Capítulo 5| La Capacitación

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Elevento que recogía a artistas de todo el mundo inició el martes de esa semanaen la mañana en la NYU. La idea era irnos juntos para poder ubicarnos con facilidad entre el gentío, sin embargo, pedí licencia a la señora Foster (la líder de nuestro grupo) para llegar directamente al lugar. Después de mucha súplica, accedió con la condición de mantenerme en contacto.

Llegué al hospital rogándole al cielo que Aiden no estuviera presente. Por primera vez, me escuchó. No me topé con él en ningún momento, pero la señora Jones hablaba maravillas de él.

Como siempre, desayunamos juntas, le contamos sobre el clima a Alain e incluso puse Always Summer de nuevo. La señora Jones y yo entonamos algunas canciones; hasta cantando se veía elegante. Entre una conversación y otra, supe que si venía temprano en las mañanas correría con la suerte de no encontrarme con su hijo; se turnaban para ir una jornada ella y otra él. Al parecer, la suya era en la tarde.

— Ay querida, lamento que no hayas podido conocer a mi hijo. Él tenía muchas ganas de saber quién es la chica que ayudó a su hermana.

Si supiera.

— No hace falta señora Jones. Confío en que entiende mi deseo de no querer recibir ningún tipo de atención especial por Alain. Como le dije, me recuerda a alguien. Eso es todo.

— Lo entiendo, pero conocer a mi hijo no es ninguna atención especial querida. Él solo quiere darte las gracias en persona.

— De verdad lo aprecio, pero...

Una llamada la interrumpió. Con vergüenza, se alejó fuera de la habitación y contestó al tercer llamado.

Solté un suspiro pesado.

— Esto es un verdadero problema. Lo que falta es que quiera empatarnos.

Me senté con frustración en la cama, masajeé el puente de mi nariz y conseguí calmarme unos minutos después. La puerta de la habitación se deslizó dejando pasar a la señora Jones dentro, su aroma a flores se impregnó en el ambiente.

— Lo siento. El trabajo no da espera.

— No se disculpe. Debe ser difícil sin la ayuda de Alain.

— No te imaginas. Alain es la más capacitada para el negocio, sin ella, la situación es bastante crítica. Suerte que Aiden regresó hace casi un año, aunque no tiene la experiencia de su hermana, hace un buen trabajo también.

— Menos mal.

— No te imaginas cuánto le agradezco a la muchachita que lo dejó —por inercia, mi espalda se tensó y me escaseó el aire—, nos hizo un gran favor a todos.

— ¿Qué... quiere decir?

— Verás —explicó en tono confidente—, hace un año Aiden no vivía con nosotros. Se enamoró perdidamente de una chica y por complacerla, hizo un trato: él se ocuparía de algunos asuntos del negocio a cambio de conseguir pasajes para llevarla de viaje.

— No... —me tembló la voz.

— Al final lo dejó por otro. Él pensó que no podría superarlo, pero luego de unos meses cumplió su palabra y comenzó a ayudar. Aunque le arrancaría el cabello si pudiera, agradezco a esa chica que enviara a nuestro hijo de regreso. Pensé que nunca lo volvería a ver —expresó con una ternura maternal; una tremenda paradoja frente a expresiones que hacían ver a su hijo como un simple objeto.

No, no, no.

Aiden no se había ido porque no hubiera correspondido sus sentimientos, lo había hecho como parte de un trato con su padre. Por mi culpa. Había sacrificado su vida en Raleigh solo por conseguirme vuelos para ver a mis padres y yo le había pagado de la peor manera.

Nuestra Canción| #2 Serie CrespoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora