— ¿Quién fue Confucio?
— Pues... Confucio... fue quien inventó la confusión —escucho una risotada del otro lado de la línea.
— ¿Qué estás viendo? —pregunto a Marie con el ceño fruncido.
— Las mises más tontas de Latinoamérica —me di un palmetazo en la frente.
— ¿Por qué rayos estás viendo eso?
— La desocupación es un arma peligrosa —dijo con solemnidad.
— Ya lo veo yo.
Escuché movimiento en la habitación, Tina ya estaba despierta.
— Te llamo más tarde vale. Dale un apapacho a mi sobrino hermoso y a mi Frida.
— Un apapacho para ti también. Recuerda mis encarguitos.
— Sabes que necesito como un mes para comprar todo, ¿verdad?
— Confío en mi hermana favorita —canturreó antes de colgarme. Giré mis ojos sonriendo.
Tina apareció detrás de la puerta con un pijama largo a rayas y el cabello despeinado.
— Buen día —saludó sin mucho afán.
— Hola, ¿dormiste bien?
— Ujum —localizó un tazón que llenó de leche y Froot Loops.
— ¿Saldrán a algún lado ahora en la mañana?
— A las diez hay que ir a unas exposiciones y en la tarde empieza la conferencia de bienvenida a los talleres.
— No lo recordaba.
— ¿Vas al hospital?
— Sí, quiero acompañar, aunque sea un rato a la señora.
— Mmm ok.
No dijo más. Usualmente, Tina no era mucho de hablar, pero presentía que esta vez sus monosílabos eran por otra cosa ajena a su timidez.
— Nos vemos más tarde —me despedí con una sonrisa.
— Ok —me devolvió el gesto sin despegar los labios.
Ves todo lo que causan tus taradeses.
Ugh, ni me lo recuerdes.
Con Tina en la mente llegué al hospital donde se encontraba Alain. Antes de abrir la puerta de su habitación, vi un perfil que conocía muy bien mirar directo a una computadora. ¿Cómo no lo iba a conocer bien si tan solo unas horas atrás lo había tenido a centímetros del mío?
Suspiré con frustración.
¿Por qué bendito cielo? ¿Acaso hay que pagar tan cara una idiotez?
Miré otra vez a Aiden a través del cristal de la puerta, tenía las mangas de la camisa recogidas a medio brazo, el flequillo le caía entre las cejas y tenía el ceño fruncido.
¿Merecía poder hablarle como si nada después de todos mis desplantes? ¿Acaso un lo siento podría cubrir todas mis faltas? ¿Me creería si le digo que siempre me gustó, pero yo no lo sabía?
Nadie creería eso.
Sí, tienes razón. Nadie. Lo mejor es actuar con normalidad y empezar de cero. Tomé aire.
No la embarraremos otra vez, ¿ok?
Ok.
— Buenos días —saludé adentro. No había notado mi presencia hasta entonces. Levantó la mirada y alzó las cejas con sorpresa para volver a una expresión neutra.
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Nuestra Canción| #2 Serie Crespo
RomanceHa pasado un año desde que Phoebe Holmes hizo su elección, una elección guiada por falsas expectativas que resultó en absolutamente nada, o al menos eso es lo que ella cree. Una capacitación, un encuentro y una canción le ayudarán a enseñar aquello...