Si no quieren volar, los empujas.

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Armin suspiro cansinamente, el día anterior fue estresante. De haber sabido que su inocente pregunta desencadenaría todo ese revuelo se habría quedado calladito. Volvió a suspirar, no valía la pena preocuparse por ello; después de todo, él no tenía vela en ese entierro y hasta le daba un poco de risa la situación.

Castiel y su gemelo terminaron siendo los malos del cuento; Kentin y Nathaniel las víctimas directas. Mientras que Nekotanmi y Xóchitl eran las indirectas, embarradas en todo ese problema por azares del destino. En cuanto a él, Joylin y Lysandre, habían quedado muy aparte de ello, solo participando de manera irregular y no inmiscuyéndose por completo. Ahora que lo pensaba, podía escribir un libro con todo ese asunto.

"El vuelo 23045 proveniente de México ha arribado a la pista. Familiares y agentes de viaje podrán recibir a sus pasajeros en la puerta número 3. Gracias por su atención" La voz de la locutora hizo al pelinegro sonreír ampliamente. Corrió directamente al lugar señalado para encontrarse con la persona por la que se levantó tan temprano en un día festivo.

Sintió alivio al ver que aún no había mucha gente esperando, así conseguiría un lugar donde pudiera ver y donde fuera visto fácilmente. Se mordió el labio inferior con nerviosismo. «¿En verdad esto cuenta como una cita?» se preguntó. Pero una sonrisa boba volvió a formarse en su cara «¿A quién demonios le importa eso?» grito internamente.

Las puertas se abrieron dejando pasar a varias personas. Vio de todo, caras de felicidad, otras de agotamiento por las largas horas de viaje... pero no a ella. Se preguntaba si la podría reconocer, «obvio si, hemos hablado por Skype» pero las personas se ven diferente en persona y hace dos años que él no la tenía en frente.

Pero entonces la vio. Con el cabello totalmente verde como siempre y sus mejillas regordetas, como siempre, e igual de linda que siempre; a pesar de haber volado varias horas desde su país natal. Y entonces sus miradas se cruzaron, y el no pudo evitar que sus pies se movieran solos, corriendo para rodear a las personas y encontrarse con ella. Pudo ver como los cabellos verdes se movían en la misma dirección a toda velocidad.

— ¡¡Elena, espera!!—le gritó su hermana, y eso le confirmo a él que también corrían a su encuentro.

Al toparse de frente se juntaron en un abrazo que les saco el aire a los dos. Pero a Armin realmente no le importaba y a Elena tampoco. El ojiazul lleno de besos las mejillas gordas de la muchacha, y ella solo se acurrucaba, queriendo guardar ese encuentro en su memoria. Se habían extrañado mucho, y en ese momento, solo importaban ellos dos.

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Joylin iba con paso decidido hacia el departamento que compartían el rubio delegado y el castaño de pantalones militares. Anteriormente se había sentado a hablar con Lysandre sobre los últimos acontecimientos. Como bien se había visto, esos chicos no podían resolver las cosas y solo lograron complicar más todo ese asunto. La pareja había decidido darles un empujoncito y para lograr eso, ella debía hablar primero con Nathaniel. Esperaba muy en el fondo que el chico siguiera siendo la voz de la razón y que tanto ajetreo no lo terminará volviendo estúpido.

Toco el timbre y espero a que atendieran al llamado. Escucho pasos pesados, como si no quisieran llegar a la puerta, volvió a tocar el timbre.

—Ya voy—la exclamación se escuchó desganada. La puerta se abrió levemente y de ella se asomó un ojeroso, y desalineado rubio.

—Hola—saludo, para luego dedicarle una brillante sonrisa al muchacho. Nathaniel arqueo una ceja confundido.

—Joy ¿Qué haces aquí?—pregunto más por cortesía que por curiosidad.

Con derecho a roceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora