo...por esa enana con cara de troll enfurruñado y decepcionado con la vida.

—¡¡AY ESTA BIEN!! ¡¡LA CAGUE!! ¡¿Contenta?!—le grito por fin, desesperado por la incesante sensación de pesadez en sus hombros.

—Vaya, pensé que nunca admitirías tu propia estupidez y las consecuencias de ella—pronuncio irónica—Pero dime Cassie, ¿a mí de qué me sirve eso?—cuestiono. El teñido sintió un escalofrió ante el sobrenombre, pero sabía que si reclamaba le iría mal...y no quería un cargo por desorden público y menos siendo, ya, legalmente un adulto.

—Lo lamento—se disculpó.

—Me sigue sin servir de nada—afirmo molesta—Como todo lo que digas de ahora en adelante no me va a servir de nada, quiero que en compensación me cuentas qué le hiciste a Nath—exigió, mirando sus uñas, restándole importancia.

— ¿Por qué afirmas que yo fui él que le hizo algo? Pudo ser él el que la cago—la chica lo miro con una ceja levantada—Vale...no me crees—afirmo derrotado—No tengo porque contarte, no es asunto tuyo—dijo serió y dispuesto a abandonar el lugar.

La chica miro de manera disimulada hacia los lados y al percatarse que nadie los miraba tomo con fuerza las solapas de la chaqueta de cuero del más alto, empujándolo y estrellándolo contra una pared, lejos de la vista de todos.

—Mira Castiel ¿Crees que me importa lo que le hagas al súper delegado en la cama?—el chico abrió la boca para protestar—No intentes contradecirme, sabes que lo que digo es verdad—pronuncio en un tono exigente—Dices que no es asunto mío, pero fuiste tú el que me arrastro directito a esta mierda en la que estas metido—respiró, tratando de controlar sus ganas de reventarle un puñetazo en la cara a su amigo—Ahora bien, y escucha atentamente que no voy a repetirlo; Si quieres que te siga la corriente en toda esta tontería, vas a tener que contarme con lujo de detalle que paso entre ustedes dos ¿Entendido?—el chico asintió asustado ante el tono amenazante. Cualquiera que lo viera ahora, amedrentado por una chica que a duras penas le llega al hombro, se reiría de él...pero él mejor que nadie sabía de lo que esa fiera roja era capaz.

—Sígueme—le dijo con simpleza—Hay que ir a otro lugar para estar más tranquilos—con esto en mente salieron del local.

Aunque al guitarrista no le gustara, sabía que Neko tenía la razón y si quería pedirle ayuda, y recibirla por completo, debía cooperar y contarle a la muchacha lo que había pasado, por muy horrible que esto le pareciera.

Con derecho a roceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora