*Siento mucho haber tardado en escribir. Perdí el portátil en el aeropuerto de Barcelona. Sí alguien lo encuentra, no entres en la carpeta 'Mates' y si aun así lo haces....el porno no es mío. Nah es broma XD Siento haber tardado. Lo hice bastante largo, espero que les guste! A LEER!*
20 de Abril de 2012 7:03
Detuvo sus pasos ante la pequeña puerta de cristal. ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué Anthea no lo detuvo? Una buena secretaría lo detendría, recordaría la locura que tenía en mente. Una buena amiga le habría dicho que en una semana estaría de vuelta y que solo habían tomado el camino largo para observar la Yard de lejos.
Lejos. Lejos es como tenía que haberse quedado hace tanto tiempo. Lejos, distante, sin cruzar la line de distancia. Como un museo frente a una bonita obra de arte. Gregory Lestrade era la escultura cotizada mientras que Mycroft Holmes, era un simple turista, un par de ojos, capaz de contemplar la belleza ante sus ojos. Lejos. Distancia. Protección.
Pero detuvo el coche, ignorando el suspiro cansado de Anthea, y caminó decidido hasta el edificio. Olvidando la hora, olvidando el cielo encapotado cubriendo Londres. Impulso. Miedo. Desventaja.
Mycroft Holmes tenía miedo. El hombre conocido en planear cada paso antes de levantar el pie para darlo, tenía miedo. Miedo a una pesada puerta de cristal. Miedo a no saber despegar el nombre del inspector de sus labios.
Alzó la vista hacia el grisáceo cielo y observó como las pequeñas gotas descendían lenta y despreocupadamente. Tenía que entrar. Lo sabía. Quería entrar. Pero sus pies no cedían. Su corazón suplicaba por el aliento del inspector, por su rostro adormilado o por una simple sonrisa. Su cerebro lloraba por la añorada distancia, por la secreta admiración o por la ya olvidada cordura.
El cuerpo de Mycroft Holmes era terreno bélico y cada parte elegía bando. Corazón, amor, cariño. Cerebro, distancia, seguridad. Así pues, aunque las manos tomaran con fuerza el picaporte de la pesada puerta, los pies no se dignaron a ceder.
"Solo una disculpa. Me fui de sopetón y...y los caballeros no hacen eso."
El trajeado asintió entrando. Caminó lenta y elegantemente, fingiendo naturalidad. Como si su pecho no latiera como un loco. Como si su cerebro no maquinara de forma desprovista. Miles de miradas seguían sus pasos. En la entrada, en el lento ascensor, hasta en la puerta de aquel despacho.
Alzó una mano temblorosa. Tragó saliva, sintiendo como aquel nudo permanecería toda su vida en su garganta y golpeó varias veces la puerta. Pero nada ocurrió. Silencio. Solo existía el silencio. Tantas esperanzas, tanto debate interno, todo para encontrar un despacho vacío, cerrado sin la posibilidad de entrar en él. ¿Sería así el corazón del inspector? ¿Sería así el suyo propio?
La mente divaga desesperada. ¿Dónde estaría? ¿Estaría bien? ¿Habría encontrado su precioso paraguas? ¿Estaría pensando en él? Negó con la cabeza repetidas veces, respondiendo a cada una de las preguntas que taladraban su cabeza. Y fue entonces cuando lo sintió.
El calor en su hombro, el característico pulso de su muñeca sobre su piel. Qué poco ocurría y qué placentero era cuando lo disfrutaba. A su espalda estaba el famoso zorro gris y ante los ojos de este, el atormentado hombre de hielo.
- Hola...- dijo el cano rompiendo el hielo.
No respondió. Solo giró sobre sus propios pies clavando la mirada en el recién abrillantado suelo. Escuchó un suspiro y levantó tímidamente la cabeza. Sorprendido al encontrarse a Greg aun en abrigo y usando su queridísimo paraguas.
- ¿Has esperado mucho?
El ID abrió la puerta de su despacho y empezó a acomodarse, dejando al GB campar a sus anchas. Este negó con la cabeza y se sentó en el ya conocido sofá. Estaba mudo. No sabía qué hacer, ni qué decir. Y en momentos como estos se preguntaba porque sus pies cedieron al corazón.
- Ah bueno...- dejó caer su adormilado cuerpo en el sillón y contempló al trajeado- oye respecto lo de anoche...
- Me voy de viaje- Contestó rápidamente-
- ¿Qué?
- Me...me voy a China de viaje de negocios y...solo venía a...
Giró la cabeza evitando su mirada, fingiendo ojear la enorme estantería de su despacho.
"A despedirme, a saciar mi dosis de Lestrade para toda una semana"
- Pedirle que, si sucede algo con mi hermano, me lo notifique sin falta, inspector.
- Oh...sí, claro- balbuceó sin poder evitar el escandaloso tono de decepción.
Sin poder evitarlo, Holmes clavó la mirada en él. Ojeras, barba sin arreglar y arrepentimiento en sus ojos. Lestrade se arrepentía de aquella noche. Holmes cerró con fuerza los ojos intentando ignorar el nudo cada vez más grueso de su garganta.
Él, idiota, visitando al otro, queriendo saber más del porqué de aquel beso. Pero solo había sido el alcohol. "El tequila nos juega malas pasadas..." reflexionó el adinerado "¿Quién querría mis besos sin antes emborracharse?"
Tensó la mandíbula, molesto por la respuesta que tan bien sabia y volvió a contemplar el cano, encontrando con sus preocupados ojos, con las pronunciadas arrugas entornando sus ojos. Según Myc, Greg jugaba en una liga que, por muchas horas corriendo en la cinta de su despacho, nunca alcanzaría.
- Sé que no quieres hablar del tema, no soy idiota- empezó otra vez hablar el cano- pero desde que saliste por la puerta me arrepentí de aquellos besos.
El trajeado abrió los ojos sorprendido. No esperaba aquella sinceridad, ni tampoco el dolor punzando en su pecho. Una cosa era suponer, otra era hacerlo verídico. Nunca un Holmes le dolió tanto tener la razón entre sus manos.
Boqueó intentando contestar, intentando decir que nunca quiso aquel beso, que nunca deseó su afecto. Pero no pudo. El hombre capaz de esconder atentados, de ocultar a toda una población mil secretos, era incapaz de mentir al cano. Así que solo mojó sus labios y mostró su sonrisa diplomática, esperando una segunda y tercera cuchillada.
- No fui un caballero.
Greg empezó a caminar nervioso por su despacho. Perdido. ¿Decía la verdad? ¿Podría confesar que deseaba mucho más que algunos besos perdidos entre los cojines del sofá? Mucho más que un simple roce de labios, que un suspiro cerca de su pecosa piel o un jadeo en un su oído. Metió las manos en los bolsillos del pantalón y se sentó en el borde del escritorio. Contemplando los azulados ojos, buscando el brillo, ahora inexistente, de su mirada.
- No...no tuve valor para pedirlo como debía...- confiesa con un delgado hilo de voz- necesité emborracharme para...para poder olvidarme de la cobardía...yo...lo siento.
Y esperó, esperó cualquier cosa. Desde el ruido de la puerta al cerrar hasta los pasos de Holmes acercándose. Esperó el sonido sordo de una bofetada o el pegajoso de un torpe beso. Pero no hubo nada, ningún paso, ningún movimiento. Así que el inspector levantó asustado la cabeza temiendo lo peor. Temiendo terror en sus ojos.
- Debería...debería irme...- susurra un colapsado Holmes.
Holmes caminó lenta y torpemente hasta la puerta. Sintiendo como todo el mundo que creía comprender, como toda la realidad de la que presumía saber deducir, se desplomaba ante sus ojos. Tomó el picaporte, pero no hizo nada más. Imitando ese justo momento de la noche anterior. Volvía a huir, a escapar. Cobarde. El hombre al que deseaba confesaba el deseo de sus labios y él...Él solo buscaba la puerta de salida. La posibilidad de escapar cuando el suelo se desvaneciera.
El inspector apoyó una de sus manos en la puerta, pegando su pecho en la fría espalda de Holmes. Dejó de esperar, dejo de pensar en las pesadillas. Solo reaccionó. Solo tomó lo que quería que fuera suyo. Greg solo quería a Mycroft Holmes.
- Dame cinco minutos-susurró cerca del oído del pelirrojo- sé que no querrás tener nada como un hombre como yo pero...-suspiró erizando la pecosa piel bajo el almidonado cuello de la camisa-no te vaya...no dejaré que te alejes de mí...
Abandonó el picaporte, olvidó el miedo, borró la puñalada cerca de su pecho. Giró sobre sus pies, contemplando al asustado inspector. Y fue entonces cuando empezó el juego. Cuando Mycroft se convirtió en la pieza más de aquel tablero, tan temido y pelirrojo.
*Espero que hayáis disfrutado! Ya sabéis que me encantan los comentarios!! Besos!!*
ESTÁS LEYENDO
Eramos Formidables (Nous Étions Formidables)
FanfictionAunque Mycroft Holmes crea lo contrario, un paraguas no te puede proteger de cualquier cosa. Mystrade. relación entre Mycroft Holmes y Gregory Lestrade. Fanfic inspirado en la canción ''Formidable'' de Stromae