— Alain está en cuidados intensivos —dijo apenas—. Parece que hay pocas probabilidades de que despierte.
Aiden, que se había acercado unos segundos después que ella, frunció el ceño con preocupación y la tomó por los hombros.
— Vamos. Prepara el auto —le dijo al de saco.
— No es necesario —retumbó una voz detrás. El señor Jones estaba de pie con expresión turbada—. Yo los llevo.
Todos dieron media vuelta en dirección a la salida. Me quedé parada sin saber muy bien qué hacer.
— Ayúdame —me dijo alguien. Al fijarme, vi que Aiden me esperaba con su mamá agarrada a él—. Yo voy pagando la cuenta.
Me espabilé y caminé con diligencia hasta su posición haciendo que se apoyara en mí. Vi que el señor Jones me miraba de reojo.
Subimos al auto y Amelia parecía querer vomitar el almuerzo. Acaricié su brazo con suavidad asegurándole que todo iba a estar bien; adelante, el señor Jones nos miraba de vez en cuando por el espejo, a su lado, Aiden parecía en otro universo. No decía absolutamente nada, ni siquiera se movía. Solo permaneció con la mirada perdida todo el trayecto al hospital.
Al llegar, el encargado de hacer todos los trámites fue el señor Jones. Solo le permitieron pasar a ambos y aunque pregunté si quería quedarse, ella aseguró que quería ver a su hija sin importar nada.
Suspiré.
Ya llevábamos varios minutos sentados afuera, en la sala de espera. Aiden seguía sin reaccionar, la única señal de que seguía vivo era su pie izquierdo que se movía sin control, poniéndome nerviosa también.
Escuché que soltaba el aire que retenía y se pasaba las manos por la cara con frustración.
— Estoy segura de que se pondrá bien —aseguré intentando ayudar.
Bajó sutilmente las manos de su cara y vi que su mirada estaba cristalizada por las lágrimas. Nunca lo había visto tan mal.
— No quiero que se vaya—dijo con la voz rota. Empezó a sollozar cual niño pequeño sin consuelo.
— No lo hará —afirmé con la voz afectada, pero intentando ser fuerte por ambos—. Ya verás que va a ponerse bien.
Continuó llorando sin poder detenerse. Tenía la cara cubierta por ambas manos.
Me agaché frente a él y puse mis manos sobre las suyas. Levantó la vista sorprendido.
— Ella va a quedarse —nunca había estado más segura en mi vida—. No se va a ir Aiden, y vas a tener que presentármela porque sospecho que es alguien muy especial.
— Mucho —reafirmó asintiendo. Bajó las manos de su cara dejando ver sus ojos encharcados.
Estaba roto. Aiden sentía que su vida había perdido sentido y más con la vida de su hermana pendiendo de un hilo. Ya no había brillo en su mirada, tampoco sonrisas genuinas, lo único que seguía igual, e incluso peor, eran sus uñas. Estaba sufriendo, se notaba.
Limpié con el pulgar derecho las lágrimas que le corrían por la mejilla. Levantó su mirada hasta la mía y un impulso avasallador de abrazarlo recorrió mis entrañas. Antes de siquiera intentarlo, un llanto lastimero hizo que giráramos en dirección al pasillo.
Me puse de pie por impulso. La señora Jones venía llorando mientras intentaba regresar a la sala, su esposo trataba de abrazarla para retenerla.
— ¡Mamá! —Aiden se levantó dirigiéndose a su dirección. Al escucharlo, su madre regresó y lo envolvió en sus brazos sin dejar de llorar. Sus lamentos eran desgarradores.
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Nuestra Canción| #2 Serie Crespo
RomanceHa pasado un año desde que Phoebe Holmes hizo su elección, una elección guiada por falsas expectativas que resultó en absolutamente nada, o al menos eso es lo que ella cree. Una capacitación, un encuentro y una canción le ayudarán a enseñar aquello...