Capítulo 21: Documentos

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Habían pasado largos minutos, la lluvia ya se había detenido por completo, pero debido a la hora, el sol no se asomó, sino que le dio paso a la luna para que ocupara su preciado lugar e hiciera su trabajo.

A pesar de que el reloj ya marcaba las ocho de la noche, él seguía allí.

Con su cuerpo al descubierto y sin una pizca de ropa adornando su ser, sus cabellos eran los únicos que cubrían parte de su espalda y pecho, y de vez en cuando se deslizaban hasta su rostro entorpeciendo su acción.

Él los quitaba un poco molesto, y volvía a su labor.

Engullía con supremo deseo el miembro ajeno en su boca, y lo sacaba solo cuando era necesario. Sintió los dedos del hombre tomar sus mechones rubios y sujetarlos en la parte posterior de su cabeza, evitando así que estos entorpezcan su acción.

Su pene seguía duro y activo, apuntando hacia arriba con síntomas de ser inagotable, lucia brillante y poderoso con toda esa saliva escurriendo por su extensión hasta bañar sus huevos.

Su mano alcanzó el trozo de carne provocativo que tenía justo frente a su cara, y con su dedo pulgar e índice apretó, no muy fuerte, la base del miembro ajeno, haciendo que la sangre se quedase atrapada y adquiriera una dureza parecida a la de una roca.

Lo metió poco a poco en su boca y gimió de placer al sentirlo en extremo vanidoso, mostrándole cuan excitado y cuan enloquecedor podía llegar a ser. Su lengua mojó la punta y jugueteó con ella, para luego meterlo por completo y sentirlo inflexible dentro de su boca.

Lo sacó de su cavidad luego de escuchar un gemido fuerte de parte de su jefe y observó con una sonrisa como finos hilos de saliva los mantenían conectados.

Aprovechando toda la humedad que aún invadía su boca, se pasó la lengua por los dedos cubriéndolos bien de saliva, y luego los ubicó en su entrada metiéndolos con suavidad. Como había tenido sexo hace poco, sus dos dedos entraron fácilmente y allí se encontró con los restos del orgasmo del pelinegro.

-Ah…Dei…te ves tan bien así – murmuró, pero Deidara igualmente le escuchó – con mi polla en tu boca.

El rubio ahogó un gemido y alzó la mirada, encontrándose con la de su amante el cual tenía las mejillas rojas y los labios entreabiertos por el placer, todo mientras sus ojos oscuros no se separaban de él, sino que le miraban, primero observaban como chupaba su miembro con gusto y después alzaba la mirada y observaba como Deidara se daba placer con los dedos.

Sus pectorales y abdomen subían y bajaban con cada respiración, hinchándose y relajándose, mostrándole una deliciosa danza de erotismo puro, mientras sus fuertes brazos se extendían hacia él y mantenían sujeto su cabello.

Cuando el rubio separó su boca del pene de Itachi, este pasó sus manos por sus axilas y le ayudó a levantarse, para que luego se sentara en sus piernas desnudas.

Después de todo, le deseaba completamente.

Deidara se situó bien en su regazó, abriendo las piernas y acomodándose para recibirlo adentro con calma, su brazo izquierdo se abrazó al cuello del otro hombre y con la mano libre buscó el pene debajo de él y lo emplazó en su entrada.

Itachi, que sujetó al rubio por la cintura, ahogó un gemido al sentir la calidez del interior ajeno, cuando su pareja empezó a bajar por su extensión.

Luego de haber soltado el miembro de su jefe, el secretario buscó sus labios solo para deleitarse con el delicioso sabor de los labios ajenos, mientras las manos grandes y fuertes del mayor empezaban a dirigir sus caderas para conseguir más placer.

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