El hombre que cantaba bajo la lluvia

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18 de Abril de 2012 11:00 p.m.


El cano sirvió una cuantiosa cantidad de comida en su plato y se sirvió lo restante en el suyo. Myc frunció el ceño frustrado.

-Greg, no debo comer tanto- observó su plato intacto- estoy con una dieta algo estricta.

El nombrado frunció el ceño mosqueado. Pensando en que quizás si supiera lo que producía su cuerpo en él, se permitiría comer algún que otro dulce. Bajó la cabeza, algo entristecido. "Si pudieras ver mi absurda cara, si observaras como tiembla mi cuerpo cuando te acercas".

Pero, en su interior, sabía que no lo veía. El señor más inteligente, que había conocido en toda su vida, era completamente ciego. La tristeza se convirtió en rabia. Apretó los puños bajo la mesa, preguntándose cuan estúpido podía llegar a ser. ¿De verdad no se había dado cuenta que ya no se quejaba cuando le robaba los casos? ¿Ni que había dejado de llevar paraguas pero que no existía día que no cantara para provocar el enfado de la lluvia? No podía ser.

Había sido un completo iluso. Esa atracción, completamente física, era unilateral. El único que miraba el reloj todas las tardes era él. El único que cantaba, horriblemente mal, bajo la lluvia era él. ¿Acaso era la única pieza del tablero? ¿Entonces qué hacía jugando? Cogió aire y volvió a fingir otra sonrisa.

-¡oh venga Myc! ¿Otra vez se te ha metido en la cabeza esa absurda idea?-agitó su mano restándole importancia a la preocupación de Holmes-ignora al idiota de tu hermano- lo miró pensativo unos segundos y corrigió-perdona, tu hermano no es idiota bueno...lo es un poco cuando se mete contigo- sonrió y le acercó el plato- pruébalo venga ¿no has venido por la comida casera?

El trajeado clavaba la mirada en su plato lleno de comida mientras su mente no dejaba de reflexionar. ''Claro que no Greg. Vine por ti, para compartir un par de horas más de los que ya me regalas a lo largo de la semana. Viene para poder conocer a tu esposa, para saber que tiene esa mujer que pudo lograr absorberte y no logra perderte. Oh Greg ¿¡eres tan ciego como para pensar que vine por un plato!? Yo puedo darte las raciones de pastel de carne que quieras ¿Por qué quieres esta horrible y recalentada exclusivamente?"

Holmes solo asintió, miró hacia una solitaria pared la cual debería estar llena de recuerdos, pero sin embargo se encontraba completamente vacía. Vacía de momentos de una vida juntos y que se mostraba blanca e impoluta. Vagó la mirada por la pequeña habitación hasta dejar los ojos posados en un apesadumbrado Lestrade. ¿Acaso la afirmación lo había molestado? Se preguntó Myc. El cano, solo apartó a mirada sonrojado.

-Entonces come, esto pocas veces ocurre ¿sabes?- se atrevió a guiñar un ojo. Al ver que Mycroft obedecía siguió comiendo contento.

Demasiado feliz. Sabiendo que esa pequeña sonrisa, la cual soñada conquistar lado a lado de su rostro, no lo provocaba la comida sino un tímido Holmes. Sabía que el trajeado estaría más cómodo en un restaurante lleno de cubiertos alrededor de su plato. Pero, aunque le avergonzara admitirlo, adoraba encontrar al mayor de los Holmes perdido. Le encantaba observarlo en situaciones totalmente cotidianas, intentando imitar el comportamiento de un londinense de a pie, pero convirtiendo cada movimiento como algo único y propio.

Las horas de aquella noche pasaron volando. Greg Lestrade ya ni recodaba cuando fue la última vez que el tiempo correteaba a esa velocidad con su mujer. La mesa ya estaba limpia por cortesía de Mycroft y la cocina había sido olvidada por completo, al igual que la pequeña y arrugada nota. La televisión silenciada, obligada a escuchar las absurdas discusiones que provocaban las cuantiosas cervezas vacías sobre la mesa y la casa se sentía extraña al ser llenada por ruidosas risas


-Oh venga Gregory, no pudiste creerte que el cierre de las pistas de Heathrow fue por un casual accidente en un avión- comentaba Holmes saboreando los últimos sorbos de su cerveza.

-Pues yo me lo creí...-comentaba avergonzado el ID mientras se incorporaba en busca de más bebida.

Se dirigió a la cocina, encendió la luz algo mareado y observó el calendario colgado en la puerta. Leyó las notas apuntadas, cada una más pequeña y descuidada que la anterior. Abrió la nevera y cogió una de las cervezas supervivientes. Se apoyó en el marco de la puerta observando la maldita rutina reflejada en el papel. Hasta que se dio cuenta.

"¿Desde cuándo el club de lectura se había pasado a los sábados si siempre era los miércoles? Tiró la cabeza hacia atrás y le dio un largo trago al botellín. Pasó las yemas de los dedos por el papel convirtiendo su mano en un puño.

EL cano se preguntaba una y otra vez cómo podía haberse pasado la tarde sintiéndose culpable por estar pensando en Myc cuando hacía años que Rose había perdido el nombre de su marido en su mente.

Gastaba horas de su vida desde hacía años en pensar en el trajeado y siempre temía ser descubierto. Temía no ser perdonado ¿pero acaso ella tenía permitido no perdonar a su marido? Suspiro cansado sin moverse ni un centímetro. "¿Cuántas canitas al aire, cuantas 'reuniones del club de lectura' he pasado por alto?"

-Me gustaría que sintieras lo que he sentido yo en todos estos años de matrimonio. - Murmuró cerrando los ojos con fuerza- Me encantaría que sintiera el dolor que se siente cuando alguien que amas te apuñala por la espalda hasta hacerte sangrar- sentenció mientras vaciaba por completo la cerveza.

"¿Acaso era ser mala persona pedir algo de empatía?"

"¿Acaso era horrible pensar que quería venganza por algo que teóricamente había perdonado?"

Greg sabía que entre ellos no había eso que la gente llama amor. Existía la comodidad, la dependencia y la cordialidad pero no había más allá de esa línea. A sus 51 años Greg reconocía que el amor, tal y como se describía en la poesía, era cosa de adolescentes con mucho tiempo libre y muchas tonterías con las que pensar. Sabía que su matrimonio estaba perdido. Lo sabía desde hacía tantos años que le daba vergüenza.

Pero ahí estaba, leal dócil, nunca engañó a Rose por muchos deslices que tuviera ella. Sin embargo, desde hacía unos años, desde que la lluvia fue acompañada por esa hermosa voz supo que él sería su perdición. Mycroft Holmes seria la lluvia de un día sin paraguas.

-Hey no estarás buscando información sobre la conspiración ¿verdad?- preguntaba un Holmes burlón- ¿enserio te fiaras antes de los frikis de internet que del gobierno británico?

Las risas cesaron al observar la imagen acabada del detective inspector. Se acercó a su altura y apoyo una mano en su pecho.

-¿Estás bien? Deberías dejar la cerveza si tanto te afecta- mostró su sonrisa. Esa que solo usaba cuando realmente estaba feliz. Aquella que casualmente solo surgía si Gregory Lestrade se encontraba en la sala.

-Estoy bien, tranquilo- abrió los ojos y se encontró con la mirada preocupada de Myc.

Dirigió por última vez la vista al calendario y, cogiendo las pocas cervezas que quedaban en la nevera se dirigieron los dos al salón. Como si nada hubiera ocurrido. Como si la loca idea de imaginarse a Rose sufrir como lo llevaba haciendo él desde hacía años no hubiera existido nunca.




Cierre de las pistas de Heathrow: el 24 de mayo de 2015, el aeropuerto londinense deHeathrow cerró dos de sus pistas de aterrizaje provocado por un aterrizaje de emergencia de, el problema se clasificó como "problemas técnicos".

Espero que os haya gustado! Comentad! Ya sabeis que me hace real ilusión!^^

Eramos Formidables (Nous Étions Formidables)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora