Eric se encerró durante días en su habitación.
No comía, no dormía. Sólo podía pensar en lo enfadado que estaba.
¿Cómo había podido pasar eso? ¿Cómo las imágenes y los recuerdos de su Alice habían quedado despiadadamente olvidadas? ¿Cómo había sido posible?
Aiden era la causa.
No sabía cómo pero había jugado con su mente. La había revuelto y llenado de él. Y cómo odiaba eso. Lo odiaba.
Su alfa estaba cegado por el ciervo desde el primer momento en que lo vio, y no contento con eso lo marcó. La dichosa marca. Sólo podía sentir y sentir más rechazo hacia ese estúpido vínculo. Y el odio desmesurado creado por la frustración de no poder controlar sus emociones, se dirigía a la única persona que se mantenía firme y nítida en su cabeza.
Aiden.
Él... Todo era perfecto antes de que llegara, su vida era tranquila con el recuerdo constante de su verdadero mate en su mente.
Pero... ¿Por qué centrar su odio hacia él le hacía tanto daño?
Eso lo estaba carcomiendo por dentro. Estaba encerrado en un bucle sin salida. Había vuelto al principio, había vuelto a aquellos días en los que la muerte de Alice era como una despiadada pesadilla de la que esperaba pronto poder despertar.
—Hermano...— la voz de Theo alertó sus sentidos —. Madre ya ha llegado, el curandero también. Creo que deberías verlos a ambos. No estás bien.
No quería ver a nadie.
Sin más la imagen de Aiden en el suelo, temblando y con lágrimas en los ojos, lo enfadó de nuevo. No paraba de recordar lo sucedido de forma vívida. Cómo su alfa le imploraba volver a por el ciervo, y no soltarlo. Cómo cada vez que Aiden hablaba se quebrantaba por dentro. Cómo tuvo que... Abandonarlo, para evitar seguir cayendo.
Su alfa volvió a removerse por dentro y gruñó con fuerza. Sus garras salieron sin su permiso al igual que sus colmillos. Cada vez estaba más inestable, y débil.
—Eric.— la voz de su madre se hizo hueco entre sus pensamientos —. Theo nos ha puesto al día de lo que te ocurre, y lo sucedido. Y Kenneth quiere hablar contigo.
—Madre.— dijo con un gruñido grave —. No puedo ahora mismo, necesito tiempo para controlar a mi alfa. No quiero salirme de control.— confesó entre dientes mientras respiraba profundamente. Sentía un frío poco propio de él y sus respiraciones eran cada vez más pesadas.
Necesitaba tiempo para controlarlo. Tiempo para canalizar su ira. Tiempo para concentrarse en volver a ser quien era y olvidar a Aiden.
¿Podría olvidarlo?
Claro que sí. Debía hacerlo.
Lo que sentía era falso. Una ilusión.
Debía de desaparecer.
Kenneth se aproximó a la puerta y tocó suavemente.
—Señor, le imploro que escuche lo que tengo que decirle. Es algo que debe saber cuánto antes y no podemos perder más tiempo.
Tras unos segundos de seco silencio habló despacio y grave.
—De acuerdo, habla.
Sabía que cuando Kenneth quería decirle algo, debía de hacerle caso. Rara vez era un tema sin importancia cuando pedía atención para que le escucharan.
—Los síntomas que estás padeciendo son los de un vínculo en etapa de rechazo. Es muy peligroso.
Eric se quedó pensativo, y al no comprender del todo bien a lo que se refería, decidió abrir la puerta para dejarlo pasar. Sólo a él.
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Tu Dulce Aroma
RomanceAiden, un ciervo blanco, en su búsqueda de libertad se topa cara a cara con uno de sus mayores enemigos, y ¿su destinado? Su encuentro accidentado con un lobo oscuro provocará que un sentimiento profundo y extraño se apodere de ambos. Un omega en ti...