XVIII

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A veces siento que mamá me presiona tanto porque quiere que sea lo que ella no logró ser. Que tenga más oportunidades de las que ella tuvo, que en el fondo, realmente se preocupa por mí. Otras veces, siento que todo es solamente por ella, que tener hijos exitosos la volverán una madre exitosa, le probarán que realmente ha hecho bien su trabajo; de cualquier manera, la presión que ejerce sobre mí es la misma. Aunque siendo honesta prefiero creer que lo hace porque en su mente es lo mejor que puede hacer por mí, duele menos de esa manera.

Recuerdo que cuando era pequeña y sacaba buenas notas me celebraban y hasta me llevaba a comer, después las buenas notas se volvieron mi obligación y después parecía que ni siquiera las buenas notas eran suficientes para mantenerla contenta. La Olivia pequeña en mi interior aún anhela ese reconocimiento y validación que solía obtener cuando llegaba de la escuela con una boleta llena de dieces. De modo que, Olivia grande se exige al grado de sentirse frustrada cuando sus calificaciones bajan siquiera una décima. Lo cual sólo ha traído un enorme estrés a mi vida. Trato de verle el lado bueno, me ha hecho mejor haciendo distintas tareas a la vez, me ha ayudado a compartimentar mis emociones y ser más responsable y... ¿a quién engaño? Hay veces en las que lo siento como una horrible maldición que no me deja en paz, una que me va a perseguir por el resto de mi vida.

Olivia la niña que nunca dio problemas, Olivia la chica que ahora está llena de ellos.

— Liv, es un diez ¿por qué lo ves como si estuvieras decepcionada? — pregunta Connie a mi lado, ambos caminamos hasta su auto en el estacionamiento de la escuela, pues hace mucho no salimos juntos y hoy ambos estamos disponibles. — Te recuerdo que no puedes tener un once en un examen.

— No lo sé... a veces ya ni siquiera los siento como una victoria ¿sabes? Cómo que quiero algo más. — me encojo de hombros mirando el auto al que nos acercamos y metiendo mis manos en los bolsos de mi sudadera.  — Es como si no fueran suficientes, yo sé que es una idiotez... pero no puedo evitar sentirme así.

Connie me mira en silencio por unos segundos, me muerdo el labio al sentir que tal vez mi expresión está dejando salir más de lo que quiero decir y que eso me causa cantidades extrañas y peligrosas de ansiedad, me veo obligada a apartar la mirada.

— Estás muy estresada ¿no lo crees? — habla él antes de tomar mi examen, doblarlo por la mitad y guardarlo en mi mochila. — Demasiados problemas dando vueltas en tu cabecita, sé que tienes una tendencia a guardártelos todos, pero sacarlos de vez en cuando no hace daño.

Suelto una risa y me enderezo antes de volver a mirar a Connie, lleva un gorro de lana medio mal tejido que Sasha le regaló hace unos años y también está enfundado en una chamarra, pues la tarde se siente bastante fresca. Sus ojos me miran atentamente, como si quisieran leerme.

— No es nada con lo que no pueda. — hablo sin creérmelo del todo. — Ya atravesé cosas peores, además, es la segunda semana de exámenes y tenemos un partido encima, estaré bien en cuanto pueda decir que ambas cosas salieron bien, podré darme un respiro, no te preocupes.

Mi amigo me mira como si estuviera tratando de venderle un producto que sabemos que va a fracasar, pretendo no notarlo mientras ambos llegamos a su auto, él quita el seguro y camina hasta mi lado para abrirme la puerta, hace una reverencia, lo que me arrebata una risita encantada. 

— Su carroza mademoiselle. — habla mientras sostiene la puerta abierta. 

Merci Monsieur. — respondo divertida al tiempo que me dejo caer sobre el asiento del copiloto, colocando mi mochila sobre mis piernas. — Très gentil de ta part. [1]

— A veces olvido que a ti si te va bien en francés. — suspira mi amigo. 

Una vez que los dos estamos dentro del carro, Connie nos saca del estacionamiento de la escuela mientras You Belong With Me  [2] resuena en los altavoces del auto, tanto Connie como yo cantamos a todo pulmón, no me molesto en preguntarle a dónde vamos, confío lo suficiente en él como para dejar que me lleve a donde le plazca, además, no es mentira que la semana de exámenes me tiene agotada, con mamá en casa que quiere verme pegada a un libro todo el tiempo, sumado a que comienzan las preguntas para saber si ya he enviado alguna de mis solicitudes a las universidades y su análisis casi microscópico a cada papel que le entrego, estar ahí se siente asfixiante, estar en la escuela es como caminar de puntitas todo el tiempo y estar a un lado de mi mejor amiga es pretender que estar enamorada de ella no me rompe el corazón de a poco cada segundo que paso a su lado. 

I Want To Ruin Our Friendship/ 𝐌𝐢𝐤𝐚𝐬𝐚 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora