El Destripador de Nueva York

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Si bien esta historia no es un Hannigram (Hannibal x Will), la hice pensando en que Hugh Dancy interpreta tanto a Will Graham como a Nolan Price; por lo tanto, tengan en cuenta que todo el tiempo estuve pensando en los rostros de Dancy y Mikkelsen, así que no considero a esto una ruptura del Hannigram. Es más bien como ampliar el multiverso de esa querida ship.

La historia de Hannibal transcurre en Baltimore y la de La Ley y el Orden en Nueva York, pero yo elegí que la acción transcurra en Nueva York así que hay algunos detalles que están alterados (el apodo del asesino, el lugar donde trabaja Hannibal, etcétera).

Debido a que no estoy al día con estas series, es posible que haya cierta cantidad de OOC; esto es, características que no corresponden a la personalidad canónica de ciertos personajes.

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Sabía que leer todos los informes presentados por los detectives lo ayudaría a comprender mejor el caso, pero igual se obligó a parar un momento. No porque estuviera cansado, ni porque tuviera hambre, ni porque hubiera recordado algo más urgente que hacer. Simplemente, le revolvía el estómago leer semejantes barbaridades. El llamado Destripador de Nueva York era el criminal más sanguinario que hubiera visto, y eso que había visto unos cuantos en su larga carrera.

Nolan Price había llegado bien recomendado a la fiscalía, con un buen historial de casos ganados en su anterior equipo. Fue justamente su buen desempeño e incorruptible carácter lo que lo llevó a ser ascendido a asistente ejecutivo del fiscal Jack McCoy, una institución en sí mismo y posiblemente el fiscal más hábil del país, alguien de quien él quería aprender. Se había entusiasmado mucho al saber que trabajarían juntos en el famoso caso del Destripador, un asesino serial que llevaba meses cometiendo sus horrendos homicidios en los barrios neoyorquinos; su entusiasmo no era por morbo, claro está, si no que lo llenaba de orgullo el poder colaborar para detener al nefasto personaje. Para eso se había preparado, para eso había trabajado tan duro junto a policías, detectives, abogados y todo colega que tuviera la tarea de imponer la ley y el orden en la sociedad: para hacer de su país un lugar seguro y mejor.

Y sin embargo, la crudeza del caso le estaba afectando. Quizás no tanto por la violencia cometida contra las víctimas... había visto muchos asesinos, criminales y violadores desfilar ante sus ojos, y estaba preparado para eso... pero el asesino, o asesina, no parecía dejar rastro alguno. Era como si de un fantasma se tratase, invisible, intocable, excepto que los fantasmas no empleaban armas blancas para degollar, apuñalar o extraer los órganos de sus víctimas. Eso era lo peor, se dijo después de frotarse los ojos para retomar la lectura de expedientes, la deliberada extracción de ciertos órganos de los cuerpos, tales como corazón y cerebro, indicaban el nivel de locura del culpable, una insanía tal que seguramente no mostraría piedad nunca hasta que lo detuviesen. El estar tardando tanto en detenerlo era lo que lo afectaba, hasta que no capturaran al Destripador de Nueva York éste seguiría poniendo en peligro a personas inocentes, y eso era algo que no podía permitir. Él tenía que proteger a la gente, y no lo estaba haciendo.

"Piensa, Nolan, piensa. Algo debe estarse escapando de tus ojos. A ver, los detectives han hecho una investigación minuciosa, pero... ¿qué es lo que falta para encontrar el camino a la verdad? ¿Quién o qué es la pieza clave para completar este rompecabezas?".

Había ciertas pistas importantes, sí, algunos hechos en común, algunas declaraciones interesantes, pero no podía ver más allá de ellas. Cualquier asesino serial dejaba una marca, un sello de identidad, en sus asesinatos; el Destripador tenía múltiples métodos para matar, por lo que debía tratarse de un sujeto inteligente y creativo. Diferentes horarios, diferentes formas de dejar los cuerpos... las víctimas no se conocían entre sí, pero todas habían ido en algún momento al Hospital Gracie Square, uno de los pilares neoyorquinos en cuanto a la salud mental se refería. Sin duda ese era el hecho más llamativo de todos los investigados hasta el momento, la conexión evidente, pero tampoco era tan fácil cómo parecía. Los médicos del Hospital Gracie Square, de cualquier hospital en realidad, eran reacios a la hora de propocionar información sobre sus pacientes, vivos o muertos, ya que eso podía poner en riesgo sus intimidades. El juramento hipocrático los obligaba a no revelar las historias clínicas de pacientes vivos, y con muchas restricciones la de pacientes muertos. Y la cosa era más delicada al tratarse de pacientes psiquiátricos, quienes en su mayoría no deseaban que se supiera de sus enfermedades.

"Y aunque los muertos no puedan oponerse a que se lean sus historiales, los parientes presionan a los médicos para retacearnos información. ¡Son unos necios, por no decir algo peor! ¿Qué no se dan cuenta que podríamos avanzar mucho más rápido en la investigación de los asesinatos de sus parientes si nos colaboraran más, en vez de ponernos trabas por sus prejuicios?".

Suspiró. Sus ojos comenzaban a arderle, pero solo quedaba un informe y tenía que leerlo para poder estar tranquilo al volver a casa.

"Ni modo que deje un solo informe sin revisar. A ver... declaraciones de los psiquiatras Frederick Chilton y Hannibal Lecter, miembros de la junta médica del Gracie Square Hospital. Hum..."

Aquellos hombres eran los psiquiatras más eminentes no sólo de su hospital, si no de todo el estado. Hannibal Lecter era incluso un poco más brillante, a juzgar por la cantidad de títulos, doctorados y maestrías que poseía, y había sido el doctor personal de dos de las víctimas. "Al menos, de las dos cuyas familias sí autorizaron la lectura de sus legajos", pensó, preguntándose si habría atendido a más de esos pacientes. Era probable, dada su reputación, pero eso no constituía una prueba en sí. Ni siquiera podía afirmar que el hospital tuviera algo que ver con la selección de las víctimas, pero por cierto era curioso. El asesino no mataba personas al azar, las cinco víctimas eran personas jóvenes de entre treinta y cuarenta años, y todas habían sido pacientes del Hospital Gracie Square. Presumiblemente, todas habían recibido sesión con terapeutas y psiquiatras especializados. ¿Había alguien más especializado que el doctor Lecter?

"Creo que mañana me reuniré con los detectives del caso, para que me hablen más de Hannibal Lecter. No sé si servirá, pero por cierto que es mejor hacer algo a no hacer nada".

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