16. Vulnerables.

101 17 0
                                    

Eric impidió que se moviera de su lado, recibiendo una mirada de reproche al instante.

—No he terminado de hablar contigo todavía.— dijo con una ligera sonrisa, conciliador.

No quería herirlo. Sabía perfectamente que esa decisión afectaba a su compañero de sobremanera. Podía ver cómo había una pequeña arruga en el entrecejo de este, y cómo sus deliciosos labios volvían a estar presos, tentándole cada segundo.

—¿Qué más quieres decirme?— soltó con un ligero matiz de enfado, causado por la frustración de querer esconderse en un rincón y no poder. No quería seguir enfrentando la realidad de lo que realmente era. 

El lobo dejó escapar una pequeña risa.

No esperaba ver ese lado de su compañero, era inesperado y divertido. Sin embargo, el ciervo no podía creer que esta situación le pareciera graciosa.

No lo era.

Y eso le molestaba mucho más.

—Puedes salir fuera. No te prohíbo que salgas...

—¿Entonces? No entiendo a dónde quieres llegar... — preguntó exasperado.

—Hoy mismo puedes salir, también mañana, pasado...

—¿Podrías ser menos confuso?

El lobo volvió a reír, recibiendo una mirada de reproche al instante.

—Puedes salir, siempre y cuando esté yo contigo.— dejó de mirarle.

—Estás muy ocupado todo el tiempo, casi no te veo ahora... Eric, y-yo no... No quiero suponer aún más una carga par-. 

—Aiden, no me supone ningún esfuerzo verte y pasar tiempo contigo. Entiéndeme, no quiero que te pase nada malo...— interrumpió cogiendo sus delicadas manos para besarlas, sorprendiendo a su compañero.

El ciervo luchó por callar, no quería decirle lo que sentía, pero...

—Deja de fingir que te importo... Me hace daño.— confesó con un hilo de voz frágil.

El lobo negó con la cabeza y frunció el ceño.

—No digas eso.— acarició la fría mejilla del ciervo, esta vez sí, volviendo a ver esos increíbles orbes violetas. Odiaba verlo así... Y no dejaría que siguiera pensando que no le importaba porque definitivamente sí lo hacía.

Tenía que hacerle entender.

—Me importa tu bienestar, y también el de los míos. No quiero que os pase nada malo. Y si eso implica separaros, lo haré. No te lo tomes como un encierro, solo quiero que estés seguro.

El ciervo frunció sus labios, incrédulo.

—Bien, lo comprendo, ¿puedes soltarme?

El lobo suspiró. De repente lo sentía demasiado lejos y eso le incomodaba, teniendo en cuenta que a penas podía sentir su esencia en él.

—No quiero...— estrechó su cuerpo contra el suyo, y apoyó su nariz en el cuello marcado de su omega, relajándose al instante —Quiero tenerte entre mis brazos unos segundos más... Lo... Necesito.

Aiden contuvo el aliento al sentir como su alfa respiraba profundamente su aroma y acariciaba con una suavidad extrema la marca provocándole un estremecimiento.

—Eric, quiero estar solo...— repitió esta vez dándole suaves toques en su dura espalda para que le soltara. Aunque esa escena derretía su corazón, aún se sentía extraño, y quería tiempo a solas.

—No.— dijo rotundo, apretando levemente su agarre.

—Eric...— suavizó el tono.

—No quiero.

Tu Dulce AromaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora