No una, no dos... ¿Cuántas quieres? -Parte 2-

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El pelirrojo prácticamente arrastraba al rubio por la calle, quería llegar lo antes posible a la casa que compartía con su desmemoriado amigo, ni siquiera hacia caso a las suplicas que el ojimiel por ir más lento, solo quería llegar. Llegaron unos minutos después, siendo recibidos por un emocionado Demonio quien veía a su dueño moviendo la cola.

—Ahora no muchacho, estoy ocupado—le dijo mientras abría la puerta presuroso, dejando por el momento que el otro recuperara aire—Entra—le ordeno recibiendo un bufido ante ello, pero siendo obedecido de todas maneras.

Entro a la pequeña casa e inmediatamente detrás de él sintió al ojigris, quien lo tomo de las caderas apegándolo más a su cuerpo. Comenzó a besar su nuca, inhalo el perfume del ex-delegado el cual se mezclaba con el sudor, volviéndolo una fragancia embriagante. El ojimiel soltó un suspiro ante el contacto, aparto las manos del otro y se volteo encarándolo, buscando los labios contrarios, los cuales lo recibieron con hambre y deseo.

—Nath—habló entre gemidos roncos el de cabellos rojos. Tomando por los muslos al blondo lo alzó, este en respuesta rodeo con sus piernas la cintura y con sus brazos el cuello del guitarrista, en esa posición ambos se dirigieron al cuarto del ojigris entre tumbos y besos húmedos.

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Mentiría si dijera que no estaba ansioso, miro con el rabillo del ojo a su peli azul novio, el cual danzaba en su sitio nervioso, después dirigió su vista a la viejecita enfrente de ellos, los tres compartían el espacio en ese pequeño ascensor. El edificio donde rentaban los gemelos era viejo pero encantador, o al menos eso pensó cuando lo vio por fuera, y es que no tuvo mucho tiempo para obsérvalo porque el ojivioleta lo arrastro dentro del lugar antes de que pudiera detallar en él.

Se fijo en las muecas de desagrado que hacia el más alto para con la anciana «Ella no tiene la culpa Alex» pensó, la culpa era del elevador por ser tan lento. De pronto el aparato se detuvo y la viejecita salió, despidiéndose amablemente de ambos, en cuanto las puertas se cerraron el de cabellos teñidos se abalanzo contra el castaño, capturando con gula su boca. El ojiverde casi se ahoga ante el brusco contacto, no pudo seguir el paso al beso de su novio y se separo tratando de tranquilizar su corazón que palpitaba desbocado gracias al susto proporcionado por el ímpetu del gemelo.

—Tranquilo Alex, por poco me comes—el peliazul hizo una mueca de indignación, se cruzo de brazos y giro la cabeza molesto, un suspiro pesado salió de la boca del bajito.

El castaño halo con fuerza del cinturón del ojivioleta acercándolo a su cuerpo, tomo con ambas manos la cintura del chico robándole un beso, y otro, y otro, y otro más, transformando de un momento a otro esos castos besos, en unos húmedos y mucho más íntimos. El peliazul fue retrocediendo, dejándose acorralar en una de las esquinas del ascensor, presentándose completamente sumiso y receptivo, ante su pareja. Las puertas del elevador se volvieron a abrir, asustando a ambos jóvenes, el más alto aló al otro fuera de este al confirmar que estaban en el piso correcto.

—Vamos Kentin...es por aquí ¡¡Rápido!!—Le dijo apresurándolo, el otro chico solo se quedo fuera, adornando el marco de la puerta— ¿Qué haces ahí parado? Adelanté—le indico, viendo la cara nerviosa de su novio.

« ¿Estás seguro de hacer esto Kentin? Si entras ahí ya no hay marcha atrás» le advirtió su cerebro, si lo pensaba de manera adecuada...el hecho le asustaba un poco y al parecer el ojivioleta también lo pensaba, ya que lo veía con una mezcla entre expectación y preocupación.

—Kentin ¿Sucede algo?—pregunto mientras estrujaba la tela de su pantalón para calmar los nervios.

—E...es, es que yo...bueno—no sabía cómo explicarlo, estaba muy nervioso. Dirigió su mirada a Alexy ¿Lo quería? ¿O solo se estaba dejando llevar? ¿Era simple atracción? ¿Y si se estaba equivocando? ¿Qué  podía hacer?

Con derecho a roceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora