— ¡FRIDA! —escucho gritar a todo pulmón. Sí que tiene voz la muchacha.
— En fin, Clotilde —continúo como si no fuera conmigo—, si hacemos esto no hay duda de que el mundo será nuestro.
— ¿De qué hablas? —pregunta la gata vieja de la vecina.
— Los humanos piensan que cuando un gato se reúne con otro, en realidad están haciendo un plan macabro para conquistar el mundo. ¿Acaso no lo has oído?
— ¿Qué? ¿Quién inventó esa estupidez?
— Ni idea, pero incluso hay películas.
— Los humanos están locos.
— Ni me lo digas. Mi humana tiene un verdadero problema.
— ¿Me lo dices a mí? —veo que gira la cara hasta dar con su dueña; una humana arrugada que baila frente a un aparato de esos en los que la mía se pone a chillar.
— La tuya está peor —concuerdo cuando la oigo gritar—. Al parecer se torció algo.
— Así se la pasa —se queja antes de pasarse su pata color beige por su hocico negro.
— ¡FRIDA!
— Bueno, adiós. ¿Me guardas de tus croquetas? Las mías últimamente saben horribles.
— Son cosas tuyas, esas cosas saben igual que siempre.
— ¡FRIDA!
— Nah, cambia el sabor. Me voy, sino esta se desmaya de tanto gritar.
Corro por la acera a todo motor. Bueeeno no a todo motor, ya saben por la panza y esas cosas; pero lo intento. Cuando llego a la entrada, ella parece ponerse feliz y yo también porque un aroma exquisito llega a mi olfato.
Día de sardina, el mejor de todos.
Paso distraídamente entre sus pies hasta que siento que me acaricia el lomo. El siguiente paso es guiarnos a la cocina donde mi plato espera a ser llenado con el manjar de los dioses.
— ¿Quién es la muñeca más bella de la casa? ¿Quién? ¿Quién? —pregunta con voz rara.
— ¿Nos saltamos esto? Ese olor me está matando —suplico con tan solo un maullido.
Ella se emociona y abre la lata en el mesón. Pero justo cuando va a derramarla en mi plato el timbre de la entrada suena.
¡¿Por qué?!
Deja todo en el mesón y camina hasta la entrada, donde un corpulento humano la saluda. Lo miro con los ojos entrecerrados, se me hace familiar.
— ¿Y Frida? —pregunta él. Ella se incomoda un poco, pero termina señalándole dónde estoy.
El humano se acerca hasta mi posición e intenta agarrarme, pero yo soy más rápida y me le escabullo entre las patas. Quizá ignorándolo se vaya rápido.
— ¿Crees que no le agrade?
— Qué extraño, es muy consentida con todos —explica. Pero se le olvida decir que lo soy con todos los que no interrumpen mi comida—. Frida, saluda a Jake. Saluda.
Sé que extenderle la pata a un humano la hace feliz, pero hay cosas más importantes, como la rasquiña que tengo la pata. Me giro hasta mi cama y comienzo a rascarme hasta que siento tranquilidad, paso la lengua un par de veces hasta quedar decente y me regreso a mi plato.
Ahora están los dos frente al aparato que llaman televisor (ese frente al que la humana de Clotilde salta). Él le dice algo en la oreja que la hace reír, me entran ganas de gruñir porque mi sardina parece quedar en segundo plano.
¿Por qué cada vez que ese humano viene hace lo mismo? Invade mi espacio, interrumpe mi comida, se sienta en mi lado del sofá y para colmo intenta acariciarme. Si tú, ya que le voy a dar la pata. Puff.
No pienso dejar que esta vez haga lo mismo, así que camino hasta el sofá y me estiro antes de saltarle encima a la humana. Ella sonríe acariciándome, pero a él parece no gustarle, hasta aparta su brazo de su espalda. Eso tonto, shu, shu.
Ella lo mira con confusión. Cuando le pregunta qué le pasa, él se limita a alejarse con el rostro serio. Escucho un suspiro femenino (obvio, porque también existen los suspiros masculinos) y veo que mi humana se pone de pie con una arruga en la frente. Oh, oh, alguien está enojada.
Camina hasta la cocina y termina de servirme. Mientras lo hace la escuchó murmurar: —Si no le gustan los gatos, ¿por qué no lo dice y ya? ¿Tiene que fingir estar de acuerdo conmigo en todo?
Quisiera responderle, pero, uno, no me entendería y dos, el platillo de sardinas ya está siendo devorado por mí. No le hablaría con la boca llena. La educación, ante todo.
Al final termino en el otro extremo del sofá, lejos de mi puesto y del humano que interrumpe todo. Se despiden con un gesto muy cariñoso (ya lo hemos visto en el aparato raro, parece que es muy especial) y ella regresa hasta el sofá a continuar viendo. Lo curioso es que, aunque el humano viene mucho, ella nunca parece estar contenta de verdad.
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Nuestra Canción| #2 Serie Crespo
RomanceHa pasado un año desde que Phoebe Holmes hizo su elección, una elección guiada por falsas expectativas que resultó en absolutamente nada, o al menos eso es lo que ella cree. Una capacitación, un encuentro y una canción le ayudarán a enseñar aquello...