— Mañana es el evento inaugural —recordó Tina revisando su calendario.
— Ajá, lo recuerdo.
Me miró de reojo, pero no agregó nada más. Quería decir algo, recordarme algo, algo que le interesaba más que la capacitación. Desde que mantenía conversaciones con el chico del aeropuerto, la capacitación había pasado a un segundo plano para ella.
Decidí hacerla sufrir un poco más y no pregunté. En vez de eso, revisé el mensaje que Mar había dejado.
Mar: Ponte estos mejor.
Seleccionó la segunda foto que le había enviado de mis pendientes. Antes de venir, había prometido que cada día me ayudaría a escoger mi ropa para cada día. Quería que causara impacto. Hasta ahora no había faltado ni un solo día.
Arrugué la nariz al ver la opción que había escogido: unos pendientes dorados del tamaño de un aro como del que usan los niños para jugar al hula hula.
Me: Mejor estos.
Le envié foto de unos aretes diminutos negros que eran perfectos para mi gusto.
Mar: Si llevas eso, mejor no vayas.
Tan linda como siempre.
Rodé los ojos y me puse los dichosos pendientes. Podía ignorarla si quería, pero sus consejos me ayudaban a cambiar un poco y eso me gustaba. No tenía mal gusto, era diseñadora después de todo.
Me revisé otra vez frente al espejo. Ni siquiera parecía yo. Llevaba una camisa beige con un estampado azul marino y naranja, un pantalón ancho azul y unos zapatos altos a juego. Sonreí, las argollas le quedaban perfectas.
Le envié a Mar fotografías de algunos escasos lugares turísticos que había alcanzado a visitar entre los almuerzos con la señora Jones y mis regresos a casa. Me contestó con corazones y stickers de mamás cursis. A su vez, envió una foto de Frida durmiendo en su cama.
Gracias a Dios se acostumbró a la casa.
Enseguida, esos stickers empalagosos me parecieron muy prácticos para expresar la ternura que me provocaba la imagen. Le reenvié algunos con una sonrisa en la cara.
Mi gata se había convertido en una compañía para mí sin importar lo que dijera o lo extraño que suene. Solo quienes tienen mascotas y las aprecian, saben que ellos terminan volviéndose parte de la familia; así era con Frida, mamá llamaba para preguntar por su nieta tal como lo hacía por Robert junior y cuando hablaba de ella lo hacía con una pasión similar a la que tienen los abuelos por sus nietos humanos.
— ¿No se te escapa nada? —preguntó Tina en cuanto me vio tomando mi abrigo.
— Creo que no —caminé hasta la entrada y me quedé apostada junto a la puerta que ya estaba entreabierta—. O bueno sí, decirte que... ¡mañana es la cita con tu novio!
Tina me miró con los ojos de par en par y las mejillas rojas. Levantó el brazo con el cojín azul marino del sofá. Oliéndome sus intenciones corrí hasta afuera cerrando la puerta tras de mí. Escuché el porrazo del cojín del otro lado y solté una carcajada.
Esa mujer ya está perdida.
Sí que lo está.
Las calles estaban igual de atestadas que siempre, así que intentar tomar un taxi era prácticamente una competencia de vida o muerte. Dejé que una señora que parecía apurada se marchara en uno que se había detenido frente a mí, pero la siguiente no contó con la misma suerte.
Indiqué la dirección del hospital y obediente, el señor tomó la ruta más cercana hasta él. Yo iba en el asiento de atrás observando embobada cada cosa: los empelados corriendo en la calle, los coches y la cautivante belleza de las estructuras arquitectónicas. Era lunes, se notaba.
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Nuestra Canción| #2 Serie Crespo
RomanceHa pasado un año desde que Phoebe Holmes hizo su elección, una elección guiada por falsas expectativas que resultó en absolutamente nada, o al menos eso es lo que ella cree. Una capacitación, un encuentro y una canción le ayudarán a enseñar aquello...