Capítulo 16.

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Durante los días posteriores, Morgan evitó por completo a Harry y comenzó a quedarse dormido en la mayoría de sus clases. No podía evitarlo, ahora no solo tenía que lidiar con sus sueños, igual con el dolor que se acumulaba en su pecho cada noche y no desaparecía hasta que se quedara dormido; tampoco podía encontrar un solo momento de paz al finalizar sus clases, al menos no con la insistente presencia de un muchacho de Gryffindor que lo acosaba en cada oportunidad junto con el silencio de Blaise que se extendía a su alrededor, porque, para su desgracia, su amigo ni si quiera le había reclamado o mencionado sobre el asunto con Harry, solo permanecía observándolo con ojos analíticos hasta que alguien ajeno lo distraía.

Sabía que tarde o temprano tenía que enfrentarse a Harry, arreglar las cosas, pero mientras Morgan no pueda reunir la fuerza suficiente para encararlo, en su lugar permanecerá huyendo. Era un mecanismo de defensa, uno del que no estaba orgulloso, pero a veces prefería ignorar el problema hasta que su mente estuviera lo suficientemente clara para poder abordarlo. De alguna forma, parte de su subconsciente, aceptó que Harry tenía razón con respecto a Dumbledore y su gran confianza al anciano, pero seguía siendo complicado aceptar su propia fuerza; la magia que residía en su interior no se sentía como propia, era como tener un valioso objeto resguardado en una vitrina, temeroso de sacarlo para que no se dañe y, en el proceso, tampoco pueda herirte a ti con las consecuencias.

Ya había pasado una semana completa cuando, el sábado por la noche, Morgan se hartó de seguir huyendo de la persistente sensación que lo rodeaba en el Hogar de las Sombras. Caminó hasta el prado de flores brillantes y se dejó caer contra el pasto húmedo por una neblina espesa, las luces de las lavandas y lirios centellearon como luciérnagas comunicándose en un gran campo. La angustia y dolor ocasionado por su magia se arremolinó en cada extremo de su cuerpo, haciéndolo temblar y casteñear los dientes como si el frío de aquel mundo lo afectara.

Le costó tranquilizar su respiración y miedo, pero al final terminó inclinando el rostro al vacío oscuro que lo cubría.

—No puedo hacer esto — murmuró a la nada, su voz arenosa y ronca — ¿pueden escucharme? No puedo seguir huyendo de algo que no veo, no si ustedes no me muestran.

Hubo unos segundos de tranquilo silencio hasta que, un crujido, lo obligó a devolver su mirada al campo. Morgan ya no se sorprendió de encontrar la decena de pares de ojos rojos que lo observaban y las siluetas negras deformes, si pasabas tanto tiempo en su mundo, te acostumbras a la presencia de los espectros.

—Me lastiman — dijo con más firmeza, las sombras parpadearon —, por favor... Yo no lo entiendo. ¿Qué es lo que quieren? ¿Qué es lo que mi magia pide?

La angustia se instaló en él cuando las sombras comenzaron a desaparecer, disipándose en la neblina. Morgan se puso de pie, listo para correr en su dirección, entonces una sombra permaneció frente a él; era la silueta de una mujer delgada y alta, su cabello parecía sobresalir de su espalda y ajitarse con la brisa. Ella se acercó a él, levitando en el aire hasta detenerse a un brazo de distancia, donde la neblina gris ya no distorsionaba su imagen y sus ojos brillaban igual que el fuego.

No...ver...No...ver — siseó con una voz chirriante y aguda. Morgan frunció el ceño, confundido.

—¿Qué no veo? — Preguntó — No sé lo que debo ver, no hay nada aquí.

La mujer soltó un grito agonizante que lo hizo retroceder, tropezando con sus propios pies, Morgan cayó al suelo y levantó las manos para defenderse de un ataque. Sin embargo, la sombra no se abalanzó hacia él, se inclinó en la tierra y golpeó el suelo; este crujió y tembló en respuesta mientras un agujero se abría con un arco emergiendo lentamente. Fueron segundos de gritos ensordecedores y agitación a su alrededor antes de que el agujero revelara lo que realmente era el arco: una puerta, de color ocre rojizo y perilla dorada.

Voz Silenciosa || Harry James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora