Capítulo 15: Restricciones y libertades

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Vera caminó por los pasillos del laboratorio, la mayoría de los científicos eran hombres y la miraban con desconfianza. Recordó la primera vez que entró por esos pasillos, ellos la miraban con ojos lujuriosos o burlones, sin entender que ella era más peligrosa de lo que pudieran imaginar. Vera medía 1.71 cm de estatura, su cabello largo en ondas doradas que caía en su espalda y su vestimenta de faldas, blusas y tacones, la hacían ver femenina e insignificante, hasta que uno de ellos deseaba abusar de ella y, con una sonrisa, extraía el aro sujeto en su reloj de oro, mientras sagazmente rodeaba la gruesa garganta del hombre que la arrinconaba con un hilo metálico, estrangulándolo y cortando la piel, siendo ella más fuerte de lo que aparentaba a simple vista, más ágil que cualquiera, mientras miraba al parasito arrodillase lloroso e implorando por su vida, hasta que la rubia se sentía satisfecha. desde entonces todos a su alrededor eran cautelosos, mostrando que el respeto estaba ligado al temor, al menos, así era cuando de ella se trataba. Se acercó al laboratorio de uno de los científicos principales, con los brazos cruzados en su pecho.

— ¿Cómo va tu pequeño experimento, Brezinski?

—No sabía que la directora en jefe llegaría hoy.

—Nadie lo sabía. ¿Y bien?

—Va mejor de lo que esperaba, no es que a usted le interese.

—Querer ser un monstruo no es algo demasiado ético.

—Tampoco lo que usted hace y no es cuestionada.

—Porque el inversor tiene plena confianza en mí.

—De todas formas… —Se levantó Brezinski de su escritorio, acercándose casi amenazadoramente a la rubia, Vera lo dejó pasar. —Mi socia no debería de preocuparse tanto.

—No lo hago, simplemente me pregunto cuanta de cordura te queda.

—Tanta como la tuya, querida.

—Entonces, es nula. —Sonrió la rubia dándose media vuelta, alejándose, en conocimiento de que ese hombre deseaba destruirla más que nadie. No sólo debido a que Vera era superior a él, también a su encuentro la primera vez que se vieron, siendo él la demostración viva de lo que le ocurría a quien se metiera con ella. —Que imbécil. —Bufo bajando unas escaleras y entrando a uno de los laboratorios, encontrando dos cadáveres de hombres lobo, un alfa y otro omega, viendo claramente el útero del omega macho y el miembro retráctil de la alfa hembra. — ¿Quién quisiera ser uno de ustedes? No son más que escoria.

   Ella no se consideraba particularmente desgraciada, había escapado y destruido a quienes la utilizaron, ahora su única prisión era la aprensión y su soledad, no confiaba en los humanos, porque ellos ansiaban el poder a cualquier costo, mientras que los cambiantes, que tenían poder, abusaban de él. Simplemente quería un mundo en equidad, que al menos evitara que lo vivido con la única persona que llegó a importarle se repitiera. Miró con indiferencia los cadáveres y se dispuso a trabajar, como era costumbre.

   Sawyer observaba desde su habitual posición en el sofá, queriendo estar junto a Kara, pero su compañera le había pedido estar lejos, pues su rabia iba en aumento y no quería herirla, así como lo hizo con Lorena. En la oficina estaban sus hermanos, Enna y sus madres, Elise sujetando a Lorena de los hombros, pues su hija no paraba de llorar, Moira no dijo nada, pues debía respetar las decisiones de la alfa y ese papel era de Kara. Enna dio un paso al frente con las manos tras la espalda, mostrando su respeto a la Alfa antes de hablar.

—Los exploradores no la encontramos en el bosque, su rastro se pierde en la ciudad, por lo que creemos que se ocultará allí hasta que piense que todo se ha calmado. Eso es todo lo que tengo que decir, Alfa.

Tomando posesión de ti: Un nuevo ordenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora