Miedo a la tormenta

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Tardé bastante en contestar. Lo siento. Estos capítulos me están costando bastante, lo siento. Espero que lo disfruten. A LEER!!!

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18 de Abril  de 2012 8:00 p.m.

Nervioso abrió la puerta de su casa, con un callado Myc siguiendo sus pasos. El silencio competía con la ruidosa lavadora por conquistar el hogar del inspector. Lestrade encendió las luces de la entrada.

-Bienvenido a mi casa-comentó cansado producto de todo el día cargado sobre sus hombros.

Entró tirando las llaves en el mueble de la entrada, mostrando una sonrisa genuina. Se descalzó y quitó el abrigo.

-Ponte cómodo- apretó su hombro suavemente y empezó a andar por el pasillo- deja tus cosas en el salón mismamente, voy a buscar a Rose.

Se detuvo un momento girándose para observar al mayor de los Holmes. Suspiró tranquilo, ¿acaso había tenido miedo de habérselo imaginado? El cano se sonrojó y bajo la cabeza avergonzado.

-¿Quieres que te traiga algo de beber?-preguntó intentando ocultar su nerviosismo

-No tranquilo, estoy perfectamente- contestó mostrando su automática sonrisa. Buscó  desesperado un colgador donde posar su querido paraguas.

El cano se quedó observando esa hermosa sonrisa, aun sabiendo que no era sincera. Pensando que si Myc había estado todo el trayecto en silencio no era por su habitual secretismo ante el  trabajo. Algo le preocupaba y no se lo quería contar. Negó con la cabeza intentando olvidar sus pensamientos y se dirigió a la cocina en busca de una de sus preciadas cervezas.

Abrió la nevera, ignorando todo a su alrededor. Con la lata en la mano, se apoyó en la encimera y le dio un largo trago. Giró la cabeza buscando la cena encontrándose una pequeña caja de repostería con una nota pegada.

<<No llegaré a tiempo. Club de lectura. La cena está en el horno. No me esperes despierto. >>

Suspiró cansado. '' ¿Otra vez? Vaya el profesor debe ser realmente atractivo'' pensó Gregory, sin apartar los ojos de la pequeña nota. Un ligero toque en su brazo, lo devolvió a la realidad. Levantó la cabeza.

-¿Estás bien?- preguntó el trajeado. '' ¿Siempre te preocupas así por todos o solo por mí?'' pensó el inspector.

-oh! Vaya perdona- respondió automáticamente mostrando sonrisa.

Una horrible sonrisa de angustia. Idéntica a la que mostraba su madre todas las mañanas al despedirse de su padre. Al igual que la Sra. Lestrade, Gregory tenía miedo a la pérdida del amor de su vida, con una diferencia, ella temía a las armas y él a las mentiras.

El ojinegro pensaba que esa horripilante sonrisa heredada de su madre la provocaba esa maldita nota. Un par de palabras escritas en el último momento, habían eliminado la sonrisa por tener a Mycroft en casa. Apretó con fuerza los ojos pensando que esas letras no ocultaban ningún secreto. Dejó escapar el aire lentamente. Observó la figura de Myc y arrugó el papel.

-Mi mujer tiene club de lectura, Jane Austin debe ser fascinante- ironizó. Sacó rápidamente la cena del horno y sonrió.

Sonrió fingiendo que no sucedía nada. Debía pensar, que era un papel escrito a todo correr antes de agarrar un montón de libros y echar a correr. Seguro se había arreglado poco y después saldría con las amigas a tomar algo.

"Serás iluso" se burló la malvada vocecita de su cabeza. Tiró el papel lejos de su vista intentando quitárselo de la cabeza. Sabía que era mentira, que en  cuanto pisara el baño inhalaría el carísimo perfume de su mujer. Aquel que nadie supo de donde había salido y que cuidaba con tanto mimo.

Holmes estaba completamente callado, miraba a su alrededor observando detalles que deberías existir pero que no encontraba. Posó sus ojos en las pocas fotos de la boda, más descuidadas que los jarrones de la entrada obtenidas en la misma.

Miró el pastel de carne y dedujo que hoy era una cena importante. La cantidad indecente de comida precocinada y cerveza mostraba un ama de casa descuidada y ausente. No la podía criticar, Gregory era igual como cabeza de familia. Los dos completamente ausentes, completamente ciegos. Miró el pastel de carne entre las manos del inspector. "Casero. Una clara disculpa para Gregory, pero ¿para qué?".

Observó la nota arrugada sobre la encimera. Greg desapareció hacia el salón. Alargó la mano cogiendo el papel. La releyó dos veces y suspiró. Carente de muestras de cariño, escrita nerviosa pero sin prisas. "Engaño. Greg querido, te están volviendo engañar y tú feliz por un bochornoso pastel de carne".

-¿Cenamos?- preguntó el cano asomándose por la puerta- ¡Tengo un hambre que me muero!

Escondió la nota en un pequeño bolsillo de su chaleco y obedeció como siempre a la demanda de Greg.

Este se lo quedó mirando, preguntándose si sería así en todos los aspectos personales de su vida. Pensó que quizás, esa obsesión por el control, la mantenía reservada para Sherlock y bueno, el resto del país. A veces, realmente sentía que, cuando se encontraba a solas con él, controlaba la situación.

¿Acaso era él, el único capaz de decidir qué tecla del piano tocar con el trajeado? ¿Podía ser el  detective inspector, Gregory Lestrade, la gota de agua capaz de esquivar el protector paraguas de Mycroft Holmes?

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Espero que os haya gustado! No olvidéis comentar que ya sabéis que me encanta y gracias a ello determino el futuro de estos dos.

Eramos Formidables (Nous Étions Formidables)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora