CAPÍTULO 3 | VIVIR MURIENDO

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No lo entiendo. De verdad que no lo entiendo.

¿Por qué nadie puede sacar algo de tiempo de su vida para los demás? Ni que fuera tan difícil.

Agarro una libreta de la estantería y me pongo a escribir:

Querido diario:

La gente no cambia y parece no querer cambiar, se sienten felices viviendo sus vidas aunque nunca tengan tiempo. Ahí es cuando me invade una duda: ¿no tienen tiempo o no quieren tener tiempo? Seguro que algunos segundos de su día los pierden sin hacer nada, así que si los juntaran... les daría tiempo para dedicárselo a alguien que aman. Y eso lo digo suponiendo que mis padres me quieran.

Supongo que lo hacen, ¿no? Quiero decir, me hacen muchos regalitos. Me acuerdo de que hace poco me regalaron una colección de cómics para que me entretuviera diciéndome lo mucho que me querían. Aunque lo vi cuando llegué a casa, porque ellos ya se habían ido a trabajar y no les había quedado otra que dejarlo en la puerta de mi habitación.

Si no fuera porque los escucho volver del trabajo cuando se supone que estoy dormido, pensaría que viven en sus trabajos. Finjo estar dormido cuando ellos llegan para al menos oír los pasos de sus zapatillas al andar por casa, consolando el ruido vacío de mis lágrimas, arrastradas por el viento que entra por la ventana de mi cuarto. A veces y siempre tan solo desearía que me dedicaran algo de tiempo. El suficiente para sentir que me quieren, no más. ¿Es mucho pedir?

Parece que la gente solo nace para vivir muriendo. Si saben que su día va a llegar tarde o temprano, ¿por qué no se molestan en hacer cosas que de verdad amen? Estoy seguro de que el hombre trajeado y ajetreado no quería pasar más de media jornada en una oficina sentado viendo las horas pasar entre el tecleo de las letras de su ordenador.

Te quiero, diario. Gracias por aguantar mis penas entre tus páginas y mi tinta. Tú siempre tienes tiempo para mí aunque los demás no lo tengan. Tú no eres como ellos. Tú eres como yo. Ojalá los demás entendieran que queremos más gente como tú, con tiempo y dispuestos a escucharte.

Guardo mi bolígrafo junto con los demás útiles para el colegio y me voy a dormir. Mañana tengo clases y tengo que estar descansado para poder rendir bien. Iba a ser mi primer día de instituto, pues ese mismo año ya había cumplido los doce años. Además, seguramente no me quedará otra que ir andando, pues mis padres no podrán llevarme al colegio en coche. No importa, tampoco está muy lejos.

Seguro que mañana será un día mejor.

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