SEIS

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SEIS

Me gusta mucho mi trabajo, es algo que disfruto bastante y me da mucha satisfacción ver como las personas vienen con tanta alegría, lo malo es que la mayoría de las personas que llegan a venir no se hacen clientes habituales, solo vienen por curiosidad o por vivir la experiencia y muchos de ellos no viven cerca entonces para que regresen puede pasar uno o seis meses, los únicos clientes habituales que tenemos son una señora de setenta años que enviudo hace unos dos años y viene aquí todas las tardes, siempre pide algo diferente, nunca nos ha dicho sobre alguna alergia o algún alimento que no pueda comer pero imagino que vive cerca y es el único lugar al que puede llegar caminando y tiene la ventaja de que es un lugar donde come delicioso, luego tenemos una señora de unos cuarenta y cinco años que sobrevivió al cáncer de mama hace un año y viene todos los lunes y miércoles por la mañana a desayunar, a veces viene sola y otras con un grupo de amigas y al final tenemos a nuestro cliente estrella, viene sin falta todos los lunes y siempre tiene una alergia diferente, la semana pasada era alérgico al kiwi y hace dos semanas a las mandarinas, no sabemos realmente si lo hace por diversión o por hipocondría, pero nos divierte mucho adivinar qué es lo que va a decir cada lunes.

Hoy fue un día bastante tranquilo, hace mucho que no nos tocaba un día tan relajado, estamos en el punto muerto donde no tenemos a nadie y nadie llega, faltan dos horas para cerrar asi que mande a todos a casa menos a Carola que decidió quedarse acompañándome, estoy en mi computadora haciendo el inventario y Carola pasea por las mesas cantando como si fuera una niña de cinco años, se quedó callada de la nada y cuando voltee a ver por qué dejó de cantar noté que está viendo hacia la entrada con cara de pánico, un chico más o menos de nuestra edad entró al restaurante y por la mirada de Carola intuí que quedó flechada. Me levanté de mi lugar porque sé que ella no va a reaccionar y caminé hacia él.

—Hola, buenas tardes ¿mesa para uno?

—Buenas tardes, no, mesa para cinco, por favor

—Adelante —voltee a ver a Carola y efectivamente seguía pasmada—, Carola, puedes venir por favor —le dije en un tono serio que se la va a sacar de su transe.

«La he perdido»

—¿Me puedes decir qué te pasa? te quedaste petrificada —susurre un poco molesta.

— ¿Acaso no lo viste? es el hombre más guapo del mundo —juntó sus manos a la altura del corazón.

—Pues si es muy guapo, pero tampoco para que te quedes petrificada como si hubieras visto un fantasma, ¿vas a poder atenderlo o mejor te quedas aquí en la cocina?

—¡SI!, si voy a poder

—Bueno, está esperando a otras 4 personas asi que ya vete para allá para que estés al pendiente.

Llegaron solo tres personas más a acompañarlo, al parecer alguien les cancelo porque están discutiendo que no pueden tomar una decisión si falta uno, comieron rápido y se fueron un poco molestos; cerré temprano el restaurante, ya pasó una semana desde la última vez que vi a Mareck y mi cuerpo ya me está exigiendo volver a sentirlo cerca, pero no de una manera romántica con la que deseas ver a tu pareja, si no una necesidad carnal, mi cuerpo lo pide de otra forma y tengo que complacerlo sí o sí.

14 octubre

Ays:
Hey ¿cómo está el clima?

Mareck Ackerman:
Despejado ¿Quieres ir a comer?

Ays:
¡SI! Muero de hambre

Mareck Ackerman:
Yo tambien, como si no hubiera comido en dos semanas JAJAJA.

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