Primera cita (Parte 2)

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Nolan ya se lo había visto venir pero, aún así, se sintió un poco incómodo, por no decir mucho, ante los coqueteos descarados de Hannibal Lecter. Ese hombre podía ser un médico respetado de cara al mundo, pero era evidente que en privado era un conquistador nato. Todo lo que hacía, todo lo que decía, parecía estar calculado para causar el máximo impacto posible en él. En otras circunstancias hasta podría haberse sentido halagado de despertar ese interés en alguien, pero en sus circunstancias, era una pesadilla.

"No lo entiendo. Apenas nos hemos visto dos o tres veces en la vida, y estoy al borde de una demanda por difamación de tanto que lo he acusado. ¿Por qué entonces hace todo esto? Han de sobrarle conquistas. ¿Qué busca conmigo, humillarme? ¿Vengarse por estarlo investigando?"

-Nol… perdón, señor Price. ¿No va a pedir un postre? Hay una magnífica carta de dulces italianos típicos, si quiere podemos…

-No, no podemos, doctor Lecter. Hemos estado aquí…- se detuvo a mirar su reloj- casi una hora y media. Hemos comido entrada, dos platos fuertes y me ha dado una explicación larga e innecesaria sobre el año de cosecha del vino que bebimos, así que le agradezco pero no quiero más nada.

-Oh… 

-Me hizo venir prometiéndome que me daría información sobre el caso, y todo lo que me dijo es que el doctor Chilton es un hipócrita envidioso que seguramente le pagó a alguien para que asaltara su consultorio- siguió Nolan con rencor.- No sé cómo lo vea usted, doctor, pero en lo que a mí respecta eso no es información. Es un simple chisme entre ustedes que francamente me importa un pimiento.

-Bueno, yo difiero, ¿sabe? Los celos son un terrible sentimiento, corrosivo. Pueden llevar a una persona a cometer actos terribles, y aunque suene arrogante decirlo todos saben que Frederick me envidia.

-No sé por qué cree usted que eso suena arrogante- respondió con sarcasmo.

-Le he hablado de la seguridad del hospital, ¿no? Nadie ajeno a él podría ingresar a los consultorios y menos después del horario de atención- subrayó Hannibal sin perder la calma.- Así que si alguien fotocopió mis legajos tuvo que ser alguien que podía colarse en mi oficina sin levantar demasiadas sospechas. Tuvo que ser alguien, además, que sabía lo que buscaba, que no perdió el tiempo si no que fue al punto y eso, mi querido…- Nolan frunció el ceño.- Perdón. Y eso, estimado señor fiscal, apunta hacia alguien que me detesta, como Frederick. Así que no, no me apresuraría a calificarlo como simple chisme.

-A ver si entendí. ¿Está acusando al doctor Chilton de querer perjudicarlo porque siente celos profesionales hacia usted?

-En primer lugar, no lo acuso de nada, solo señalo una posibilidad que no han considerado.

-¿Y en segundo lugar?

-Que no son solo celos profesionales. También envidia que sea más guapo, carismático y popular que él.

"¿Pero será caradura?" pensó Nolan con los ojos en blanco, estupefacto por el nivel de ego que tenía Hannibal Lecter. Nunca había conocido a alguien tan arrogante como ese hombre, y supo que no aguantaría mucho más escuchándolo. Sí, era carismático sin duda alguna, y atractivo, pero era un insoportable creído de sí mismo y un casanova. No perdería un segundo más en aquella cita y así se lo hizo saber, cansado y con ganas de regresar a su casa para echarse a dormir.

-Doctor Lecter, le "agradezco" que me haya invitado a cenar para decirme sus… sospechas, pero ya fue suficiente. No he sacado nada de provecho de sus conjeturas y sinceramente me irrita un poco, porque me ha hecho perder el tiempo. ¿No tiene miedo de que lo investiguemos? Perfecto. ¿Sugiere que Chilton podría estar conspirando contra usted? Muy bien, se lo informaré a los detectives y ellos investigarán a ver si hay algo de cierto en eso. Pero de a partir de hoy, le ruego que no vuelva a buscarme si no es para algo serio y concreto. No deseo su amistad y menos…

-¿Menos qué?- interrumpió Hannibal, mirándolo fijo y dejando que fluyera todo el atractivo de su peligrosa sonrisa para atraerlo.- ¿Mis coqueteos?

-Ah… ¡lo admite! Me ha querido confundir quién sabe con qué propósitos- acusó Nolan sin entender por qué Hannibal lucía más y más feliz a medida que él se enojaba.- ¿Qué es tan gracioso?

-Que verlo tan a la defensiva me resulta tierno, señor fiscal. Es usted un hombre listo para las leyes, pero todavía le falta mucho por aprender sobre las relaciones si cree que le he coqueteado para burlarme.

Hubiera querido responderle lo que se merecía, pero no pudo; la intensidad de las palabras de Hannibal lo habían tomado completamente desprevenido. ¿Qué se le respondía a un hombre tan intenso como ése cuando te daba a entender que le gustabas? ¿Se lo mandaba al diablo, se le golpeaba su arrogante rostro aún a riesgo de ser denunciado por agresión? Al no saber qué hacer o cómo responder solo atinó a marcharse muy rápido, dejándolo con el postre servido ante él y la botella aún sin abrir de vino. Hannibal no se sintió desmoralizado por ese rechazo, al contrario. Su profundo conocimiento de la psicología humana le indicaban que Nolan no se había marchado porque se sintiera enojado, sino porque se había sentido halagado y no quería reconocerlo. 

"Lo dije y lo repito. Eres muy tierno, Nolan"  pensó, divertido, mientras extendía su tarjeta al maitre para pagar la cuenta. 

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