Capítulo 24: La espía de los lobos

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Los recuerdos de la infancia de Miranda eran caóticos, las personas que debían protegerla, los que le dieron la vida, jugaron con su cuerpo, deshumanizándola, como si ella no fuera más que un cobayo. Su madre le sonreía cándidamente, acariciando su cabeza, su padre le daba un dulce y luego sujetaban su brazo, diciendo que eran vitaminas, que nada iba a pasarle, pero en la noche ella sufría fiebres, sudoraciones y jaquecas, por lo que no sabía cuáles eran las causas. Sus padres diciendo que era lo que pasaría si no aceptaba las inyecciones. Eso fue así hasta que, un día, vestida apenas con una bata blanca y pies descalzos, a sus 12 años, los escuchó hablar, ahora como una adolescente y no una niña ignorante. Siempre creyó que era enfermiza, hasta que la voz de su padre se escuchó firme y potente. “¡Todavía no hay resultados! ¡Sigue siendo una niña corriente!” Su madre trataba de calmarlo, asegurando que ya deberían comenzar con el entrenamiento, que seguramente no había surtido efecto ya que no había un ambiente y situación que despertara sus poderes. Ellos esperaban que ella fuera un lobo, al igual que Brezinski. ¿Qué ocurriría si aquel hombre supiera que Miranda es lo que él desea ser? Miranda es una cambiante creada y no nacida. Poco tiempo después fue llevada a situaciones extremas, dónde tenía que sobrevivir, esperando a que sus poderes aparecieran, hasta que, una noche, oculta a sus 15 años, escuchó lo peor. “Miranda no es más que un experimento fracasado.” Por parte de sus padres, hasta que estuvo a punto de ser descubierta, transformándose en uno de los colegas de sus padres por instinto. Se salvó, lo perfeccionó, sin contarle nada a nadie, hasta que un día, gracias al entrenamiento en armas que había recibido, volviéndola, si bien no una bestia, lo suficientemente buena para ser mortífera con armas blancas y de fuego, se transformó en uno de los guardias del laboratorio, engañó a otro para que le entregara su arma y fue hasta donde se encontraban sus padres. Disparó a ambos sin remordimiento, mostrando su rostro frente a ellos. Sus rostros en agonía, sorprendiéndose del nuevo ser que habían creado, pero morirían antes de hacer nada con eso. Fue capturada, conociendo al benefactor de sus padres que se volvió el suyo y trabajó para esa persona. No obstante, las pesadillas la perseguían, no únicamente las torturas a las que fue sometida, sino el haber perdido a la única persona que la trataba con cariño, ahora en sus sueños se sumaba Lara, que ya no la cuidaba, sino que la ultrajaba. Era curioso cómo deseaba aceptar las disculpas de la loba y volver a ser protegida, pensar que otra persona se alegraba de su existencia y la amaba incondicionalmente.

—Que estúpida. Cómo si alguien realmente pudiera quererme. —Murmuró abrazando sus piernas nuevamente sobre la cama, encontrando unos ojos violáceos en sus fantasías.

    Kara estaba echada en su sofá, su cabeza descansando resueltamente en el espaldar, junto con sus brazos, su cabello ahora mucho más largo que cuando tomó el mando. La chimenea crepitaba en la oscuridad en su oficina, siendo lo único que le proporcionaba luz a esa noche tan agobiante. La puerta se abrió lentamente, pero ella no estaba preocupada, pues el olor y los latidos de su compañera eran tan visibles como la luz del sol para ella, especialmente después del marcaje. Sawyer entró lentamente, para llegar a su compañera. La imagen de Kara, tan alta, fuerte, a la vez que delicada y hermosa, eran un deleite para la castaña, que amaba sus ojos violáceos. Puede que Lorena y Kara sean exactamente iguales, pero Sawyer podría diferenciar a una hermana de la otra, no solamente por su unión, sino por el carácter de cada una. Kara era protectora y Lorena era sanadora, donde una era analítica, la otra era emocional. Su compañera era su Alfa, y la única que le dio la libertad de pelear mientras cuidaba su espalda en la distancia.

— ¿En qué piensas? —Preguntó la castaña viendo las piernas abiertas de Kara, que dejaron un espacio, por lo que ella lo tomó para sentarse y dejar su cabeza descansar en el hueco entre el hombro y el cuello de la morena.

—Miranda se infiltrará en el laboratorio de nuevo, no voy a preguntar cómo, Roy seguirá muy de cerca las leyes que deben protegernos, junto con Max, y yo debo buscar a los que intentaron secuestrarme y que se llevaron a Lorena en mi lugar. Tomaré a un grupo pequeño para investigar un poco más lejos de nuestras tierras. Te quedarás aquí liderando en mi lugar.

—Quiero ir contigo.

—Y yo necesito a alguien que cuide de la manada en mi ausencia. —Respondió la morena abrazando a Sawyer, para alzarla, juntar sus propias piernas y permitir que la castaña se sentada ladeada en ellas. —Tu serías una mejor Alfa que yo… Estoy segura.

—Eso no es así… Tú eres la mejor… Y eres mi corazón.

—Y tú el mío… Soy muy feliz de que llegaras aquí… el que seas la que me entiende. No podría esperar algo mejor… Te quiero.

—Moriré si no puedo protegerte, Kara.

—Y yo si no puedo protegerte a ti.

—Me gusta esta oficina, es amplia, cálida por la chimenea… y estás tú aquí.

  Sawyer comenzó a desabotonar la camisa de Kara, dejando libre una buena cantidad de escote, chupando el pulso en su garganta, raspando con sus incisivos. La morena mostró más el cuello, dispuesta a entregarse a Sawyer si eso era lo que la castaña quería, hasta que sintió una energía acercarse, lo suficientemente agresiva como para tomar a Sawyer e invertís sus posiciones, de esa forma cuidar de la castaña del peligro. Lara entró como un vendaval, llena de furia y confusión.

— ¡Voy a ir con ella!

— ¡Estás fuera de lugar, Lara! ¡No puedes entrar así aquí!

— ¡No voy a permitir que uses a Miranda para que la maten!

   Sí antes Lara no era consciente de lo poderosa que podía ser su hermana en comparación, lo supo cuando su espalda impactó contra el muro, soltando la albina un quejido lastimero, mientras su garganta era sujeta por la morena casi cortándole la respiración. Los incisivos de Kara eran amplios y agudos, así como su mirada. Sawyer miraba impotente la situación, ambas hermanas peleando por una mujer. Miranda era enemiga y prisionera de Kara, por lo tanto, la morena podría disponer de ella como le viniera en gana.

—Miranda no es tuya, Lara, es mía, por lo tanto, acéptalo. —Prácticamente rugió sobre el rostro de su hermana menor. —Además, es más el daño que tú le has hecho que el que le podré hacer yo.

—No quiero que muera. —Dijo falta de aire sujetando el fuerte brazo de Kara.

—Eso no fue lo que dijiste en su juicio.

—Pues ahora no quiero… Mi lobo la desea.

— ¿Y tú?

—Yo la amo.

—Graciosa forma de amarla. —Bufó Kara aflojando su agarre.

—Quiero ir con ella y protegerla.

—Ya tiene suficiente protección con el tigre y Lorena. Ellas van a acompañarla y Roy les consiguió otro lugar para quedarse que no es su viejo apartamento.

—No es que no confíe en ellas, pero no podría hacerlo con nadie. ¿Permitirías a otros proteger a tu compañera?

—No, pero Miranda tampoco es que sea tu compañera precisamente.

—Haré que me perdone y que sea mi compañera, pero no podré si no estoy a su lado, mucho menos si la asesinan. Permíteme acompañarla, Alfa.

—Serás un estorbo y una distracción.

—Iré con o sin tu consentimiento.

— ¿Qué me asegura de que no harás otra estupidez?

—Me equivoqué, puedo tratar se resarcirme. Tampoco eres perfecta, Kara.

—Ella no tiene el mismo rostro que amaste.

—No amo su rostro.

   El rostro enfurecido de Kara cambió, su sonrisa se ensanchó y abrazó a su hermana más pequeña. Su mano acariciando la melena albina y rebelde de Lara. Ella deseaba poder cuidar de todos, de su compañera, sus madres y de sus hermanos. Para Kara, todos eran cachorros, y ella había dejado de serlo, ya no siendo quién mordía las orejas de Lorena, o se dejaba morder por Lara y Max, ahora era quien debía protegerlos.

—No hagas que me arrepienta.

—No te arrepentirás, Kara… Yo realmente la quiero.

—Lárgate y déjame sola con mi compañera. —Ordenó, Lara asintió y salió de la oficina, Kara sintiendo a Sawyer abrazándola desde su espalda, sujetando su vientre y descansando la mejilla en el hombro de Kara.

—Te lo dije, no sólo eres buena Alfa, también la mejor de las hermanas.

—Quiero que sean felices… no sé qué más hacer para proteger esa felicidad. Mañana al atardecer me iré y ellos un poco antes de mí.

—Yo aquí, ellos en la ciudad y tú en el bosque, donde no puedo saber si estás a salvo… Eso me inquieta.

—No más que a mí.

—Quiero que me tengas antes de que nos separemos. —Susurró en la oreja de la morena, Kara se giró para sujetar el mentón de Sawyer con los dedos y darle un beso liviano. Bajó las manos hasta sujetarla de las piernas y subirla para que rodeara su cadera con ellas, siguió besándola mientras regresaban al sofá, sujetándola del trasero con firmeza, hasta que se sentó en su posición anterior.

—Siempre sabes cómo cambiar mi estado de ánimo.

—Bueno, por eso soy tu compañera. —Respondió acariciando la mejilla de Kara con el dorso de los dedos, besando la frente de la morena. —Amo tu fuerza, amo tu valentía, tu dedicación, tu cabello azabache, tus ojos violetas, pero lo que más amo es que me ames en consecuencia. Quiero creer que todo lo que he pasado era para poder estar contigo.

—Pienso lo mismo… No quiero decepcionarte.

—Está bien que estés insegura y con miedo mientras esté contigo. Yo seré tu fortaleza y protegeré lo que amas. Cuidaré de la manada en tu ausencia, pero no creas que no iré por ti si siento que me necesitas. No puedo perderte también. 

—Estaré bien… Lo prometo.

—Yo seré quien corrobore eso… No puedo ser más de lo que soy. No puedes tampoco pedirme que ignoré que mi compañera pueda estar en peligro. 

—Lo sé, mi amor.

—Tu amor. —Sonrió. —Eso me gusta… Soy tu amor, Alfa.

   Kara rasgó la ropa de Sawyer con las garras, cada trozo inútil de tela cayendo al suelo, mientras las llamas de la chimenea bailaban en la piel de la castaña. Sawyer simplemente terminó de desabotonar la camisa de la morena, sujetando el cabello negro y guiándolo a sus senos, donde Kara besó la redondez y lamió sobre el pezón izquierdo. La más joven empujó más el rostro de Kara, que tomó el pezón y lo succionó, mamando animosamente y dando pequeños mordiscos, mientas Sawyer rasgaba su espalda, abriendo con las garras la camisa que la morena todavía llevaba puesta. Después de dar el mismo trato al otro seno, lamió la garganta de la castaña, Sawyer bajó de las piernas de Kara, animó a que la morena se alzara ligeramente y le permitiera bajar sus pantalones. Besó el ombligo, siguió bajando hasta tener el sexo de su pareja en la boca. Kara sujetó un puñado del cabello castaño, gimiendo mientras la lengua húmeda y caliente trabajaba en ella, empujando sus caderas contra la boca de Sawyer.

—Sawyer… quiero… en ti… ahora. —Jadeó al sentir que la castaña mordió uno de sus muslos internos. Sawyer se quitó el resto de las prendas, Kara se levantó a toda su altura, la castaña puso ambas manos en los pechos de Kara, pellizcando los pezones, mientras la morena de ojos violáceos la sujetaba de la garganta besándola con profundidad, su lengua jugando sobre los labios de Sawyer, para introducirla y jugar directamente con la de la castaña.

—Me gustan tanto tus ojos. —Dijo Sawyer con una sonrisa, sujetando el rostro de Kara con ambas manos. Kara besó su nariz, ayudando a Sawyer a acomodarse en la alfombra, se ubicó entre sus piernas, sujetó sus caderas y se introdujo en ella, con envistes lentos y firmes. Mientras más gemía su compañera, más raído iba, hasta que La castaña convulsionó, sus piernas temblorosas y ojos llorosos, terminando con una exhalación que parecía haberle arrebatado todas sus fuerzas, por lo que Kara subió sobre ella, sujetándola, abrazándola estrechamente. Sawyer correspondió al abrazo sintiendo que realmente pertenecía a la manada y a Kara.

—Te amo mucho, Sawyer.

   Enna había visto a Lorena y a Zena a lo lejos mientras iba a la clínica, su rabia se intensificó al oler a la bestia en todo el cuerpo de la doctora, especialmente algo más. El olor de Lorena era completamente diferente y ella sabía el por qué. “Lorena había sido marcada y por el tigre.” Apretó los puños y caminó presurosa hasta detenerse abruptamente, pues había algún tipo de acontecimiento en la clínica. Al poco tiempo Mark se había retirado con Roy, así como Sawyer lo había hecho, igual Lara, pero el tigre no salía. Hasta que, después de lo que pareció más de dos horas, Zena se retiró de la clínica, dispuesta a vigilar a todo aquel que se acercara a las dos mujeres que debía salvaguardar. Giró el rostro y gruñó al sentir la energía hostil que se acercaba. Enna destruiría al tigre que le quería arrebatar lo que era suyo por derecho. Había estado siempre junto a Lorena, amándola, por lo tanto, no permitiría que esa bestia se la arrebatara, así que la destruiría a como dé lugar.

Continuará…😅

Comentario de la autora:
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Tomando posesión de ti: Un nuevo ordenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora