15/09/2012
Créditos al autor (a): Arminius
Cuando Ridokou falleció, había construido un mundo nuevo de la nada. Sus herederos vagarían por las tierras extensas derramando su prole, y la eterna esperanza reflejada en una profecía. 9 demonios donde tan solo había uno. Dos herencias de sangre, los Uchiha y los Senju. Donde solo hubo un padre.
Las fuerzas de la materia y el espíritu dieron origen a los dioses. ¿Qué son esos seres eternos y poderosos? Nada menos que concentraciones inmensas de chakra, reunidas de la naturaleza y obteniendo formas en los sentimientos y pensamientos del hombre. Fue el corazón de los humanos el que creo a los dioses. En ellos, habitan los antiguos conocimientos y el inmenso poder.
Ocultos en la tierra, vagando etéreos y alimentándose de la vida. Surgieron Miyuki, diosa de luz y Arminius señor de la oscuridad. Aquellos que los humanos llaman "bien" o "mal", esos eran Miyuki y Arminius. Poderosos, inmortales, destinados por equilibrio a combatir eternamente en su afán de superar al otro.
Arminius era muy fuerte. Alimentado del rencor, el miedo y el odio en la tierra podía prosperar en las más sangrientas guerras. Miyuki, dueña de una eterna compasión y amor, protegía al hombre de las garras del señor oscuro que siempre buscaba exterminarlo.
A través del amor y los instintos el hombre se multiplicaba. A través de la guerra y el odio se autodestruía. Pero tanto absorber poder de los mortales, provocaron en los dioses reacciones tan humanas como la vida misma. Estaban solos, en la inmensidad del tiempo y espacio. Eso hizo que Arminius, particularmente reacio mostrarse al hombre, intentara paliar su soledad entre las mujeres mortales. Eso trajo toda clase de desgracias al mundo por que el señor oscuro solo podía engendrar maldad. Monstruos, hombres con el corazón tan negro que por sí solos llevaban a las desgracias más terribles.
Fue entonces cuando se conocieron. Era una época funesta en la tierra. La tercera guerra ninja no detenía su curso y el mundo era puro caos. Miyuki no podía torcer el corazón del hombre, más fácilmente dispuesto al mal. Y entonces, se sacrifico por la humanidad. Compartió su esencia divina con una mortal. Una mujer virgen, en una aldea cualquiera. La cual dio a luz sin conocer varón. Ese niño, fue Minato Namikase. Miyuki envió a su campeón a la tierra aun sabiendo que si el bien perdía su batalla contra el mal.....ella desaparecería diluida en el viento.
Arminius observo que el bien se debilitaba y genero guerras y odio como nunca se había visto. Pero Minato Namikase, en edad adulta ya, término con la guerra. Fue proclamado Yondaime Hokage y acabo con las influencias de Arminius....al menos por algunos años.
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Años después, el destino actuó misteriosamente. Cuando Uchiha Madara libero al Kyuubi para destruir Konoha, Arminius y Miyuki se conocieron....cara a cara....en los bosques del país de fuego. Dicen los escritos que el señor oscuro tembló de emoción al verla. Un cuerpo perfecto, envuelta en una Yukata blanca como la nieve. Caminaba graciosa y elegante como si flotara. Sin emitir más sublime sonido que el de su armónica respiración. Cabellos negros como la noche, largos y lacios dejándose ver cual cascada detrás de sus hombros, hasta la cintura....fina y estética, simplemente encantadora. Ojos miel, boca roja que invitaba a la fantasía.
-detente -le susurro Miyuki- deja a los humanos seguir su camino.
Arminius no la escuchó, solo le sonrió complacido de que sus ojos pudieran admirar tal belleza.
-mi señor...-murmuro la mujer apenada- pídame lo que quiera...
Arminius solo asintió, poseído por un extraño latido demente de su corazón, dejo el destino de Konoha a los humanos. Minato derroto al Kyuubi, frustrando los planes de Madara encerró al demonio en el cuerpo de su hijo entregando su propia existencia, como pago por la osadía.