Lo había amenazado. Había tenido el valor de amenazarle con destruirle a él y a su tribu. ¿En qué demonios estaba pensando?
Había perdido la cabeza.
Después de largos y silenciosos minutos, Eric seguía sin pronunciar palabra alguna, y eso claramente lo ponía aún más nervioso que cuando le había mencionado el trato. Sabía que lo que le estaba pidiendo era absurdo y arriesgado. Le pedía quebrantar varias leyes del tratado, poniéndose en riesgo directo de ser condenado por secuestro y poniendo en riesgo a su gente. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Por una vez en su vida había querido pensar solo en él y nadie más. ¿Era egoísta? Sí, no podía excusarse. Aunque eso no quitaba lo mucho que la idea de poner en riesgo a terceros por su causa le carcomía por dentro.
Sin embargo, ya no había vuelta atrás. Si volvía su sentencia sería la de muerte o algo peor. Había fastidiado el compromiso con una tribu importante, y con la marca en su cuello ya no era puro. No lo querrían... Les había costado caro... Y un mero castigo no sería suficiente.
Aiden llevaba observando meticulosamente cada movimiento que hacía su contrario desde la misma posición, sin cambiarla ni un ápice. Este seguía pensativo, dando vueltas por la pequeña cocina, murmurando y suspirando. Podía sentir el amargo aroma que desprendía la batalla de sus pensamientos y supo al instante que quizás su viaje iba a terminar allí.
Empezó a juguetear nerviosamente con su cabello mientras miraba hacia sus desnudas rodillas. El negro le hacía ver mucho más pálido de lo que realmente era.
Sintió repulsión de sí mismo.
Finalmente Eric se sentó frente a él con la mano levantada en su dirección. El omega lo miró confuso.
—De acuerdo.— soltó tajante.
—¿Eh?— casi no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Acaso le estaba diciendo que aceptaba?
Realmente esperaba que pasase lo contrario.
Ante ese rostro confuso el alfa suspiró rascándose la cabeza con clara incomodidad.
—Te estoy diciendo que acepto tus condiciones.— seguía con la mano frente a él —¿A qué esperas? Cerremos el trato.
Dudoso aproximó su meñique al del lobo, entrelazándolos en señal de una promesa cerrada. Cualquier contacto ante ellos era como si encendieran una mecha.
—¿Qué haces?— Eric le miró divertido.
—Sellar la promesa con el meñique. Ya sabes, así las promesas son más valiosas...— nada más decir eso escuchó una sonora risa proveniente del pelinegro. Otra vez el alfa dejaba de lado todo lo que pensaba de más y se centraba en él. Era una extraña sensación... Aunque le ocurría exactamente lo mismo. Dejar de pensar y enfocarse en ya sabes quien.
—¿Seguro que no tienes catorce años?— dijo entre risas en un tono bastante burlón para su gusto, a la vez que se aproximaba peligrosamente hacia él.
Su rostro se enrojeció avergonzado.
Aún seguían con los meñiques unidos.
—Seguro.— espetó apartando la mano lentamente, a la vez que apartaba la mirada algo molesto y abochornado —¿Qué tiene de malo lo que he dicho? Es cierto.
En ese mismo instante Eric agarró de nuevo su mano haciendo que alzara la mirada. El lobo lo observaba con una sonrisa.
—Tienes razón, perdón. No quería ofenderte... Solo que me ha parecido un gesto muy adorable para alguien de tu posición y tu edad— volvió a enganchar sus meñiques mientras apoyaba todo su peso sobre una de sus manos —Trato hecho.— dijo con voz calmada, sonriente... ¿Cómo alguien tan grande podía ser tan lindo y tan ardiente a la vez? Dios... Lo estaba matando.
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Tu Dulce Aroma
RomanceAiden, un ciervo blanco, en su búsqueda de libertad se topa cara a cara con uno de sus mayores enemigos, y ¿su destinado? Su encuentro accidentado con un lobo oscuro provocará que un sentimiento profundo y extraño se apodere de ambos. Un omega en ti...