XI

125 15 2
                                    

— ¿No vamos a hablar del elefante en la habitación? — pregunta Mikasa mientras caminamos por la acera en dirección a mi casa, después de un día que se me hizo eterno. — Porque es uno muy grande y gordo.

El día se ha nublado, no haciendo mucho por mis ánimos, de hecho, siento que en cualquier momento podría comenzar a llover, y lo único que eso va a provocar será que comience a llorar, un poco más lejos de nosotras hay una nube peligrosamente gris que no va a aguantar mucho más, pienso en que debí haber tomado mi sombrilla antes de salir de casa esta mañana pero en estos momentos me importa menos de lo que debería.

— No estamos en una habitación. — respondo en voz baja, más metida en mis pensamientos que otra cosa. — Es una calle y el elefante puede caminar libremente.

Mi amiga me mira con los ojos entrecerrados, como preguntándome ¿es enserio? Yo simplemente me encojo de hombros, no muy dispuesta a hablar del dichoso y molesto animal en la acera.

— Sabes de lo que hablo. — insiste ella enlazando nuestros brazos y juntándome a su cuerpo, no tiene nada de raro, es un gesto casual entre nosotras como probablemente lo es entre muchas amigas, sin embargo, con el relajo que son mi cabeza y corazón en estos momentos, hace que el estómago me dé un vuelco.

Basta. Basta. Basta.

Suspiro rendida, no me sirve esforzarme por pretender que nada sucedió el año pasado si la razón ha vuelto y parece bastante molesto conmigo. Un escalofrío me recorre, el pensar que Thomas está molesto conmigo porque automáticamente me hace pensar en venganza y eso no puede significar cosas buenas para mí.

— ¿Qué quieres que te diga? — inquiero y trato de esbozar una sonrisa que se parece más a una mueca. — No creo que haya mucho de qué hablar al respecto, sabes lo qué pasó... — las palabras se me atoran en la garganta. — todos saben lo que pasó.

Mikasa suspira con frustración y nos detiene frente a una casa, me toma por los hombros y me obliga a mirarla a los ojos, están bien abiertos y puedo sentir sus irises grises taladrándome los pensamientos.

— Liv, quiero que me digas lo que sientes, eres mi mejor amiga...y en un año no he logrado saber lo que sientes con respecto a todo el asunto con Thomas, ni siquiera comprendo con exactitud cómo es qué pasó...te cerraste, obligaste a todos a pretender que no había pasado... — hace una pausa y me da a entender que, al igual que yo, está recordando. — Vi cómo sufrías metida en tu propio mundo sin poder hacer nada porque nunca me dijiste cómo te sentías, todos te vimos lidiar con ello sin saber cómo ayudarte y de pronto pretendíamos que ese prófugo del ácido fólico no te... — hace una pausa abrupta y después baja sus manos de mis hombros hasta mis brazos, como rendida — no te lastimó.

La miro perpleja, siento que me he quedado sin palabras y el corazón se me cae al piso al escuchar que piensa que no pudo ayudarme cuando la única razón por la que no perdí la cordura fue que ni ella ni mis amigos me dieron la espalda cuando mi vida se fue al carajo, cuando alguien se sintió con el derecho de llamarme ramera y de decirle a todo mundo mi orientación sexual. Siempre creí que ella sabía lo importante que su apoyo fue y sigue siendo para mí, ahora me siento mal por haber dado las cosas por sentado.

— Ustedes hicieron mucho Mika...de no haber sido porque estaban ahí no hubiera soportado tanto. — respondo, mi turno de tomarle los brazos a modo de consuelo. — Eres mi mejor amiga...no me diste la espalda y estuviste conmigo todo el tiempo ¿qué más iba a pedirte?

— No me contaste que estabas viéndote con Thomas hasta que él publicó el video. — responde herida.

Se forma un silencio entre nosotras, uno largo y peligroso al que no sé cómo reaccionar, pero lo que sí sé es que si me sigue mirando de ese modo voy a desmbotellar todos mis traumas aquí y ahora.

I Want To Ruin Our Friendship/ 𝐌𝐢𝐤𝐚𝐬𝐚 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora