Rayos de sol

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15 de Octubre

Dos toques seguidos y uno tardío. Ese era el saludo que Holmes Había adquirido como presentación hace años.

 -Pasa Mycroft- gritó desde su cómodo sillón.

La puerta se abrió mostrando a un alto y elegante señor Holmes. Nervioso pasó una de sus manos por el rojizo pelo perfectamente peinado. No habla, solo espera la palabra del inspector.

-Ya sabes que puedes sentarte sin que te lo diga- se alborota el pelo mirando los informes de la mesa.- No seré un Holmes pero puedo ver tus ojeras.

Apartó los ojos de la mesa y observó al obediente hombre que, atendiendo a las órdenes del detective inspector, se sentaba en una de las incomodas y frías sillas de ese despacho.

-¿Cómo se encuentra inspector?-preguntó dejando su fiel paraguas reposar en el borde del escritorio.

-Bueno...-ríe cansado mientras observa aterrado el montón de papeles- he tenido días mejores, la verdad- suspira y le da un sorbo al aguado café de la oficina provocándole una mueca de desagrado- vienes a quitarme el caso ¿verdad?

Mycroft carraspeó. Aunque al trajeado le costara admitirlo,  sabía que visitaba demasiado al inspector. A veces usaba a su hermano y su bienestar como excusa, aun sabiendo que con una simple llamada bastaba. Sin embargo, cuando se hartaba de escuchar sobre la vida de Sherlock, se presentaba en el despacho de Lestrade robándole el caso que tenía entre manos justificándolo de alto secreto.

Generalmente el caso le era devuelto a Greg al cabo de unas semanas con una leve disculpa por parte del mayor de los Holmes. Pero robarle casos al inspector era uno de los placeres secretos de Mycroft. Provocaba visitas seguidas a su oficina y llamadas continuas de Gregory preguntando por el caso.

-Bueno...

-¡Oh maldita sea!- se queja el cano apoyando la espalda en el negro sillón.- ¡Estaba haciendo avances importantes en este caso!

A veces Holmes se preguntaba si Lestrade no sospechaba nada. Era increíble que pudiera observar las sutiles sombras oscuras bajo sus ojos pero no su incontrolable respiración agitada o su brillante mirada'' Quizás me llama a propósito. Quizás necesita escuchar mi voz como yo la suya. Quizás su matrimonio solo es una cómoda cárcel. '' Después de estos pensamientos seguía la negación. Solo era atracción puro entretenimiento entre el trabajo y el cuidado de Sherlock. Sin embargo Myc soñaba secretamente en un mundo sin reglas, sin normas morales y mucho menos sin Señoras Lestrade.

El problema era que existía esa mujer, que alguien ya compartía cama con la única persona que le había parecido interesante en toda su vida. Gregory Lestrade era el juguete que quería y no podía tener. EL sabía que la idea de sexo era casi inexistente por las continuas aventuras de la Señora. Sin embargo, Mycroft temía la  existiera de  algo más fuerte, algo capaz de hacer perdonar y olvidar los gritos y problemas, eso que él identificaba como ''desventaja'' mientras las personas mundanas lo llamaban ''amor''.

''Amor'' repitió una vez más intentando analizar la palabra. Inconscientemente observó a Lestrade topándose con su oscura mirada. Un profundo suspiro proveniente del inspector lo sacó de sus pensamientos.

-Siempre me quitas los más interesantes- murmuró como lo hace un niño cuando le apagan la consola.

-Oh vamos Gregory, te compensaré siempre lo hago- sonrió de forma paternal- te invito a una deliciosa porción de tarta.

-¿De limón?- se le iluminaron los ojos.

-Claro que si inspector- ese capricho provocó la risa del adinerado ''si las tartas de limón se terminan algún día yo mismo las cocinaré para ti'' pensó provocando un leve sonrojo en sus mejillas.

Lestrade dejó de sonreír y por un momento Myc pensó que ese pequeño acto impulsivo el cual no había logrado detener le hubiera molestado.

-Perdona- tartamudeó incomodo- no me burlaba de usted si es eso lo que piensa.

-No, no-agitó la mano restándole importancia al asunto—no tienes porque discúlpate. El problema es mío, en nuestros años de amistad sigo sin acostumbrarme a oírte reír.

-Oh disculpe- observó sus preciosos zapatos Oxford- Sé que mi risa es algo molesta al oído.

-En absoluto-contestó como acto reflejo.-es la más hermosa que he escuchado en mi vida...-murmuró mientras se incorporaba.

Mycroft levantó la vista sorprendido encontrando a un detective inspector con un leve sonrojo en sus mejillas. Dejó de respirar, el corazón bombeaba sangre como nunca lo había hecho. Una parte de Holmes gritaba ''Esperanza'' mientras que otra solo decía ''Desventaja''. ''Desventaja'' Repetía una y otra vez el ojiazul''Desventaja. Desventaja. Desventaja. Amor. ''

-Vayamos por ese trozo de tarta.-Dijo el inspector abriendo la puerta de su despacho.

-Vayamos a por ese trozo de tarta.

''¿Amor?''

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Eramos Formidables (Nous Étions Formidables)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora