Los días se volvieron similares entre sí. Todo era levantarse tarde, y acostarse temprano, tratando de mantenerme positivo mientras veía como todo se venía abajo, o al menos así se sentía. Me miraba en el espejo cada mañana. Veía algo que nunca quise. Una barba larga, cabello despeinado, ojos hinchados, mirada perdida, piel pálida. Cada vez que vi eso en mí, me preguntaba cuándo se iría la tristeza. ¿Por qué pasamos por momentos así? Esas preguntas me taladraron la mente semanas, mientras las heridas de mi cuerpo se curaban, pero en la ventana de mi corazón se asomaba el dolor. Bastante complicado tratar de curarlo, si Nieves estaba en todos lados. En cada rincón de la casa estaban sus cosas, sus recuerdos, sus regalos; todo lució brillante gracias a ella, y lucía opaco por el mismo motivo. La vida era menos triste tomado de su mano, necesitaba esa pausa a su lado, pero no era posible, era como llegar tarde a una fiesta a la que ni siquiera estás invitado, así de perdido me sentía. Una mañana diferente regresé a ese hospital y un doctor con tono de voz firme me explicó que estaba bastante recuperado, ya no necesitaba ese yeso, ya podía usar mi muñeca con cuidado, podía avanzar lentamente de esa manera que él llamó "creciendo" aunque para mí era como retroceder. Cuando regresé a casa, tomé mi libreta y dejé correr un poco más de mi dolor...
"Tantas preguntas que me hago y no encuentro respuestas. Luego de tantos días, solo puedo resumir que le tengo pavor a lo incierto; es tan difícil mirar por la ventana y ver un nuevo día, pero sentirte igual que el día anterior. Sientes que no envejeces, sientes que el tiempo no pasa en ti, hasta que te miras en un espejo y la barba larga te recuerda que llevas semanas tratando de escapar de tus problemas. Lo peor de estos, es que no fuiste tú quien los buscaste, simplemente llegaron para darte una lección, para hacerte más sabio. ¿Tanto cuesta la sabiduría? Es otra de las muchas preguntas que me hago... Actualmente me siento desbastado, como si algo dentro de mi estuviera desconectado y no encontrara sentido a lo que tanto quise en mi vida. Sí, sé que tengo muchos logros, y mucho por lo cual luchar, pero es que simplemente no me nace, no puedo obligarme a sonreír. Mis amigos vienen a visitarme y cada vez que entran por esa puerta siento que vienen a solo ver si sigo con vida, porque en todos los medios se rumora sobre mi caótico estado. Por eso no salgo, porque me hacen sentir peor de lo que estoy. No quiero su miseria. No quiero sus condolencias. Sé que, en parte en mi error, o solo era lo que necesitaba para crecer un poco más, pero esto duele como nada había dolido anteriormente, duele como si mi corazón estuviera siendo presionado, silenciado, golpeado y destrozado, pero al mismo tiempo está intacto, ya que, ante cualquier herida, tendría un medicamente, pero ¿Cuál es la medicina para el alma?"
Hubo un silencio rotundo luego de este escrito. Parecía que todo estaba muerto, como si el aroma del café hiciera un trato con todo para que lo único detectable fuera eso...
Debía entender que no la volvería a ver. Debía volver a mi trabajo, debía continuar con lo que era mi vida, con eso que quedaba entre los escombros de mi vida derrumbada. Pasaban los días. Seguía viéndome como el ser más destruido, pálido por no recibir sol, ni siquiera era una cuarta parte de lo que un día había llegado a ser. Una de esas tediosas tardes, mientras sostenía en mis manos esas hojas donde estaba escrito todo lo que sería nuestra boda, escuché la puerta. Mi madre, la mujer más pura que tenía a mi lado, abrió. Escuché la voz de Ibrahim. Mi madre le indicó que estaba en mi habitación. A medida que escucha sus pasos acercándose, era como si el dolor quisiera salir corriendo por mis nervios. Tocó la puerta. Le indiqué que pasara. Lo primero que denoté fue su cara de preocupación y en su mano derecha un cuaderno. Estaba sentado en la cama, así que le indiqué que se sentara a mi lado. No podía mirarlo a los ojos, me sentía como un niño de 6 años que acaba de conocer la crudeza del mundo. Ibrahim me preguntó cómo me sentía. Era obvio que no estaba bien. Siguió haciendo otras preguntas ¿Qué has hecho? ¿Cómo pasas los días? A todas respondía de manera directa, una palabra resumía la respuesta. Ibrahim me comentó que tenía algo muy importante que decirme, pero no podía hacerlo ahí, así que me invitaba a tomar alguna copa para poder hablar más con calma. Llevaba semanas en casa, no me pareció una idea tan descabellada. Le pedí unos minutos para cambiarme. Cuando este salió de la habitación, tomé de nuevo esas hojas, mis lágrimas estaban ahí de nuevo. Con el dolor latente, le pedí disculpas al cielo por no poder hacer más, pero tampoco podía quedarme ahí hasta morir, debía continuar, aunque eso me quemara lentamente...
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Nuestro Camino al Cielo
Romance"Nuestro Camino al Cielo" es una historia diferente a las plasmadas; va mucho más allá de lo soñado, tanto que llega ser una realidad en cada día a día. Tantos días atrás de un mismo objetivo "Ser feliz" son miles de preguntas que llegan ¿Será posib...