Capítulo XXXII

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Paul Brown

Un rayo de sol impacta directamente contra mi cara haciendo que me despierte mientras me revuelvo en la cama. Me froto los ojos para espabilarme un poco y me desperezo cual estrella de mar. Al volver a mi posición normal, siento el cuerpo de mi preciosa novia junto al mío mientras me abraza como si fuese un peluche gigante. Tenemos las piernas entrelazadas y uno de sus brazos rodean mi torso mientras se pega a mí como una lapa. Y es la realidad, no sabemos dormir de otra forma. Necesitamos estar tocándonos y sintiéndonos.
Abro los ojos para mirarla y la observo con detenimiento. Tiene el pelo revuelto y sus ojos están cerrados mientras que su pecho sube y baja lentamente al respirar con calma. Se le ve tan tranquila y tan buena cuando duerme... La realidad es que es un terremoto. 
Decido mirarla durante un ratillo más y todos los días me doy cuenta de la suerte que tengo de poder despertarme casi todos los días a su lado. Esto si que es el paraíso.
Aprovecho para acariciar de forma suave su mejilla mientras se me forma una sonrisa en la cara. Le deposito un beso en la frente y me giro para coger mi móvil y ver la hora que es. Son las diez y cuarto de la mañana y, sinceramente, no está nada mal para la hora a la que nos acostamos ayer después de haberme metido entre sus piernas unas cuantas veces y escuchar como gritaba mi nombre entre gemidos y jadeos. Me caliento con solo pensarlo.

Contesto algunos mensajes que tenía en el grupo de mi familia y otros en el grupo que tenemos los chicos del equipo. Ahí solo saben hablar, como marujas que son, de la escapada romántica que he hecho con Lisa estos días de descanso. Pero bueno, hoy ya nos volvemos a Los Ángeles sobre las tres de la tarde.

Suelto el teléfono en la mesita de nuevo y me vuelvo a girar para abrazarme al cuerpo de mi novia, el cual está caliente. Yo escondo mi cabeza en el hueco de su cuello mientras paso una mis manos por su cintura para pegarla más a mí. Noto como ella suspira cuando empiezo a darle suaves besos en su espalda desnuda y siento como entrelaza sus dedos con los de mi mano.

—Buenos días princesa—le susurro con una sonrisa cuando veo que ya se está despertando.

—Si dejaras de darme besitos en la espalda y me dejaras dormir un poquito más, hubiese estado mejor—la escucho murmurar con una voz ronca haciendo que me ría.—Me duelen demasiado las piernas macho.

—Puede que quizás nos pasásemos un poco de la raya anoche al hacerlo tres veces seguidas—opino yo con una sonrisa mientras le doy un beso en la mejilla.—Pero, ¿estás bien?

—Sí amore, pero es eso, que me duele todo mi cuerpo—se queja ella mientras se da la vuelta  en la cama y me abraza como un koala. Yo le sigo el abrazo mientras me aferro a su cintura. Le dejo numerosos besos en su mejilla haciendo que ella sonría.

—No quiero volver a LA. Si fuese por mí, me quedaría aquí contigo toda la vida—la escucho susurrar mientras deposita un beso en mi cuello.

—Bueno, ten en cuenta que ya mismo me van a dar las vacaciones oficiales y nos podremos ir juntos unos días a otro sitio. ¿No me habías dicho que te apetecía ir a París? Pues antes de que acabe el verano nos vamos enana—veo cómo levanta la cabeza para mirarme a los ojos con una sonrisa que no le cabe en la cara.

—Te juro que la vida no me da el tiempo suficiente para demostrarte todo lo que te amo, Paul—me dice sin parar de sonreír antes de acariciarme las mejillas.

—Me lo demuestras todos los días minion y, hazme caso, que para mí eso ya va que sobra—le respondo yo con una sonrisa antes de besar sus labios.

Su boca se funde con la mía y sus suaves labios acarician los míos. Me derrito con el contacto mientras nos saboreamos lentamente. Su lengua tibia roza la mía y yo ya estoy en el cielo. Besar a Lisa es la quinta maravilla del mundo. Siento como su cuerpo desnudo se pega al mío y yo, a estas alturas, la tengo ya dura. Pero la cosa es que, con ella, me es imposible controlarme.

Te necesito conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora