Gotas de lluvia entre la tormenta

591 77 34
                                    


Buenos días! Sí, llevo mucho sin pasarme. Sí, el capítulo es jodidamente corto. Pero es mejor que nada no?

Siento mucho haber desaparecido desde septiembre no he tenido tiempo ni para encontrarme a mi misma, me paso las mañanas en el trabajo, las tardes en clase y mis horas libres en la biblioteca. Con decir que he tenido que hasta dejar de rolear...

Espero volver al ruedo próximamente, siento muchísimo la tardanza.

Ahora si, empezamos!

..................................................................................................................................................................

21 de Octubre de 2013

¿Alguna vez te has sentado en un banco de la calle completamente solo? ¿Has detenido la música, escondido el teléfono móvil y simplemente te has dedicado a observar? Solo tú y la realidad. Ahí se encuentran todas las respuestas. En un parque, en una plaza, en la boca de un metro o en una simple parada de autobús. Solo detente. Solo escucha. Observa.

-¡Mamá! ¡Mamaaa! ¡Mira, mira un pato!

El niño grita animado y corre a trompicones persiguiendo al pobre animal. Mientras que su hermano mayor sigue al instante sus pasos preocupado por la seguridad del pequeño.

El cabeza de familia, su padre, intenta seguir el ritmo de sus hijos, pero no se lo permiten. Ese recuerdo es único. El pato y dos hermanos en busca de aventuras.

Ella no dice nada, solo finge contemplar la escena, mitigando las enfurecidas voces de interior que rebuscan el error en el recuerdo en construcción. Sonríe. Única solución factible.

-Le es infiel, ella no lo sabe, lo sospecha. Pero le hijo mayor lo ha visto con sus propios ojos.

La mujer, vieja, agotada, cansada de gastar su vida en unos hijos que nunca esperó, de presionar cada vez más fuerte sus ansias de sueños realizados. Ella camina a paso calmado hacia sus pequeños y toma al menor entre los brazos, alejándolo del curioso animal.

El hombre, inteligente, rápido, harto de su trabajo, harto de ella. Harto de una realidad que no buscó, que nunca quiso. Suspira y contempla el baile del viento gobernando las hojas vivas de color. Él no se mueve, solo piensa. Solo busca una razón por la que estar en aquel lugar, una razón por la que sonreír ante aquella gente completamente desconocida.

-Obvio, Sherlock.

Contesta Mycroft Holmes atendiendo a la escena en silencio, bebiendo de cada detalle, de cada risa y comentario ingenioso. Cruza los brazos, apretando el mango de su paraguas contra su pecho de forma involuntaria. Suspira y finge ignorar a su hermano menor. No pregunta de dónde ha salido. Tampoco cómo es que conoce su nuevo escondite.

Sherlock Suspira y deja caer la cabeza hacia atrás. En otras circunstancias, en otra época; llena de espadas pirata y libros de texto, Mycroft habría aconsejado corregir aquella postura, nada adecuada para exteriores. Pero ninguno de los Holmes abrió la boca durando unos largos cinco minutos. Fingieron estar absortos en la escena de aquella familia, vacía de cariño y llena de felicidad caducada.

-Hay una fiesta.

El banco es conquistado por el tímido viento que despeina las coloridas cabelleras. Myc gira la cabeza y observa a su hermano pequeño. Este, evita la mirada, escondiendo su rostro tras la fina bufanda.

-¿Qué te ha prometido el doctor?

Preguntó con curiosidad el mayor de lo Holmes, incapaz de controlar una de sus cejas, la cual se eleva sobre la otra de forma involuntaria. Sherlock gira la cabeza y mira a su hermano molesto por aquella pregunta. Mycroft sabía la respuesta. John no había chantajeado a su hermano. Simplemente había sonreído. Suficiente para el detective consultor.

Era otoño y Holmes conocía las costumbres habituales de finales de octubre. Mycroft niega con la cabeza. Sabe que estará llena de ruido y de personas carentes de interés.

Sherlock carraspea y alborota sus rizos con sus largos y pálidos dedos. Los minutos se esparcen lentamente entre el frio. Suspira sonoramente, dejando ver su clara impaciencia. A Sherlock Holmes no le gusta esperar. Esconde las manos enguantadas en el largo abrigo y se encoge en el banco con las piernas cruzadas.

-No iré.

-Él vendrá.

No había nada más que decir. Solo dos palabras capaces de convencer a un Holmes. Sherlock se incorpora y camina a paso ligero hasta toparse con el agua.

-Eres un Holmes y los Holmes no se rinden, hermano.

Mira su reflejo en el charco y gira la cabeza, observando su hermano sobre el hombro. Se inclina y observa los pequeños destellos de sol en las motas verdes del lago. Mycroft lleva demasiado rato mudo.

Sherlock tenía razón. Los Holmes nunca se rinden. Sin embargo, Mycroft llevaba meses enterrado en su propia oscuridad. Desde aquella corta charla. La última de todas. Desde aquella cama, llena de suspiros, secretos y dudas nunca resueltas. Mycroft había cedido ante la desesperación más humana y no estaba acostumbrado a ceder en nada.

Holmes, no estaba acostumbrado a sentir tal contraste de sensaciones. El zorro plateado había enseñado a sonreír al hombre de hielo. Mycroft Holmes había aprendido a sentir, a vivir, todo en manos de Gregory Lestrade.

Pero ahora...Ahora todo había cambiado. Ahora todo eran patos escapando de manos curiosas, todo eran miradas vacías hacia corazones no correspondidos.

¿Cómo había terminado en aquel vacío existencial si Gregory Lestrade solo era un juguete más con el que divertirse?

-Has jugado en una partida que no te pertenecía.

Explica su hermano menor. Como si él conociera toda su historia, todos los paraguas perdidos, todas las tazas de té frías olvidadas. Sherlock quizás solo conocía pequeñas gotas de agua entre toda la tormenta. Pero era suficiente. La voz del barítono irrumpe la nostalgia del gobierno británico.

-Te dejé jugar confiando en ti, pero creaste un sentimiento hacia ese inspector y perdiste.

Mycroft agacha la cabeza al mismo tiempo que el pelinegro le da la espalda. Ya no hay patos. Tampoco británicos que deducir como distracción. Solo dos hermanos, dos hombres construyendo un mundo por el cual se despiertan todos los días.

-Los dos sabemos...

Musita Sherlock mientras camina unos pasos por el húmedo césped.

-...Que nosotros nunca perdemos.

.........................................................................................................................................................

Y eso es todo por hoy ami@s! El siguiente capítulo espero que os guste mucho, el borrador lleva escrito desde hace casi un año!

UN BESAZO ENORME!

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 30, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Eramos Formidables (Nous Étions Formidables)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora