Capítulo II

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Lisa Smith

—Pero... ¿Cómo es esto posible? Menudo cara de nabo. Me ha suspendido con un 4,95 el trabajo. Me dejé la vida explicando cada órgano y haciendo las maquetas correspondientes de cada uno. Como me encuentre su coche en el aparcamiento, te prometo que le reviento la luna del coche y le rajo las ruedas—digo cabreada mientras pongo el teléfono en manos libres y llego andando hasta mi coche.—Paul, ¿me estás escuchando tío?

—Sisi, perdóname reina. Estaba pensando en algo para animarte, pero tienes razón. Menudo cara alcachofa. Ojalá le entré una cosa mala. Le voy a poner velas negras para que le de algo malo—dice él haciendo que yo no pueda parar de reírme.

Llevamos hablando desde el día que nos dimos los teléfonos sin parar. Si no es por mensaje, es por llamada. Y esta última podía ser normal o viéndonos los caretos. Paul anda preparando las maletas, porque se tienen que ir a Nueva York a jugar unos partidos muy importantes. Además que entre los entrenamientos que tiene y yo con la universidad, se nos ha dificultado el poder vernos. Hoy es viernes y estoy libre.

—Señorito Brown queda avisado de que voy a empezar a conducir, así que, cuidadito con lo que suelta por su maravillosa boca—digo posando el móvil en el asiento del copiloto.

—¿Tienes algo qué hacer o piensas estar vagueando toda la tarde, minion?

—JA JA JA. Estás muy gracioso, moreno—digo yo aguantándome los colores que me salen cada vez que me llama así.—Tengo que repetir el trabajo si quiero aprobar esta asignatura. 

—¿Y podrías venirte a mi casa y hacerlo aquí? No te puedes quejar. Compañía y modelo para tus experimentos al mismo tiempo. Venga Lili. Tienes aquí a tu futbolista preferido haciéndote pucheros, porque quiere verte.

—¿Tan desesperado estás por verme?—lo vacilo yo con una sonrisa mientras pongo el Google Maps sabiendo perfectamente que iré.

—Me tienes aquí solito. ¿No te doy pena, Lili? Quiero verte... Por favor—me suplica haciendo que yo termine de morirme de amor.

¡ME LO VOY A COMER CON PATATAS!

—Venga vale, me has convencido. Pásame la dirección y voy.

—¡OLE!¡OLE! Venga te la paso y mientras llegas, te hago algo rico para comer los dos juntos.

—¡TE COMO LA CARA! Dios Paul. Tengo un hambre...

—Venga que nos vemos ahora enana—dice él antes de mandarme un beso por la línea y colgarme.

La sonrisa es inevitable. Paul está creando en mí unos sentimientos y unas sensaciones las cuales yo pensaba que no volvería a sentir. Mis nervios van en aumento cuando por fin me manda la ubicación y me pongo en marcha. Todo esto me pone de muy buen humor, a pesar del día de mierda que llevo. Solo de pensar que voy a estar con él, se me quita todo tipo de inseguridad.

Me lleva entre diez o quince minutos, aproximadamente, llegar a su casa. Está ubicada en un muy buen barrio rodeado de casas bastante grandes que impresionan a la vista. Cuando escucho decir al móvil <<ha llegado usted a su destino>>, aparco mi coche en el aparcamiento privado y me bajo para tocar el timbre mientras me acomodo mi bolso. Este pesa demasiado hoy.

Nada más tocar una vez, me abre la puerta un Paul muy sonriente y el cual va vestido con un pantalón de chándal gris que... ¡Madre mía Lisa no mires ahí puerca! Y una camiseta de manga corta negra.

—Pero bueno...¡QUE GUAPA ESTÁS DIOS MÍO!—me dice mientras me da un beso sonoro en la mejilla haciendo que me ponga como un tomate.

—Hice dos pizzas de jamón y queso, porque como cocinara yo...no salíamos de aquí vivos.

No pude contenerme la risa después de ese comentario. Me tomo mi tiempo y, cuando logro calmarme, conectamos nuestras miradas antes de que yo sea ahora la que le da un beso en su mejilla.

—No te preocupes rey de verdad. Ya haces bastante invitándome a comer.

—No me seas tonta y pasa anda. Aprovechemos que mis padres no están.

Dejo mi bolso en una butaca de la salita principal y me dirijo hacia la cocina. Me dedico a observar la luz tan bonita que ilumina la casa. Todo está decorado con colores claros y, la casa en sí, destaca por los grandes ventanales que tiene.

—¿Ya tienes las maletas hechas?—le pregunto mientras me siento en una de las sillas altas que rodean la isla de la cocina.

—Sí, lo tengo todo más que listo—me dice suspirando.—Eso sí, estoy nerviosísimo.

—Solo tienes que confiar más en ti mismo y ya verás que lo demás sale solo. Lo vas a bordar—digo acariciándole la espalda.

—¿Cuándo vais a venir vosotras?—me pregunta mientras deja las pizzas sobre la mesa.

—Mi hermana y yo tenemos líos con los estudios aquí, por lo que nos perderemos el primer partido. Pero te prometo que estaremos allí para ver el segundo lo antes posible. Hay que hacer el esfuerzo ya que nos importáis muchísimo y queremos veros ganar.

—Por un momento pensaba que no podrías venir a verme... Ya estoy mucho más tranquilo. Aunque si me hubiera gustado que estuvieses en los dos—dice haciéndome otro puchero.

Que le gusta picarme.

—No te preocupes que estaré al otro lado de la pantalla viéndote—digo guiñándole un ojo haciendo que le salgan esos colores y esa sonrisa que tanto me gusta.—Se me ha puesto rojo el niño. Que mono eres—digo mientras le pellizco los mofletes.

—Ay...¡Déjame pesada!—se queja provocando que me ría.—A ver reina, cuéntame sobre ese trabajo que tienes.

Procedo a agarrar el ordenador y movernos a la mesa que hay junto al sofá. Mi intención es explicárselo así por encima, porque sé que aunque me quiera escuchar, va a llegar un punto en el que se va a cansar y no quiero molestar o ser muy pesada.

—¿Te estoy aburriendo?—hago una mueca mientras levanto la cabeza de mi portátil.

—Sinceramente no—dice acomodándose en el sofá y cada vez más pegado a mí.—Me gusta verte hablar de lo que te apasiona Lili, así que por mí no te preocupes—me dice dedicándome una sonrisa.

Pasamos toda la tarde entre coñas y risas. Con mi inteligencia y el apoyo de Paul, terminé mucho antes de lo que esperaba, a pesar de tener varios ataques de cosquillas entre nosotros.

—Gracias por soportarme durante toda la tarde Paul de verdad—digo cerrando la sesión en el ordenador y apagándolo.—A veces siento que canso y que soy muy pesada cuando hablo de cualquier cosa. Si lo sientes así en algún momento, me lo dices sin problema, ¿vale?

—Pero vamos a ver. ¿Quién te ha hecho pensar así? Escucharte hablar es una de las cosas más bonitas del mundo y más cuando lo haces sobre algo que te gusta, porque se te nota en la mirada—me dice él haciendo que se me pongan los ojos llorosos.

—Mi ex no era muy compasivo en ese sentido, pero no me apetece hablar del tema...

—Y respeto que no quieras hacerlo reina, pero quiero que te metas en esa cabecita tuya, que nadie tiene que decirte cómo debes expresarte. Tú tienes que ser la dueña de esos pensamientos y saber que es tu vida. No dejes que un subnormal como ese cambie tu forma de ser. Quién te quiere, lo hará tal y como eres, con tus virtudes y tus defectos. Así que, prométeme que no vas a volver a decir esa tontería delante de mí. Conmigo puedes hablar de lo qué quieras, cuándo quieras y cómo quieras, ¿de acuerdo?

—Te lo prometo—digo casi al borde de las lágrimas, porque este chico me ha tocado la vena sensible.—¿Me puedes dar un abrazo?

—Ni me lo preguntes—dice acercándose a mí y envolviéndome en sus brazos.

Y, por primera vez en mucho tiempo, mi corazón vuelve a latir de una manera sana. Tengo que empezar a creerme todo lo que me ha dicho.




Te necesito conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora