Orgullo perdido

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La visita de Hannibal había sido realmente corta, si acaso de unos quince minutos, como mucho. Cuando se marchó lo hizo tranquilo y saludando a todos educadamente, por lo que nadie tenía por qué sospechar que había sucedido algo raro durante su estancia. Nadie excepto Samantha Maroun, quien además de conocerlo y conocer su relación con Nolan, tenía la suficiente confianza con éste como para entrar a su despacho inmediatamente después. Y al hacerlo, pudo verlo tal cual estaba desde que Hannibal lo había dejado: nervioso, ruborizado y golpeando sin cesar una lapicera sobre el escritorio.

-Santo cielo, Nolan. ¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Qué quería el doctor Lecter?

-Pues… hablar. Hablar sobre el caso, sí. Ya sabes que esto a él le viene de maravilla  (por horrendo que suene), porque al ser inocente del crimen de la enfermera…

-Sí, sí, eso lo haría inocente en los otros crímenes. Lo entiendo perfectamente.- Tomó asiento.- Pero no se quedó demasiado tiempo. 

-No. ¿Por qué lo habría hecho? No es conmigo con quien debe hablar del caso, si no con la policía cuando lo llamen a declarar.

-Ajá.

-Ahora si me disculpas, Sam, tengo mucho trabajo que hacer y…

-Nolan.

-¿Eh?- su mirada esquiva era una invitación a preguntarle qué le pasaba, pero Samantha ya se lo imaginaba. Por un lado no quería hostigarlo con su curiosidad, pero por el otro no quería dejarlo solo en un momento tan decisivo. 

-Alguna vez hemos hablado de esto, ¿recuerdas? De lo que pasaría si Hannibal Lecter es inocente.

-Pues… sí…

-La investigación seguirá su curso por supuesto, buscarán al asesino en otra parte, pero sabes que no es eso lo que me preocupa. Como tu amiga, me preocupas tú. Tú… ¿qué harás con los sentimientos de Hannibal por ti?

-¿Sentimientos?- repitió, mientras la lapicera se le resbalaba de los dedos.

-No vale la pena perder el tiempo, Nolan. Ese hombre te ha estado cortejando por semanas, te ha declarado su amor, y solo tu convencimiento de que era culpable evitaba que lo pensaras como posible candidato. Pero ahora sabes que es inocente. ¿Qué harás al respecto?

-No tengo ni idea- reconoció, suspirando. Aunque no se animó a mirar a su amiga a la cara, había decidido ser sincero con ella. Necesitaba a alguien con quien hablar, alguien que no lo juzgara, y Samantha siempre había estado a su lado. Nadie mejor que ella para ser su confidente en el momento más crucial de su vida.- No sé qué hacer pero él sí lo sabe y no descansará hasta lograrlo. 

-¿Quieres cenar esta noche y me cuentas un poco más? Quizás pueda aconsejarte. Y vaya que lo necesitas, a juzgar por lo perdido que te veo.

-Gracias, Sam. Acepto la invitación- respondió recogiendo su lapicera de nuevo pero esta vez para trabajar.- Y por favor que esto quede entre nosotros, ¿sí? No sé cómo se lo explicaría a Jack. Ni siquiera sé cómo explicármelo a mí mismo todavía.

(...)

Los días pasaron con mucha actividad en su trabajo, pero nada podía apartar a Hannibal de sus pensamientos por demasiado tiempo. El psiquiatra cumplió su palabra de darle espacio para pensar, pero podía sentirlo cerca siempre, ya fuera a través de sus flores (que ahora sí se dio el gusto de conservar) o bien de sus miradas enamoradas, porque se lo cruzó un par de veces y en cada ocasión fue inevitable derretirse por dentro. La primera vez lo vio en la comisaría, donde efectivamente había ido a ampliar su declaración sobre el día del homicidio de Jeannie Roberts, y compartieron un viaje en ascensor durante el cual Hannibal le rozó disimuladamente la mano. La segunda vez, en el propio hospital Gracie Square, a donde había ido a entrevistar al doctor Chilton pero que también aprovechó para saludarlo y ponerlo nervioso. 

Sí, Hannibal estaba cumpliendo su parte del trato, pero eso no impedía que por dentro no parara de pensar en él y en todo lo que le hacía sentir desde que se rindiera, es decir, desde que aceptara sus sentimientos. Samantha le había dicho que estaba bien ser cauteloso, pero no necio, y que si estaba enamorado de Hannibal era mejor que lo asumiera antes que las cosas se salieran de control. El amor no se podía arrancar del pecho así como así, e intentar silenciar ese amor por la fuerza solo le traería sufrimiento. Era mejor, le dijo, aceptarlo, hablarlo con el otro e ir viendo poco a poco como se desarrollaban las cosas.

"Entonces… tengo que hacerlo, ¿no? Tengo que dejar de esconderme…"

-Señor Price, el doctor Lecter lo recibirá ahora- le informó la secretaria de Hannibal en uno de sus escasos horarios libres entre consulta y consulta. Se apresuró a recobrar la compostura y pasó al despacho con toda la calma que pudo, aún cuando la visión de esas escaleras le hizo recordar su primer beso. Y la cara extasiada de Hannibal al verlo también le recordó por qué estaba ahí en primer lugar, volviéndolo todo más embarazoso.

-Por fin has venido… mi amor. Hacía mucho que te estaba esperando.

-Se dice hola primero, ¿no?- retrucó, vacilante ante la cercanía de Hannibal y su manía de olerle el cuello.- Ey. ¿Podrías… podrías no hacer eso mientras estoy hablando? Es difícil para mí.

-Lo siento, Nolan, es que tu colonia huele tan bien- se disculpó sin sentirlo en absoluto, tomando despacio su mano como si nada pasara.- Pero descuida, no lo haré hasta que hayamos terminado de conversar. No quiero perderme ni una sola de tus palabras.

-Bueno, sí. Sobre eso. Sé que tienes un paciente programado dentro de veinte minutos…

-Si quieres lo cancelo ya mismo. 

-Por dios, no. Lo que quiero decirte será rápido así que no necesitas cancelar nada, solo escucha.

-Como desees.

Nolan respiró hondo. Luego, muy despacio y con gran vergüenza, entrelazó sus dedos con los de Hannibal hasta apretarle la mano, repitiendo el proceso con la otra, haciendo que Hannibal se sorprendiera como nunca antes.

-Nolan…

-Ya ves que estoy muy ocupado con el caso y tú con tus pacientes, así que voy a darte mi número privado para que conversemos. ¿De acuerdo? Puedes… puedes llamarme si quieres para hablar, o para concertar una cita, o también mandarme mensajes. Te prometo que ya no huiré de ti, ni de… ni de lo que siento por ti.

-¡Mi amor!

-Pero eso sí, nada de cosas raras, ¿de acuerdo?- lo interrumpió Nolan rojo.- No quiero que me empieces a acosar por teléfono, o a mandarme fotos de tus partes íntimas, o ninguna cosa pervertida de esas. Quiero ir despacio, ¿sí? Me está costando mucho admitir que me gustas- susurró.- No te atrevas a hacer que me arrepienta.

-A lo único que voy a atreverme es a comerte la boca ahora mismo para celebrar, querido mío- le dijo feliz antes de unir la acción a la palabra. Para Nolan el alivio de poder corresponderle fue como una bocanada de aire puro después de una calurosa sequía, razón por la cual se besaron larga y apasionadamente durante varios minutos. Y poder rodearlo por el cuello fue otro soplo de aire en sus pulmones, y tocar por fin sus cabellos plateados fue llegar al paraíso. Se separaron y se sonrieron, y se volvieron a besar un poco más. 

'Creo que ha valido la pena perder mi orgullo", pensó, al borde de las lágrimas. Así como lo había odiado por su impertinencia ahora lo estaba amando. Y era lo más excitante del mundo.

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