10. Sano y Salvo

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Las semanas pasaron, en ese transcurso nadie obtuvo noticias sobre ejército de Solimán ni cómo les habían ido en las campañas en ese transcurso, pero afortunadamente para todo Estambul, el sultán ya estaba de regreso victorioso junto con sus tropas. 

Hurrem supo lidiarse con Hatice en esos días, se propuso lograr ayudarla con su conquista a Ibrahim solo con el objetivo de que el sultán reaccionara al intento de cortejo de su mejor amigo con su hermana, después de todo Ibrahim ni siquiera la amaba. María y Nigar también fueron grandes compañeras y amigas para ella, y quienes la protegieron de las víboras de Mahidevran y su dama de compañía, Gulsa.

En la tarde las mujeres se reunieron en los aposentos de la madre sultana y una cierta tensión se notó en el ambiente entre Mahidevran y Hurrem. La madre del príncipe estaba luchando mucho por el perdón del sultán, y poco a poco eso empezó a encender nuevamente los celos de Hurrem, considerando que ella aún no le daba herederos a su majestad.

—¡Atención, el sultán Solimán está aquí!—Anunciaron los oficiales.

Entonces su amado entró a los aposentos con su rostro iluminado por su sonrisa.

Sí entró sonriendo, eso quería decir que no estaba triste como para suponer que Ibrahim estaba muerto o algo así. Oh por Alá.

—Querida madre—Dijo en frente de la mujer que lo trajo a la vida besando su mano.

Así Solimán fue pasando frente a frente de las mujeres a que lo recibieran con el debido respeto y costumbre que tenían. Haciendo una reverencia y besando el dorso de su mano. Hasta también con Mahidevran, uh, eso fue un golpe suave.

Pero cuando llegó con Hurrem ella sonrió deslumbrante, feliz, Solimán le devolvió aquella sonrisa. Ya no tenían porqué estar separados.

Luego del debido recibimiento por la nueva victoria del sultán, todos se fueron a preparar para la fiesta en el harén que habría esa misma noche.

Hurrem estaba impaciente. Ya estaba lista con un precioso y bonito vestido rojo haciendo juego con su cabello.
Caminaba por los pasillos del palacio junto con Hatice.

—Bueno, tengo que ir a mis aposentos a prepararme. Nos vemos allá. —Dijo ella antes de desviarse en un pasillo directo a sus aposentos.

Hurrem hizo una reverencia y la vio marcharse. La compañía de aquella chica cada vez la simpatizaba más, después de todo, se podría ver que solo quería ver felices a los demás.

Sumergida en sus pensamientos, siguió sin prestar atención en su camino. Aún no había visto a Ibrahim en todo el día, ¿entonces sí habrá muerto o no? ¿Dónde estaba?

De repente chocó contra algo, algo tan pensado que la hizo tropezar con sus dos pies izquierdos perdiendo el control de su propio cuerpo.

Ese algo, no era un algo. Era un alguien. Alguien que se apresuró a sujetarla pasando una mano por su cintura, bajando su mirada para verla, sus ojos brillando fríos al saber de quién se trataba.

—¿Señorita Hurrem?

Porqué cada vez que pensaba en él parecía que lo invocaba, y si lo visualizaba muerto, aparecía más vivo que nunca. Con su semblante altivo, prepotente y arrogante como siempre.

Él sonreía de lado, ella no tenía expresión alguna en el rostro.

La pelirroja se soltó de inmediato de su agarre recuperando su compostura, fingiendo que esa pequeña escena jamás pasó.

—Ibrahim, qué bueno que ha regresado, sano y salvo gracias a Alá.

—También me alegra estar de vuelta, se ve que sus oraciones me protegieron.

Por supuesto que estaba siendo sarcástico, Ibrahim sonreía burlón. Hurrem quería arrancarle esa cabeza pegada a su cuello.

¡Qué tipo sinvergüenza!

Los Dilemas Del Amor [Hurrem x Ibrahim]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora