Capítulo 25: Una promesa distante

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Derrumbado sobre la cama, con su vista fija en el techo, como si buscara algo en este, como si pudiese hallar respuestas a preguntas que solo se formula cuando está en soledad. Eran aproximadamente las ocho de la mañana, la mayoría de las personas ya habían partido a sus trabajos o estaban a punto de irse.

Él también lo estaba.

Sus maletas reposaban sobre el suelo en una esquina de su habitación, cerca de la puerta de salida. Ya se había dado una larga y relajante ducha, inclusive se había lavado el cabello y lo había secado y peinado con supremo cuidado y cariño, también se había puesto ropa nueva, la cual había comprado con parte del último pago que le dio la empresa.

Vestía una camisa mangas largas color negro, en cuyo cuello colgaban unas gafas de sol de espejos azules, junto a unos pantalones cafés y por encima de esta una chaqueta de denim junto a unos zapatos deportivos blancos. También llevaba aretes de topito con una piedrecilla negra que brillaba con el sol y su cabello iba suelto adornando sus hombros.

Incluso se untó un poco de bálsamo para humedecer sus labios resecos, quería lucir bien y dar una buena impresión.

Finalmente dejó escapar un resoplido y se incorporó, buscó su perfume y se aplicó en el cuello, muñecas y un poco en su cabello, para luego guardarlo en la mochila que estaba a un lado de la cama.

La subió sobre su hombro y miró la habitación, ahora completamente vacía de sus cosas, solo quedaba la cama y uno que otro mueble que pronto vendrían a recoger para llevarlos a su nuevo destino. Caminó hasta la salida de aquel apartamento que le había servido de hogar por mucho tiempo, tomó sus maletas y luego de un último vistazo, salió.

Caminó un corto trayecto hasta el estacionamiento, pues su auto se encontraba allí y luego de abrir el maletero, metió su equipaje y lo volvió a cerrar.

Revisó su cartera, llevaba su identificación, licencia de conducir, dinero en efectivo y su tarjeta, las cosas más importantes que debía llevar antes de irse. Finalmente sacó las llaves de su apartamento del bolsillo derecho y volvió al edifico, no le tomó mucho tiempo encontrar al dueño del lugar y entregarle las llaves, hablaron poco, el hombre le deseo buen viaje y Deidara le recordó que en la tarde vendrían por el resto de sus cosas.

No hubo problema por eso, no se dijeron más nada que una simple despedida formal y Deidara volvió al estacionamiento y subió a su auto.

Encendió el motor y luego de unos segundos, salió del lugar.

Recordaba la calurosa despedida por parte de sus compañeros, que al principio se mostraron tristes e indignados de que se fuera, pero finalmente aceptaron y provocados por Hidan terminaron haciéndole una “fiesta de despedida” donde el alcohol, la carne y las bromas no faltaron.

Hidan le regaló un par de aretes, que eran lo que justo llevaba puestos ese día, y Mito le dio una pulsera dorada que también llevaba puesta, eso hizo que los demás se sintieran enojados con ellos por no llevar nada, y por eso se ofrecieron a pagar la cuenta.

Deidara no bebió mucho, no le gustaba conducir luego de un día de borrachera, pero apreció cada gesto y cada palabra que sus compañeros le brindaron.

Verdaderamente los extrañaría y recordaría con mucho cariño todo lo que compartieron en el tiempo de su estadía en esa ciudad, en esa empresa.

Salió de la ciudad luego de un tiempo de estar conduciendo, y sintió la brisa alborotar sus cabellos, después de todo llevaba la ventanilla abajo y el viento se colaba por allí, jugando con él, encendió la música y se dedicó a relajarse y cantar levemente las que más se sabía.

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